Aislados (The Divide) y Tetsuo

Distopías Extremas. Parte I: De carne y violencia Por Manu Argüelles

Estaba el año pasado en la cola del cine Prado del Festival de Sitges, cuando por mi lado pasaban dos chicos. Uno le preguntaba por la sala. El otro le respondía: “aquí sólo ponen películas para gafapastas de mierda”. Por tanto, la consigna era: «evítalo». Otro ejemplo, expresiones vehementes como las de esta crónica en la web Cinecutre de la edición pasada del Festival de Sitges son suficientemente elocuentes de un foco de resistencia con el que van a toparse películas como las que me voy a dedicar en este artículo, que me permito denominarlas como distopías extremas.

Permítanme una última anécdota. Alguien con una notoria fobia al cine de Jarmusch afirmaba en facebook que Sólo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013) era la peor película de vampiros de todos los tiempos. Y añadía que Ghost Dog, el camino del samurai (Ghost Dog: The Way of the Samurai, 1999) era la peor película de samuráis de la historia y lo mismo con Dead Man (1995) respecto al western. Desconozco si estaba contemplado en su afirmación pero de ahí se desprendía un subtexto en el que increpaba a Jarmusch como un intruso. “Dedícate a lo tuyo y no te metas en el sacrosanto sarcófago del genero”. Sin embargo, a mí es lo que me interesa particularmente. Precisamente ese alucinaje, ese adentrarse en un coto cerrado como un elefante en una cacharrería supone toda una osadía, que aún hoy se va a pagar en la recepción del público, o por lo menos en un sector. Es muy posible que, desde la otra punta, el aficionado que rechaza el cine de género pueda resultarle de interés, aunque de forma subsidiaria, porque él no va a tomar en consideración su identidad primaria. Mi apuesta es justamente conciliar las dos posturas antagónicas, porque me interesan con la misma intensidad las películas transgresoras como aquellas películas puras.

Stalker

Por consiguiente, este tipo de distopías son películas incómodas, mucho, algo inscrito en su código genético, densas y áridas, que van a abrazar la experimentación formal y agudizar la violencia. No niego los grises y que no tengan su público. Traigo a colación estas reacciones rígidas como síntoma de la situación desencajada en la que se va a encontrar una película de género cuando rasga con contundencia el aparato en el que se enmarca. Pienso que es homóloga operación a la que realiza Picasso con el cubismo respecto a la figuración humana o Francis Bacon con sus seres tornados en amasijos de carne. Porque estas muestras no renuncian en ningún momento a su adscripción a la ciencia ficción, como tampoco los anteriores pintores citados rechazan la representación del hombre.

Y sin embargo, pienso que hablar de distopías extremas es casi una tautología en su semántica más primaria. Porque no creo que exista mejor marco que el distópico, ya que por definición estamos situados en un tiempo fantaseado y localizado en los alrededores del colapso, ubicación idónea para que los directores más inquietos puedan utilizarlo como banco de pruebas para juguetear con las expresiones del medio cinematográfico, como muy rápidamente advirtieron en la época de la Nouvelle Vague.

El unicornio

En el monográfico que presentamos encontrarán completísimos y apasionantes recorridos por las diferentes tipologías existentes en torno al cine distópico. Lo siento, aquí no. Por supuesto, de lo que aquí me ocupo también tiene su fructífero caudal, perdigonazos en el silencio de la noche que en algunos momentos resultaron deslumbrantes fuegos artificiales que vinieron a iluminar el  sobreexplotado terreno de la ciencia ficción. Siempre en las autopistas concurridas existirá algún disidente que decidirá tomar un pequeño desvío y preferirá irse por el camino menos recomendado. Acabará llegando al mismo destino, lo importante es cómo ha llegado hasta allí y qué actitud ha adoptado para cursar la travesía. Podría trazar un itinerario a modo de homenaje de estas apasionantes y controvertidas individualidades (Marker, Resnais, Godard, Tarkovsky, Altman o Louis Malle, entre otros muchos) pero, dado que hablamos de perros verdes, me van a permitir que me tome algunas libertades y me ocupe sólo de unas pocas películas, contemporáneas, además. Una elección arbitraria, nada exhaustiva, todo lo contrario, y sumamente caprichosa, pero que va a servir de perfecta ilustración, articulada en dos bloques. Uno, fundado en la violencia (extrema) y la carne, en dos grados de ruptura, con la dupla Aislados (The Divide, Xavier Gens, 2011) y Tetsuo, el hombre de hierro (Tetsuo, Shinya Tsukamoto, 1988) que podrán leer a continuación. Un segundo par, ciencia ficción retrofuturista, desde lo conceptual y el cine experimental, también de menos a más con Carré Blanc  (Jean-Baptiste Léonetti, 2011) y Beyond the Black Rainbow (Panos Cosmatos, 2011) que pueden leer aquí. Aquel interesado en acceder a una visión más panorámica le recomiendo fervientemente el capítulo de Jesús Palacios del libro El cine de ciencia ficción. Explorando mundos. 1. Dado que éste existe y yo tampoco lo podría hacer mejor, también encontraba absurdo repetir lo mismo.

