A tumba abierta. El cine kamikaze

Territorios salvajes por explorar Por Manu Argüelles

Y eso es lo que llamo el cine kamikaze: echar toda la carne al asador para olvidarlo después todo y encontrar otro modo de vidaMartin Scorsese, citado por José Francisco Montero en ¿De qué hablamos cuando hablamos de cine kamikaze?, A tumba abierta. El cine kamikaze, Macnulti editores, pág 19.

I

Por azar, en estos momentos que estoy escribiendo estas líneas, vía twitter, descubro una controversia por la publicación de un estudio analítico del director Michael Bay en el nº 447 de la revista Dirigido por, el que corresponde a este mes de septiembre. No hace falta que entre en profundidad, me imagino por dónde van los tiros porque, desgraciadamente, estas actitudes no son nada nuevas. Soy un enemigo acérrimo de ponerle coto al pensamiento cinematográfico y mucho más de establecer jerarquías. Ni me hablen de guettos, porque siempre recibo perdigonadas. Para mí las diversas y heterogéneas expresiones del cine (desde el más comercial como es el caso de Bay hasta el más experimental) merecen el mismo tratamiento. Por supuesto, soy partidario de tener un criterio y una mirada personal, pero eso no implica ser excluyente. Y aquí procuramos hacerlo así. Lo he escrito muchas veces en este espacio web. Debo sonar como un disco rayado en el caso sumamente improbable que alguien me lea con asiduidad. Mientras siento con desagrado y tristeza que esta situación se siga perpetuando en el 2014 dentro de las comunidades de cinéfilos, pienso simultáneamente en el cine kamikaze, el objeto de este libro que me aventuro a comentar. Así pues, el cine kamikaze es aquel que no debería haberse hecho pero afortunadamente vio la luz. Y lo digo bien, afortunadamente. ¿Qué sería del cine si no hubiesen existido nunca películas como Rostros (Faces, John Cassavetes, 1968), Fellini, ocho y medio (8½) [Otto e mezzo (8½), Federico Fellini, 1963], La mamá y la puta (La maman et la putain, Jean Eustache, 1973) o Teniente corrupto (Bad Lieutenant, Abel Ferrara, 1992), ejemplos de filmes que encontrarán en este volumen? Ya os lo digo, un lugar mucho más triste en el que no habría valido la pena vivir. Porque misticismos y romanticismos aparte, el cine se vive, depende de cada uno la intensidad con la que se haga, pero es una puerta abierta de par en par a la experiencia, la que significa, la que nos forma, la que soñamos, la que sufrimos, la que nos duele. Hay películas de las que no queremos/podemos escapar jamás. Largometrajes hechos con las tripas, con el corazón en carne viva, con la vibración de aquel que está al borde del precipicio, que siente el vértigo de lo imposible. Arrebato (Ivan Zulueta, 1980), La parada de los monstruos (Freaks, Tod Browning, 1932) y más exponentes que figuran en A tumba abierta. El cine kamikaze  nos sacan el Quijote que llevamos dentro, en esa operación de exorcismo catárquico que los directores temerarios, los francotiradores, los acorralados y los lúcidos en un país de torpes se atreven a forjar a través de la imagen en movimiento. Una energía que queda impresa para la eternidad en ese frame que nos roba la razón; la expulsan al exterior con toda su fuerza, como si fuese algo inexpugnable, como si fuese una ansiedad caníbal que les impida alcanzar el sosiego. A tumba abierta. El cine kamikaze recoge esos impulsos y vibraciones electrificadas, los recordamos o los descubrimos a través de sus páginas, con pulcritud, con clarividencia, con remolinos literarios, con ficciones para hablar de ficciones.

II

Iniciamos así el primer comentario de un libro de cine dentro de Cine Divergente, justamente también el primer libro que lanzan dentro de la Colección Hamsterdam de la editorial Macnulti Editores, la cual en estas fechas cumple un año de vida. Así pues, es inevitable sentir una extraña sinergia, esa estimulante vibración cuando todo se empieza. Arantxa y yo valorábamos donde ubicar este texto. ¿Creamos una sección nueva? ¿Dentro de este contenedor del Más allá del 7? La primera opción era por una cuestión de que tuviese más visibilidad, nos interesan y mucho los libros de cine. Pero entrábamos en una aporía incómoda. Negábamos al libro su condición de literatura y esa opción no nos parecía aceptable. Además, ¿no hay mayor conexión entre la literatura y el cine que con este tipo de publicaciones? Porque el ensayo y la crítica cinematográfica es literatura. Conviene decirlo. Y repetirlo (aquello que les decía de disco rayado). Puede tener un carácter periodístico, divulgativo, académico, el que quieran. Pero es literatura. Y como en toda variante y/o género literario hay de más y de menos calidad. Los autores que se encontrarán en el libro, que participan entre otros Gonzalo de Lucas, Ignacio P. Rico, Óscar Brox, Manuel Ortega, etc., cada uno con su estilo y personalidad, certifican y demuestran que estamos ante literatura de calidad. Además procuran esquivar el acostumbrado tratamiento estándar a la hora de abordar películas y permiten algo que para mí es fundamental. Te empujan a ver esas películas que comentan o a revisarlas de nuevo. Ese es para mí un punto de partida intuitivo y primario, pero totalmente válido a la hora de enjuiciar un libro de cine.

