A 20 pasos de la fama
Talentos en la sombra Por Adriana G. Sillero
“I said, hey honey,
Take a walk on the wild side
And the colored girls said
Doo, Doo, Doo, Doo, Doo, Doo, Doo…”
A veces, hay talentos que no son reconocidos como tales aunque los apreciemos asiduamente casi sin saberlo. Estos talentos suelen trabajar en la sombra; ocultos tras los focos que iluminan a otros capaces de reunir a miles y miles de personas en un mismo momento y lugar. Sabemos a la perfección que están ahí. Podemos verlos y, sobre todo, oírlos. Al fin y al cabo, son verdaderos iconos en la cultura musical desde hace más de cincuenta años. Todos conocemos sus figuras en fila, una al lado de la otra, chasqueando dedos, agitando brazos, moviendo el cuerpo al son de las frases que cantan, y a veces, incluso, copando el protagonismo que les ceden artistas de la talla de Mick Jagger o Sting. Hablo, por supuesto, de las coristas.
Poco hemos sabido -y mucho menos nos hemos preguntado- sobre quiénes son las que andan detrás de estas voces que desde sus comienzos han ocupado un plano secundario; siendo sus nombres, así como sus historias, completos desconocidos para la inmensa mayoría, a pesar de que se codean a diario con aquellos artistas que ocupan un puesto privilegiado en la memoria -y el corazón- de cualquier persona.
Desde el rock de los 60 de The Rolling Stones hasta la época más actual de la carrera «post-Police» de Sting y el country rock de Sheryl Crow, pasando por la madurez en los 70 del soul de Stewie Wonder y el nacimiento musical de Bruce Springsteen, las coristas han actuado como una orgánica extensión de todos ellos y muchos más. Por esto, todos los artistas mencionados se dan cita en el documental A 20 pasos de la fama, para rendir homenaje a esas voces que tanta armonía han proporcionado en sus trabajos.
Dirigida y escrita por el californiano Morgan Neville, el documental narra la historia de estas mujeres negras (con la contada excepción de alguna mujer blanca como Jo Lawry -Sting-, o algún hombre como Oren Waters -Neil Diamond, Michael Jackson-) a través de fotografías y videos de archivo de estrellas como David Bowie, Joe Cocker, George Harrison o Tina Turner, que serán acompañados por entrevistas tanto a las propias coristas como a cantantes, productores e historiadores musicales, que nos muestran el desconocido recorrido de estas “segundonas” hasta nuestros días; cuyo origen, por extraño que parezca, reside en las mujeres blancas a quienes denominaban lectoras, pues “no podían hacer nada si no tenían la partitura delante”, cuenta Darlene Love, antigua miembro de The Blossoms y The Crystals; y, quizá, la única corista del documental -amén de Lisa Fischer- que reconocerán los más profanos a la música pop negra. Si bien desde los años 50 el grupo musical The Raelette, formado únicamente por afroamericanas, acompañó durante tres décadas a uno de los más grandes cantantes de soul, como lo fue Ray Charles, no sería hasta la llegada de la propia Darlene Love, junto a su grupo The Blossoms en los años 60, cuando entraron en escena las coristas de estudio negras, naciendo así, la imagen que tenemos a día de hoy de ellas.
No debería sorprenderle a nadie que el germen del que se nutren estas cantantes sea la música góspel. De hecho, la mayoría de éstas comparten una cosa común: sus padres eran pastores; “¿No es un cliché?”, pregunta entre risas Stevvi Alexander (Gwen Stefani, Sheryl Crow). Sin embargo, poca cabida han tenido los temas espirituales y religiosos del góspel en sus trabajos posteriores, en los cuales predominan, mayormente, temas ligados a la sexualidad y a las pasiones, e incluso a la violencia, las violaciones y las guerras; sino que se lo digan a Merry Clayton o a Lisa Fischer, quienes ponen voz -Clayton, la original- a la mítica canción de The Rolling Stones, ‘Gimme Shelter’, repitiendo una y otra vez: «Rape, Murder! It’s just a shot away!»
A 20 pasos de la fama cuenta como mejor baza con las actuaciones a modo de jam session de las coristas en los estudios de grabación. Escuchándolas cantar, resulta extraño que voces como las de Lisa Fischer, Darlene Love, Judith Hill (Rod Stewart, Elton John) o Táta Vega -a quien Stevie Wonder coloca a la altura de Aretha Franklin- no hayan tenido una carrera en solitario concorde al talento que poseen. Los motivos de ello son diversos: algunas se sienten cómodas en su posición; otras son conscientes de sus limitaciones; otras no quieren cargar con la responsabilidad de ser solista; otras simplemente no han tenido suerte dando el salto; y a otras, en cambio, se les fue la oportunidad, casi sin darse cuenta, mientras ponían música a películas y acompañaban a cantantes en sus giras. Será en el final -o más bien en el epílogo-, cuando el documental alcance su cénit como homenaje.
Sin embargo, a pesar de la buena intención del realizador Morgan Neville y de todas las grandes estrellas que se reunen, la realidad es que A 20 pasos de la fama permanece siempre en la superficie; sin profundizar lo más mínimo en la parte dramática de las historias de estas coristas. ¿Por qué tanta mención a la falta o al exceso de ego para iniciar una carrera en solitario (por ejemplo, con la que abre el documental Bruce Springteen) si luego nisiquiera se indaga en ello? Evidentemente, porque el deseo del director era únicamente ensalzar sus figuras, obviando declaraciones como la de Mick Jagger, en la que admite lo aburrido de una carrera limitada al “uhh…”.
Como fruto de todo esto, el documental carece de historias que puedan llegar a emocionar; historias que, por otra parte, sí tienen otros documentales como El último vals (The Last Waltz, Martin Scorsese, 1978), Anvil – El sueño de una banda de rock (Anvil: The Story of Anvil, Sacha Gervasi, 2008) o Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul, 2012), capaces de conmover al espectador y proporcionar una nueva mirada a la música (por supuesto, cada uno a su manera). ¿No son interesantes las historiasque se cuentan en A 20 pasos de la fama? No especialmente, son más bien “normales”, comunes, típicas. Quizá, la más interesante sea la de la carrera de Darlene Love junto al muy polémico -y uno de los más grandes productores de la historia- Phil Spector. Pero como ocurre -y seguirá ocurriendo- en el mundo de la música, ésta es una de las tantas historias de gente con talento sujeta a los entresijos oscuros de la industria; y que A 20 pasos de la fama, en su afán de adular y no hurgar en la herida, ha dejado pasar la oportunidad de ilustrar.