Distopías extremas: Tensiones post-apocalípticas, el caso de Aislados (The Divide)

Una película como Aislados (The Divide) va a funcionar como perfecta área donde se aprecian estos conflictos. En apariencia, es una prototípica película enmarcada en un futuro post-apocalíptico. Las líneas maestras están dibujadas con cartabón y Xavier Gens parece cumplir uno por uno todos los estilemas de película con personajes atrapados en un espacio reducido, el sótano de un edificio, resguardados allí tras la preceptiva explosión atómica. Justamente, que se decida por optar en el 2011 por este tipo de hecatombe, ligada en el imaginario popular a aquellas películas de serie B de los años 50, frente a la preferida por la contemporaneidad, las plagas víricas, parece apuntar a una operación de seguimiento de la tradición canónica. Su sintaxis también parece continuar la senda de películas como Cube (1997, Vicenzo Natali) o La niebla (The Mist, Frank Darabont, 2007), en la que una serie de personajes acaban encerrados en un único espacio, fruto de un exterior infranqueable, ya sea porque es insalubre o porque es amenazante por fuerzas sobrenaturales. Un terror claustrofóbico que también explora dinámicas de psicodrama en clave sociológica y aglutina perfiles y comportamientos antitéticos muy marcados, en la dura lucha por la supervivencia dentro de unas dimensiones reducidas. La solución moral siempre acaba reduciéndose a que no hay peor enemigo para el hombre que él mismo, una vez que se le arrincona y se le pone bajo presión, obligándole a convivir con sus semejantes en duras condiciones. Es la ruta principal del subgénero de zombies, pero también se ha irradiado a otras corrientes como la que reina en Aislados (The Divide).

Aislados (The Divide), ciencia ficción post-apocalíptica

Y lo que empieza como un catálogo de clichés, tanto en la definición de los personajes como en la mecánica de las situaciones, acaba desembocando en dimensiones puramente granguiñolescas y enfermizas, por una brutalidad en la degeneración de los personajes más perversos. Observemos, no obstante, interesantes interacciones y comportamientos nada complacientes. Michael Biehn interpreta al que se autoproclama como gobernador, se hace propietario del territorio e impone su autoridad con ademanes militares y autoritarios. El grupo poco a poco irá cuestionando esa toma de poder dictatorial, pero el primero que lo hace, y el más insistente, es el personaje afroamericano. La lectura del conflicto racial y el combate enérgico de la minoría en el entorno norteamericano es evidente. Este personaje acaba muriendo, un golpe en la cabeza, ko a la razón, eso sigue sin superarse.

La mujer se bifurca en dos encarnaciones. Rosanna Arquette interpreta a la madre/puta, la ancestral función de la mujer en sus dos caras: positivo/negativo. Cuando le arrebatan a su hija trata de mitigar su dolor dejando liberar sus impulsos libidinosos y entra en una espiral de sometimiento. El masoquismo como purgación del pecado. Frente a ella, la que será la heroína del film, que se encuentra al margen de esa dualidad de lo femenino y es la única que mantiene más o menos la integridad en medio del caos, para evitar caer en un dibujo misógino y unidireccional. Ella será la que tendrá que hacerse valer en un mundo cerrado de hombres. Aunque en el camino eso implique infectarse de comportamiento agresivo, el entorno putrefacto no deja otra salida. Ellos, los jóvenes, en el momento en el que se dejan llevar, se vuelven feroces lobos desalmados, despierta el sádico que suplanta al héroe.

