Ága
Esculpiendo el hielo Por Javier Acevedo Nieto
Cuéntame la historia donde la presencia se le apareció al espectador en medio de la ausencia, y en silencio le habló hasta que su mirada se iluminó. Nanook deambula por una tundra helada con el trineo, escoltado por un perro fiel. La línea de horizonte divide cielo y tierra en dos mitades perfectas. El cielo está despejado y adornado con unas pequeñas nubes. La tierra se cubre con una sábana blanca y duerme tranquila. El silencio arrulla el plano. Nanook llega a la yurta, Sedna le espera. Las pieles en las paredes les cobijan. Fuera se secan las pieles y carnes de la caza, los pequeños troncos del tenderete componen líneas de fuga y el cielo envuelve el resto. La ausencia de una cafetera expulsando vapor. Nanook mirando a Sedna con los labios sellados mientras curten las pieles. De momento el cielo no ha absorbido la tierra, Nanook y Sedna están a salvo. Al día siguiente Nanook explora la capa de hielo. La cámara siempre apoyada en el suelo, besando la capa de hielo y nieve. Comienza a abrir un agujero en forma de pozo con una lanza, rascando el hielo. De momento todo se queda en el simple acto de rascar la superficie. Un contrapicado recorta su silueta con el cielo azul rodeándole como una especie de halo.
La ausencia se hace presente. Fuera de plano. Nanook y Sedna hablan. Ella le aplica ungüento a la pierna de él. Nanook le pide que unte el ungüento en ambas piernas. Solo se les escucha. El viento golpea la tienda, el silencio susurra a través de los agujeros de las pieles. El padre dice “las piernas son como la familia, si una falla todo está mal”. Después silencio. La ausencia ha hablado. Un contrapicado muestra el techo de la tienda. Después se revela la mirada de Nanook y Sedna hacia el techo. Primero el cielo, después la mirada. El cielo absorbe y domina. Al día siguiente Nanook termina el pozo el agua. Se ha rascado la superficie y se abre el pozo. El agua oscura borbotea suavemente, como si la tierra helada tuviera una herida y sangrara. Plano de conjunto, siempre con una angulación de vista de gusano, al ras del suelo, copos de hielo difuminan la lente. Nanook instala la red alrededor del agujero, quizá algo pique. Regresa a la tienda, gran plano general, esta vez el cielo más encapotado domina el plano con la línea de horizonte prácticamente saliendo por la parte inferior del plano. Nanook cruza horizontalmente. Al llegar a la tienda emerge otro contrapicado del cielo. Después la mirada, siempre subordinada al cielo, que marca el punto de vista.
Sedna cura una gran herida en su vientre, aplicándose ella misma el ungüento. Después habla con Nanook en la cama. La ausencia se hace presente. El pozo está abierto. Nanook ha preparado las trampas. En silencio Sedna mira a Nanook. Lo rompe para decir que a Ága de pequeña le encantaba escuchar las historias que su padre contaba sobre los renos. La ausencia ha hablado. Al día siguiente el cielo está mas gris. Nanook encuentra animales muertos. La utilería del trineo marca líneas de fuga frente al cielo gris. Nanook revisa las trampas. Un primer plano muestra como el hielo se empeña en cerrar su bigote alrededor de la comisura de los labios. Regresa a la tienda. Chena aparece con una moto de nieve, algo de leña y combustible. La ventisca es intensa. No se distingue la línea de horizonte entre el cielo y la tierra. El primero parece haber absorbido al segundo. La noche envuelve el silencio de la noche. La ausencia se hace presente. Chena le ha contado a Sedna que Ága está en una mina. Sedna calla y prepara un gorro para Ága. Los tres yacen en las camas. Chena enciende la radio y el silencio da paso a una lejana melodía clásica. Las interferencias hacen que la música parezca encerrada en una cajita de música hueca. Comparten historias, a Chena le encantaba escuchar las historias de Nanook junto a Ága. Es el momento. Plano estático, punto de vista bajo. Parece uno de esos planos de Ozu, visto casi desde la perspectiva de una almohada. Algo similar al Makura no Soshi. A ese libro de la almohada donde Sei Shonagon contaba las intimidades de la corte de la emperatriz Sadako. Se dice que las cortesanas escribían sus confesiones y penas y las guardaban bajo la almohada, para que nadie las encontrara. Nanook hace lo mismo. Pero decide hablar. Cuenta la historia del cazador que siguió a un reno. Para acabar cegado con la luz del animal cuando le confiesa que si le mata no podrá ver al resto de animales, que aparecen ante el cazador a medida que los copos de nieve adoptan formas de diversas especies. La ausencia ha hablado.
