Aftersun
Comprender una ausencia Por Yago Paris
No se es demasiado original si se señala que el punto de partida para analizar la todavía corta filmografía de Charlotte Wells es la relación entre la figura paterna y su descendencia. Se sigue sin ser notablemente lúcido, pero ya se empieza a ofrecer algo de luz, si se indica que, más que la relación, lo que centra sus narrativas es concretamente la ausencia de la figura paterna, y el efecto que esta causa sobre la vida de los pequeños a su cargo. Esto ya se observa en su primera obra, el cortometraje Tuesday (2015). En él, una adolescente se niega a asumir que, por motivos que el público nunca llega a conocer, su progenitor no está presente ni estará disponible para ella, lo que la lleva a pasar toda una tarde en la casa de este —se ha separado de la madre de la protagonista, con quien esta última reside—, oliendo su presencia, palpándolo a través de sus objetos, tratando de evocarlo mediante los recuerdos que el contexto gatilla en la mente de la joven. La perspectiva contraria, es decir, la del padre, es la que se ofrece en Blue Christmas (2017), un cortometraje en el que la cámara sigue el trabajo del protagonista, un cobrador de morosos que lleva a cabo su labor incluso en la víspera de Navidad, lo que tiene un doble efecto pernicioso: no solo hunde un poco más en la miseria a las familias que visita, todas ellas de clase humilde y con el agua al cuello, sino que su necesidad de trabajar en un día tan señalado —se apunta la idea de que quizás sea a elección del protagonisita, quien se siente oprimido en su hogar— provoca que su hijo tenga que lidiar, él solo, con su madre, una mujer con evidentes problemas psiquiátricos.
Se afina todavía más en el análisis si se señala que el interés del cine de Charlotte Wells parece residir en la necesidad de comprender. La cineasta lleva esta idea hasta cotas notablemente superiores en su debut en el largometraje, Aftersun (2022) —programada en la 19ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla dentro de la sección Las Nuevas Olas—. Producido, entre otros, por Barry Jenkins, e incluida en la pasada Semana de la Crítica del Festival de Cannes, el filme narra la historia de Sophie (Frankie Corio), una niña que se va de vacaciones con su padre, Calum (Paul Mescal), a una zona costera de Turquía, donde pasa unos días en un resort consagrado al turismo británico. Aunque la cinta se centre en este evento pasado —pues la cinta viaja desde el presente, en el que Sophie ya es adulta, hasta estas vivencias que bullen en la mente de la protgonista—, la intención es la de comprender qué puto pasar entre ambos personajes, y sobre todo qué le sucedió al padre de la protagonista para que, a pesar de su evidente devoción, cariño y respeto hacia su hija, con el paso del tiempo haya desaparecido de su vida.
Uno de los aspectos más destacables de la cinta consiste en el tratamiento del tiempo. Una efectiva utilización de la elipsis permite que los días se difuminen los unos sobre los otros entre escenas cotidianas donde se expone con naturalidad la enorme complicidad que existe entre los dos protagonistas, algo que choca con una cierta frialdad tonal y contemplativa —cercana, afectuosa, pero en última instancia analítica— que puede crear en el espectador la sensación de que este conjunto de momentos idílicos tiene las horas contadas. Al mismo tiempo, esta actitud contemplativa fomenta un tempo pausado, donde prima la exposición de los matices y detalles del relato frente a la narración de grandes instantes; estamos ante una obra donde se podría pensar que apenas sucede nada. Siendo una narración sobre la etapa de la infancia que ya comienza a vislumbrar la adolescencia, podría resultar tentador sumergirse en turbulencias hormonales, o grandes incertidumbres ante la consciencia de un mundo adulto al que se va a pasar a formar parte de manera inminente. Nada de eso sucede en Aftersun, lo que permite que la escritura de Wells, que también hace de guionista, se permita juegos con sutilezas, frases a medio terminar, voluntarios vacíos en las explicaciones y una confianza inquebrantable en la capacidad de las imágenes y sus frecuencias tonales para transmitir ideas más sensoriales que racionales.
Esto se observa en el aspecto clave del filme, que es el del punto de vista del relato. En primera instancia, podría dar la impresión de que estamos ante la mirada de la niña, a quien acompañamos en este viaje de descubrimiento y conexión con su padre. No obstante, el hecho de que este también cuente con escenas narradas desde el punto de vista de este complica la validez de dicha interpretación. Lo que en realidad sucede es que quien observa no es la Sophie niña, sino la adulta (Celia Rowlson-Hall). Así, el filme se compone a partir de documentos gráficos —las grabaciones con una cámara de vídeo digital que efectúan ambos protagonistas en diferentes momentos del viaje—, los recuerdos de Sophie, y las elucubraciones de lo que quizás pudo pasar en ciertos momentos —aquellos que pertenecen a las escenas que protagoniza el padre en solitario, algo que solo puede pertenecer al terreno de la especulación—. En conjunto, la obra parece extraída de la mente de la protagonista, ya adulta y también madre, en un intento de comprender la evolución de la relación con su padre. Sin que nunca llegue a quedar claro, se podría interpretar que el contacto se rompió en algún momento, incluso quizás que el viaje que ocupa el grueso del metraje de Aftersun fuera el último encuentro entre ambos. Esto se puede concluir al analizar el clímax del filme, que opta por el simbolismo para exponer un posible cambio en los roles de los protagonistas —la cuidada pasa a ser la cuidadora de un padre en caída libre en una espiral de autodestrucción, que solo se intuye, pero sin duda se palpa, en lo mostrado en el filme—. Esta interpretación explicaría el tono melancólico del filme, y esa ambición analítica que, como sucede en filmes donde los cineastas exploran vídeos caseros de infancia para tratar de comprender fracturas emocionales que han condicionado sus desarrollos como personas —por ejemplo, Video Blues (2019)—, y como en las exploraciones previas de Wells, trata de dar cierre a la determinante ausencia de la figura paterna en la vida de la ya adulta Sophie.