Aislados (The Divide) cd

Aislados (The Divide), el sadismo

Así pues, la declinación de Aislados (The Divide) parece estar motivada para confrontar dos visiones del terror contemporáneo: el norteamericano estándar que da pie a diseñar una primera mitad, y un segundo tramo que implanta con insurgencia las pieles del cine de terror francés, al que se le denominó en su día New French Extremity, del que Xavier Gens forma/ba parte abanderada. Por lo que me inclino a considerar que el primer fragmento más convencional está intencionadamente dibujado con énfasis rutinario, para hacer valer sus perversas armas que se revuelven contra el espectador. Atónito se le pilla desprevenido ante ese abanico generoso de execrables comportamientos vidriosos, y tanta dosis de salvajismo deshumanizado. Xavier Gens agazapa la simiente del caos horrendo y repulsivo en un tono, como decimos, perversamente mediocre, el cual parece ser el que va a gobernar el film. Pero no, rompe el modelo rígido con una violencia húmeda y porosa, buscando esa pulsión envilecida del cine de terror del país vecino, aquel que busca la pureza del espanto mediante la brutalidad física, y la crudeza más descarnada.

Carcasa y escenario de ciencia ficción, sustancia del género de terror. Un primer impulso en las distopías extremas de hoy desde la vía de las emociones fuertes, la hibridación, nada inusual, y más entre estos dos campos contiguos y siempre destinados a comunicarse, pero sí que resulta llamativo que de esta combinación uno de los dos ingredientes va acabar fuertemente violentado. Todavía nos movemos en una zona de confort, el reconocimiento genérico para el aficionado mantiene sus férreos pilares, aunque estos acaban sometidos a un intenso electroshock. Una primera capa de la cebolla, se añade casquería a la sci-fi. Pero quizás hay más. Porque los que iban a ser sus presuntos salvadores, un ejército da con el refugio, acaban relevándose como sus captores. El superviviente acaba siendo un preso. Llega el olor a sangre y el hombre pierde la razón.

Aislados (The Divide) 2

Aislados (The Divide), la tortura

Una alusión a un laboratorio donde se estudia con humanos, construido encima del sótano, nos hace pensar en esos espeluznantes experimentos llevados a cabo por la psiquiatría en los años cincuenta, apropiados por la CIA para sus técnicas de interrogatorio en la guerra oculta para combatir el comunismo, relatados por Naomi Klein en su libro La doctrina del shock 2.¿Es casual que la película incorpore una secuencia de tortura donde se invierten los roles, siendo la autoridad la que se sienta en la silla? En absoluto, los ecos subversivos resuenan con fuerza. Aunque no podemos obviar que cuando  la mano férrea cae aplacada el libre albedrío se desata y con él el descontrol y la violencia gratuita. Como suele suceder en gran parte del cine contemporáneo, aquí también se negocian discursos contradictorios u opuestos. Más allá de que la tortura sea un motivo recurrente en el torture porn o en el New French Extremity, en Aislados (The Divide) dicha secuencia tiene un regusto a Guantánamo, siguiendo la tesis de Naomi Klein que vincula en una misma línea temporal las acciones de la CIA de los años cincuenta con la política del terror post 11-S. La autora nos comenta:

(…) la verdadera innovación de la administración Bush es que la ha insitucionalizado (…) Esa es la diferencia del régimen de Bush: después de los ataques del 11 de septiembre, se atrevió a pedir el derecho a torturar sin vergüenza alguna.

En esos mismos términos es como se produce dicha secuencia dentro del grupo. No la toleran pero tampoco la impiden. Los torturadores se ven en legítima propiedad de realizarla. Y a partir de aquí se dibuja el vector masculino, también polarizado. Cuatro jóvenes, dos que se emborrachan con la perversión frente a otros dos que permanecen paralizados (uno físicamente, el herido, el otro psíquicamente, el novio de la protagonista).

Por lo que, de la misma manera que las películas clásicas de los años cincuenta no se adentraban en esas zonas oscuras 3, lógicamente coartadas en la explicitud, Aislados (The Divide) explora esa turbiedad con ahínco, por lo que la regresión del hombre a su estado más primario y animal, desregulado cuando el aparato social se derrumba, vuelve a plantearse por la vía del impacto. De ahí ese plano en el que vemos la bandera norteamericana a la que le cae un borbotón de sangre mientras detrás de ella vemos proyectada la figura humana del que se ha apropiado para sí mismo la función del líder de grupo. Una bandera, por cierto, que esconde detrás suyo un cuarto secreto e innacesible, la trastienda de la CIA. Estados Unidos como país fundado a partir de la sangre. Por ello, la ciencia ficción se mancha y quizás le retorna todo aquello desagradable que antaño se prefirió evitar. El desajuste con la tradición fílmica se efectúa, es inevitable, lo extremo como corrupción. Primer ataque intrusivo al canon de la distopía.