Lo confieso. Culpable. Yo leo por autores. Me he apoltronado en una serie de escritores y de ahí ya no salgo. Tengo que recordármelo, que es estimulante encontrar nuevas firmas. Me hago mayor, me acomodo. Pero quizás porque llevo desde mi infancia leyendo libros de cine (te sigo echando de menos, Terenci), ya quieres partir con ciertas garantías a la hora de decidirte por un libro. Se da la afortunada circunstancia que algunas de las firmas que forman parte de A tumba abierta. El cine kamikaze entran en la división de autores a los que suelo leer. No les diré sus nombres. En eso soy pudoroso y que yo sea vago nadie tiene la culpa. Pero a su vez me jugó una mala pasada. Porque acostumbrado a leerlos, aquí tuve que salir de mi zona de reconocimiento. No son análisis a los que estaba acostumbrado -les hablaba antes de la huida de los enfoques prototípicos-, tratándose de escritores que ya conocía. Así pues, ante mi extrañeza y, dado que soy perseverante y terco, y no quería apresurarme en la valoración, tras varias lecturas llegué a la conclusión que consiguen alcanzar la zona medular de la película que estudian. Si se puede hablar de captar la esencia lo consiguen, siempre teniendo en mente el órgano rector del libro, esa área de (bendito) peligro que es el cine kamikaze.

III

Tengo una curiosa filia. Me enamoro de algunas palabras. Me da muchos problemas porque abuso de ellas involuntariamente. Ya les había dicho que soy muy proclive a repetirme, así que imaginen. Kamikaze, sí, tiene punch. Me atrapa. Para mí es un contenedor lleno de atractivas sugerencias. Pienso siempre en ese cine que me coge por los huevos y no me suelta, que es sádico, que me tiene cautivo. Antes de conocer el libro ya me lo había apropiado para hablar de Fassbinder, de Herzog, de Araki… ¿Cómo cartografiarlo? Difícil empresa. O quizás más, dada su semántica y su naturaleza, casi diría que inútil acometida, no honraría a directores como Erich Von Stroheim o Béla Tarr. José Francisco Montero en el primer apartado I. Definiendo el cine kamikaze trata de conceptualizarlo para definir las rutas que van a seguirse en el libro, todas aquellas ramificaciones que serán ejemplarizadas en los estudios individuales de cada película. Por decirlo de alguna manera, se establece un patrón y se definen condiciones para que podamos hablar de cine kamikaze. A partir de aquí el libro opta por no reducirse a una estructura monótona, sino que a partir de las reflexiones de cada película individual (situadas en el apartado II y III), se complementa con artículos holísticos muy enriquecedores, uno escrito por Ricardo Adalia donde se puede hablar de crítica de cine-ficción, para relatar aquellos proyectos naufragados, como Capote cuando mezclaba la crónica periodística con la ficción literaria en A sangre fría, y otro donde Diego Salgado reflexiona sobre el cine kamikaze contemporáneo, evitando tanto el name-dropping como el redactado desapasionado del informe.

Así pues, entren en este territorio sísmico, de grandes pasiones y de enormes heroicidades, con A tumba abierta. El cine kamikaze. Irán muy bien acompañados.

 

kamikaze

Teniente corrupto

Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comentarios sobre este artículo

  1. Bárbara dice:

    Esta sección de vuestra web me gusta mucho. Enlaza el cine con otras artes de las que se sirve y complementa, a las que siempre está unido y que no podíais dejar de escribir sobre ellas.
    Lo que comentas del debate por el estudio de Bay, nunca dejará de sorprenderme. A veces creo que se mezclan más opiniones personales de razón absoluta con debates de análisis y críticas abiertos entre espectadores – lectores.
    No entiendo el Cine como una ciencia exacta y parece que la diversidad asusta a muchos.
    He disfrutado mucho el artículo y que habléis de libros de Cine.

    1. cinedivergente dice:

      Muchas gracias Bárbara por tu comentario y tu apoyo. Trataremos de darle continuidad. Y respecto a lo de Bay, para mí no hay debate ninguno. Su cine no se cuenta entre mis preferencias pero yo me pregunto, sin comparar directores: ¿qué hubiese pasado si por aquel entonces los franceses no hubiesen reivindicado a Hitchcock, un director que, recordemos, se consideraba comercial? ¿No se ha estudiado el cine popular de Spielberg de los 80? Fíjate, que cuando este último fue presidente del Jurado en el Festival de Cannes habían muchos que protestaban, aún hoy, en el 2013… En fin…

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>