Albüm

Voy a ser mamá (y papá) Por Bea González

Tras la tierra yerma de Agacikoglu del día anterior esperábamos que la segunda película turca a competición nos diera lo que prometían su sinopsis y póster, una comedia. Y gracioso le ha quedado el debut en el largo a Mertoglu, no lo vamos a negar, pero ¿tanto como para llevarse el Corazón de Sarajevo (el máximo galardón del festival)? No seremos nosotros quiénes para juzgarlo, que ya se sabe que los designios de los premios de los jurados en un festival, y en general, son inescrutables.

Apadrinada por nada menos que Danis Tanovic (En tierra de nadie, 2001) y Calin Peter Netzer (Child’s Pose, 2011), el debut del joven cineasta turco, una coproducción turca-francesa-rumana, bebe de nítidas influencias que Mertoglu tiene a bien explicitar a quién le pregunte: Roy Andersson, Pierre Etaix, Cristi Puiu o Corneliu Porumbiu. Algunas más reconocibles que otras (depende de lo familiarizado que esté uno con la filmografía de sus directores), todas sirven para ilustrar con facilidad el tipo de humor y de comedia que podemos encontrar en Albüm.

Con una premisa sorprendente para un espectador occidental, pero no tanto para alguien familiarizado con la sociedad turca (luego nos explicaremos), el debut de Mertoglu se centra en las peripecias de un matrimonio de clase media en la Turquía contemporánea, Bahar y Cüneyt, empleada de una oficina de impuestos municipal ella, profesor de historia él, para hacer pasar a su hijo adoptivo por biológico: creación de un álbum de fotos del embarazo usando una tripa falsa, instantáneas forzadas con personal sanitario responsable del “parto” ya con el niño adoptado, traslados de residencia para “borrar” las huellas del proceso y toda una compleja construcción de recuerdos sobre el ser padres para contar en las sobremesas de los esporádicos encuentros sociales de la pareja.

Con una escena inicial de 10’, en apariencia desconcertante, que ilustra el detallado proceso de fecundación y parto de una vaca en una granja industrial, más alguna otra escena ya con Bahar (Şebnem Bozoklu) y Cüneyt (Murat Kiliç), nuestros padres, de protagonistas, en las que es evidente la ausencia de sintonía afectiva con el tan ansiado bebé, una se pregunta si Mertoglu buscaba deslizar una sutil crítica a ciertas parentalidades confusas y autoimpuestas contemporáneas, o si dicha sensación está más en este subjetivo ojo de espectador. De serlo, no sería la única crítica o reflejo crítico, en este caso de la Turquía contemporánea, que podemos encontrar en la película, convirtiéndose Albüm, según avanza el metraje, en una ocurrente sátira social vehiculizada a través de las discutibles acciones y decisiones de Bahar y Cüneyt, en torno, por ejemplo, a la selección de su bebé (no demasiado oscuro, no vaya a parecer sirio o kurdo), o del comportamiento de protagonistas y secundarios fugaces (el director de uno de los orfanatos jugando al solitario mientras Bahar y Cüneyt esperan una respuesta), casi todos ellos funcionarios públicos, respecto a sus honorables y determinantes funciones dentro de la maquinaria burocrática del país (muy en la línea de los rumanos y su crítica a la ineptitud institucional). Para acabar de completar el fresco social nos enterábamos en el Q&A posterior a la proyección de la película que la premisa inicial de Albüm se corresponde con una realidad en Turquía, dónde la infertilidad es aún tabú y no son pocas las parejas, que como nuestros protagonistas, tratan de ocultar el proceso de adopción de forma semejante.

album 2016

Con un manejo efectivo de diálogos prototípicos dignos de la buena comedia negra, así como de los tics estilísticos de sus referentes, aunque aún sin digerir, Mertoglu construye una sucesión de escenas que, con diferente éxito, despiertan la sonrisa cómplice que emerge en el espectador tras la experiencia del encuentro con el absurdo, ya sea este logrado alargando hasta el extremo situaciones cotidianas, con planos estáticos sobre los que superponen los diálogos o por la mera contemplación de un par de personas inexpresivas entregadas a la oralidad compulsiva. De final abierto, a gusto personal del director, Albüm pierde poco tiempo construyendo profundidad psicológica en los personajes o aclarando las motivaciones de los mismos, lo que no impide que nos imaginemos hacia dónde se dirigen Bahar y Cüneyt tras la constatación de que, a pesar de los esfuerzos, no han podido borrar el rastro en su país de su secreto, y tras la lapidaria y sarcástica respuesta de él cuando ella sugiere Europa: sí, Londres y París nos esperan con los brazos abiertos.

Un buen debut, en definitiva, en el largo para Mertoglu, quién empieza en esto más que bien acompañado, contando incluso con Marius Panduru (habitual de Porumboiu o Radu Jude) como responsable de la fotografía, y que se va de Sarajevo con un galardón, que si bien no creo que le ayude en la distribución de la cinta, no me extrañaría que allanara su paso por otros festivales de características similares.

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