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 Aislados (The Divide), la forja de EUA

Distopías extremas: El cyberpunk enloquece, el caso de Tetsuo

Hemos visto hasta aquí cómo un entorno distópico desestructura la personalidad de los personajes con virulencia y qué sucede cuando la ciencia ficción resguarda bajo su manto manifestaciones del cine de terror contemporáneo, donde lo violento recupera su cariz más viscoso. No obstante, en esa muestra, la escritura de lo extremo permanece intacta. Tendremos que retroceder en el tiempo, finales de los ochenta, y desplazarnos a Japón, para dar un paso más allá, que afectará y desestabilizará completamente todo el corpus fílmico. Desde el underground  Shinya Tsukamoto da un paso de gigante con Tetsuo, todo un auténtico hito. Tetsuo es cine en bruto, celuloide en erupción, chorreos espasmódicos del delirio, flashes de una enajenación absoluta. Frente al árbol del cyberpunk, Tsukamoto va apropiarse de él acercándolo más a Videodrome (David Cronenberg, 1983) que a Blade Runner (Ridley Scott, 1982), más próximo de la Nueva Carne cronenbergniana que al noir retro; más cerca de la alucinación que del existencialismo. Qué digo más cerca, Tetsuo ES la alucinación en mayúsculas.

Tetsuo 3

La metamoforsis en el cyberpunk: pesadilla y espanto en la enfebrecida Tetsuo

Tsukamoto se consagra con esta película en un momento en el que la cinematografía nipona vivirá un período de gran efervescencia a nivel creativo, los años noventa, tras la recesión de la industria cinematográfica en los años ochenta y superada ya la resaca del milagro económico de los años sesenta y setenta. El director fructifica su carrera en el momento que otros directores como Takashi Miike, Takeshi Kitano o Kiyoshi Kurosawa, crecidos en el mercado OVA, el cine erótico suburbial y la televisión, alcanzan su consagración y, de nuevo, el cine de Japón vuelve a recuperar su atractivo para Occidente. El León de oro del Festival de Venecia para Hana-bi (Takeshi Kitano, 1997), por ejemplo, supuso la carta definitiva de dicho reconocimiento. El paradigma dominante se estructura en torno a un cuestionamiento de la tradición asumida, algo que ya se llevó a cabo en los sesenta y setenta mediante la Naburu Bagu, pero ahora más que nunca se desconfía de la industrialización como foco de progreso, y enfatiza su desencanto en torno a la metrópolis urbana, núcleo de deshumanización, por lo que en esta ocasión se incorporan altos elementos de nihilismo y escepticismo, a la vez que se renuevan los géneros, mención especial a uno ampliamente explotado como el cine criminal, el cual vivirá una nueva época dorada, incorporando materiales y contenidos del cine más arriesgado e independiente. Desde la abstracción más hermética de Kurosawa en el cine de terror, pasando por el distanciamiento desarticulador de Kitano en las yakuza-eiga, o la inclusión de la ultraviolencia en el caso de Miike, Tsukamoto con Tetsuo no deja de realizar una tradicional Kaiju eiga (películas de monstruos de las que el director era un gran aficionado), pero en esta ocasión la inscribe dentro del fetichismo del metal y la articula bajo el cisma contracultural del cyberpunk, especialmente en su apología del mutismo de lo orgánico. El hombre-máquina de Tsukamoto, antes de que se extienda la sociedad de lo virtual, se constituye como una patológica exhibición de la obligada coexistencia del hombre con la cultura tecnológica. Por eso esa fusión se compone a partir de los despojos y la herrumbre de esa tecnología, no hablamos de lo high-tech del cyborg que implanta lo artificial en virtud de una mayor eficiencia como la de Robocop, sino como el Tetsuo del anime Akira éste deviene en un grotesco ser contrahecho. Una amalgama caótica e histérica de tubos y diversos filamentos de metal se incrustan o, mejor dicho, emergen desde el interior del cuerpo biológico, hasta que éste prácticamente pierde su condición de espécimen de la naturaleza para ser un descarrío desopilante de lo híper urbano. Se trata de una fusión con tintes similares a los de Cronenberg en La mosca (The Fly, 1986) y al igual que en el director canadiense se enuncia como el alcance de un nuevo estadio, un nuevo eslabón en la evolución. Ya lo vemos, tanto Aislados (The Divide) como Tetsuo trabajan la aberración en lo distópico, pero el japonés lo enuncia como una entusiasta glorificación, aunque todo esté cincelado en términos de claustrofóbica pesadilla.

