62 Festival de San Sebastián
Pista de arranque Por Manu Argüelles
En nada empieza el 62 Festival de San Sebastián. Mi cuarto año consecutivo y la cita a la que llevo conmigo más expectación sobre mis hombros, exceptuando la primera, claro. Voy con la mochila muy cargada de ilusiones porque, a priori, con esta edición he entrado en plena sintonía con la programación anunciada. Más películas en la oferta, aumentan las secciones principales, mayor calidad. Parece, lo comprobaremos, que incluso uno de los puntos débiles del evento ha resultado increíblemente reforzado, algo que por otra parte era de total importancia. No nos imaginábamos encontrarnos en la Sección Oficial a nombres de la talla de François Ozon, con su esperadísimo último trabajo, Une nouvelle amie / The New Girlfriend, tras la excelente racha creativa que estamos viviendo en el último tramo de su filmografía (un habitual en nuestra publicación, también de Donosti, lo que demuestra su fidelidad y entrega con el Zinemaldi), Mia Hansen-Løve con Eden (para nosotros ya es una de las grandes de la cinematografía francesa) o Christian Petzold con Phoenix (la gran figura surgida de la escuela de Berlín). Y ahí están frente al atractivo de un festival como el de Venecia. A título personal le sumo el nombre de Anahí Berneri (Aire Libre), cuyas películas siempre me resultan muy estimulantes. Pero tampoco podemos obviar a nombres como Cédric Khan (Vie sauvage / Wild Life), Danis Tanovic (Tigers) o Bille August (Stille hjerte / Silent Heart), junto con un director como Michaël R. Roskam que viene a revalidar su debut con (La entrega / The Drop), después de Bullhead, su salto a Hollywood, nada menos que con Tom Hardy, Noomi Rapace y James Gandolfini en su última aparición cinematográfica.
Hace nada, vía mail, Nicolás Ruiz me comentaba si la crónica de un Festival debe ceñirse al registro de la actualidad o debe ser algo más. Es una gran cuestión para reflexionar. Pienso que un Festival permite el análisis como evento y su enclave en el panorama sociocultural. En el caso que nos ocupa, San Sebastián, dado que es el de mayor envergadura del país, es un buen barómetro en ese sentido. Pero si nos circunscribimos a las películas, pienso que es una perfecta recopilación de primeras impresiones. Radiografía cómo éstas son recibidas, pero esa captura no debe agotarse a lo que le fija a la actualidad cinematográfica, tan espuria y tan líquida desde la aparición de twitter en la que una noticia deja de serlo a los cinco minutos. Todos sabemos que esta acogida bautismal a la que se exponen los filmes al participar en un escaparate tan concurrido evoluciona. Quizás debemos estar atentos a eso, remarcando especialmente su aspecto condicional y provisional. Por lo que la crónica de un festival me gusta considerarla como el testimonio de un impacto el cual después tendrá continuidad. Porque las cintas viven más allá y fuera de los dictados de las corrientes socioeconómicas en cuanto quedan sujetas a subjetivismos. Me ha pasado en anteriores ediciones, con películas como Rampart (Oren Moverman, 2011) o Después de mayo (Après mai, Olivier Assayas, 2012), con las que seguro que no fuimos justos valorándolas en el seno de un festival, que merecen una mirada atenta, reposada y autónoma, inmersión que la dinámica abulímica impide. ¿No da vértigo enfrentarse los tres primeros días a películas que presumo enormes como Mommy (Xavier Dolan, 2014), premio del Jurado en Cannes, Black Coal, Thin Ice (Yinan Diao), Oso de oro en Berlín, La chambre bleue / The Blue Room, nueva incursión en la dirección de mi admiradísimo Mathieu Amalric o Pasolini (Abel Ferrara), como algunas de las flamantes Perlas de este año? ¿Seremos justos? ¿Contaremos con la energía necesaria y la exigencia que ellas requieren?
El ritmo, el trasiego, la hiperactividad e híper estimulación a la que someteremos nuestro cuerpo y nuestros sentidos nos lleva a un inevitable desgaste físico y psicológico, que debilita también nuestras resistencias y nuestras capas protectoras. Nos deja a merced de más que probables torbellinos emocionales, a quedarnos cautivos en vengativos síndromes de Stendhal. Y posiblemente, bajo esas circunstancias, vives experiencias que no permiten equiparación alguna. Así ubico el visionado de Tú y yo (Io e te, Bernardo Bertolucci) o de Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), anteriores gloriosas Perlas que han pasado por San Sebastián. Apunten más nombres de este año del 62 Festival de San Sebastián, que quitan la respiración: The Tale of The Princess Kaguya (Isao Takahata), Winter Sleep, Concha de Oro de la pasada edición de Cannes, de nuestro reverenciado Nuri Bilge Ceylan, The Tribe (Myroslav Slaboshpytskiy), Catch me Daddy (Daniel Wolfe), con la que abrimos fuego, o Bandes des Filles de Céline Sciamma, entre otras…
Por supuesto, estos son los grandes reclamos, la selección de películas que se han visto en otros festivales. Se juega sobre seguro y fuerte, aunque, por ejemplo, el año pasado era un espacio bastante empobrecido para lo que suele ser costumbre. Quizás, vigorizado el peso del cine español (año tras año las películas de los Goya son las de aquí), falta todavía dar el empuje definitivo a Nuevos Directores, al futuro, una sección a la que se ha priorizado, por ejemplo, en los pases de prensa, para favorecer la difusión y la visibilidad, estrategia coherente, aunque echamos de menos tener más tranquilidad en el acceso a Horizontes Latinos, una de las secciones que a mí me resultan de sumo interés. No obstante, si nunca nos negamos la curiosidad, acabamos constatando que las jóvenes promesas seleccionadas nos resultan irregulares o anémicas en el peor de los casos. Esperamos que este año sí, que sea su año, porque es el contenedor que más lo necesita.
Finalizamos con una mención al cine patrio, una selección transversal y generosa que recorre todo el evento. Si sumamos co-producciones, veinte serán las que podremos ver. Magical Girl (Carlos Vermut) y La isla mínima (Alberto Rodríguez) auguran éxito, tras pases previos ya realizados. Daremos testigo. Pero también estaremos atentos a Los tontos y los estúpidos (Roberto Castón) desde Nuevo Directores.
Ya mismo iremos comentando y, seguramente, sin que sea premeditado, acabaré dejando rastros y huellas de mi vivencia, de todo aquello que permanece fuera de las pantallas pero que para nosotros es pura combustión: los compañeros, la interacción social, el acto de compartir. Y mientras tanto, seguiremos indagando y reflexionando, porque esta crónica irá adquiriendo forma sobre la marcha. Posiblemente se escapará a mis designios y me lleve por curvas no previstas o circunvalaciones engorrosas, porque en mi caso, yo descubro las películas cuando las escribo, cuando las pienso, nunca antes. Esto tan solo es un primer tanteo, pura especulación.