Al día siguiente la nieve es más intensa. Un gran plano del cielo oscuro primero. Después la mirada de Nanook clavada en el cielo. Jerarquía de puntos de vista. El cielo absorbe y domina. Sedna mira una foto familiar donde está Ága. Parece una de esas instantáneas capturadas por los exploradores en sus expediciones. Culturas remotas donde la sonrisa no se dirige a la cámara, sino al horizonte. Es curioso cómo a diferencia de las fotos de occidentales, donde nosotros somos el centro, en esa foto la familia parece una parte más del entorno, fundiéndose con él. Nanook está en medio de la tundra. La ausencia se hace presente. Un plano general revela a un reno trastabillando por la nieve, en el margen derecho del encuadre, casi desaparecido. Después la mirada de Nanook, cautivada. El viento sopla, Nanook corre. La ausencia ha hablado. La ventisca es intensa. Nanook pide ayuda a Sedna para sujetar la tienda. Ya no hay cielo o tierra, tan solo gris. Dentro de la tienda aguantan el techo, líneas diagonales surcan el plano conjunto, como en un cuadro de Rembrandt. La tormenta amaina por la mañana. Un plano detalle de un bloque de hielo actuando de contrapeso. El hielo llora algunas gotas de agua. Corte y primer plano del rostro de Sedna. Una lágrima se derrite de sus ojos y cae por el rostro helado.
Nanook está otra vez en medio de la tundra. Un plano conjunto, vista de gusano. Animales muertos. El cielo juzgando desde arriba, absorbiendo a al padre y a la madre. No hay vida. Una mancha de sangre en la nieve. Contrapicado de Nanook cantando, el cielo le pesa sobre la espalda. Después una secuencia irrevelable. La ausencia más presente que nunca. El silencio esculpiendo sobre el hielo de las lágrimas. Nanook se acuerda del sueño de Sedna, donde se sumía con un oso en un pozo que acababa tragándose el cielo y las estrellas brillantes. El silencio desaparece. La utilería de madera ya no compone el plano. Ruido de motor de camión constante, grúas desafiando el cielo. El reno ha sido cazado en medio de la noche. Las estrellas no brillan, solo la luz artificial de los focos del camión. El cielo ya no domina y en la tierra no hay hielo. Una última secuencia. El cielo ya no domina. Solo hay un primer plano de miradas apuntando hacia un cielo que ya no se ve. La presencia es ausencia. Plano y contraplano de miradas que se derriten en lágrimas. El silencio ya no habla. Un gran plano picado muestra el gran pozo en medio de la noche. No hay estrellas brillantes. El padre y la madre, la hija. La ausencia y la presencia, el silencio y el ruido. El plano esculpido en hielo y el silencio aullando en la tundra.
Breve nota final a modo de gacetillero. Ága es el filme de Milko Lazarov. Una película que a las 9 de la mañana regala silencio, aunque solo sea para escuchar ronquidos, los pasos de espectadores y críticos que no aguantan el visionado o la tos constante del respetable. Lazarov mira mucho al silencio elocuente del pasado del cine. Ága es con permiso de Gènese lo mejor de la SEMINCI y quizá del año.