 Tetsuo

El metal y el hombre en Tetsuo

En esta terna entre civilización y barbarie, uno de los tropos fundamentales de lo distópico, resulta muy interesante y corrosiva la visión de Tsukamoto, heredada de Cronenberg y Lynch (inevitable pensar en Cabeza borradora viendo Tetsuo). Lo abyecto supera el estricto régimen de lo moral y, ciertamente, en su dicurso sobre el monstruo éste opera como una liberación de lo reprimido en las jerarquías dominantes de lo social, siguiendo la tradicional línea del cine de terror. También se incluye lo erótico, continuando la senda de las ero-guro (sexo malsano con violencia), con un énfasis en el sadismo, como ya pasaba con Aislados (The Divide). En la transformación existe una retorcida combinación de dolor y placer; no olvidemos que el ser adquiere un falo mecánico descomunal, a la vez que sueña con ser víctima de una salvaje sodomía con un elemento mecánico. Hay, por ello, en este sexo de lo gotesco ciertas resonancias a El imperio de los sentidos  (Ai no korîda, Nagisha Oshima, 1976).

Tetsuo 2

Lo erótico en Tetsuo: El imperio de los sentidos bajo el metal.

Por lo que lo contaminado y lo infecto alcanza cotas hagiográficas en un cine de la compulsión. Porque en Tetsuo no hay un relato narrativo que constriña el aparato fílmico (posteriores secuelas sí que lo incorporarán y la garra y el nervio deja paso a películas con más medios pero también más convencionales). Con casi ausencia de diálogos, es una vertiginosa composición de pesadillas encadenadas donde Tsukamoto hace acopio de todos los registros del lenguaje del cine experimental, poniendo el acento en la histeria y la emotividad exarcebada del expresionismo alemán. Una reescritura donde la cámara se pega a los rostros desencajados, se mueve dando tumbos en una yuxtaposición epiléptica, suma transformaciones deudoras de la animación más vanguardista, mientras que, cuando sale del sofocante interior, inserta secuencias con hipervelocidad. Un cóctel de frenetismo enloquecido y abrasión cinematográfica que rezuma una absoluta libertad creativa, la cual desoye cualquier principio de la estructura, para dejar que la imaginación de lo extremo fluya al galope.

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Expresionismo alemán para una nueva era: Tetsuo.

Que se apele a las raíces de la gestualidad del expresionismo alemán nos indica que en Tsukamoto el manifiesto de lo cyberpunk pasa necesariamente por constituirse como un estado de ánimo, una digresión que nos conduce a lo traumático, nos interpela como una extravagante exposición del inconsciente, arratrándonos a una sinfonía convulsa del caos. No estará solo. Shozin Fukui con 964 Pinocchio (1991) y Rubber’s Lover (1996) prolongará la brecha abierta por Tsukamoto, la cual incluso se detecta entrados ya en el 2000 en películas como Hellevator (Gusha no bindume aka The Bottled Fools, Hiroki Yamaguchi, 2004) o Meatball Machine (Mîtobôru mashin, Yûdai Yamaguchi, Jun’ichi Yamamoto, 2005), una forma muy diferente de entender el cyberpunk frente a los exponentes del cine canónico occidental, más apegado a las fuentes literarias y a los principales dictados una vez que el movimiento se ha expandido e irradiado en la cultura popular.

 

  1. Palacios, Jesús (2008): Imágenes como virus. De nuevos mundos, nuevas olas y nuevas viejas cosas en Navarro, Antonio José (editor): El cine de ciencia ficción. Explorando mundos. Barcelona, Valdemar Intempestivas. Págs. 297-369.
  2. Klein, Naomi (2007): La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Barcelona, Paidós
  3. Por ejemplo, John Frankenheimer sí lo hará en los años sesenta con películas como El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate, 1962) y Plan diabólico (Seconds, 1966), donde explora la anulación de la voluntad/el lavado de cerebro desde el ámbito institucional
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