Argo y Después de Mayo

Segunda Crónica: the whole mess… almost Por Déborah García

«I ran up six flights of stair to my small furnished room, opened the window and began throwing out those things most important in life. First to go, Truth, squealing like a fink: “Don’t! I’ll tell awful things about you!”

Exactamente lo mismo que Gregory Corso, el poeta beat que nombran al comienzo de Después de Mayo, eso es lo que hice el segundo día de Festival al llegar de noche a la habitación en la que estoy, lanzar la Verdad por la ventana. El segundo día comenzó con la rueda de prensa de Blancanieves de Pablo Berger, una película maravillosa que reinventa e introduce los elementos españoles más castizos, como los toros, el flamenco, o el humor negro, en una narración con tintes góticos, en una realidad de cuento.  ¿Tiene futuro el mudo? Le preguntan al director, él contesta que el mudo en su película es básicamente una anécdota formal. “Una anécdota que intenta aumentar la atención del espectador para que se involucre en el viaje”, y lo cierto es que funciona. En el cine mudo, dice Angela Molina, “los personajes hablan por sí mismos”. Cuando más interesante se ponía la entrevista y Maribel Verdú hablaba de la construcción de su personaje, tengo que abandonar la sala para asistir a la próxima película. Casi sin tiempo y corriendo, me dirigí hacia el Kursaal para asistir a la proyección de la película de Ben Affleck. Reconozco que tenía prejuicios, todo el mundo me había hablado genial de Argo, y empecé a sentir mucho miedo. La película de Ben Affleck cuenta los sucesos ocurridos durante la toma de la embajada estadounidense de Teherán en el año 1979. En el transcurso de la misma, seis trabajadores del gobierno de Estados Unidos logran escapar y esconderse en el domicilio del embajador de Canadá. Es entonces cuando Tony Mendez (Ben Affleck), un especialista de la CIA, toma cartas en el asunto con el propósito de encontrar un plan que le permita traer de vuelta a los diplomáticos. El plan que idea Tony Mendez para que puedan abandonar Irán consistiría en hacer pasar a los seis por un equipo de rodaje, que busca localizaciones para una película de ciencia ficción llamada Argo. La película es entretenida, tiene un ritmo adecuado, y es la sala del Kursaal casi en su totalidad la que hace despegar el avión en el que van los diplomáticos cuando la Guardia Revolucionaria lo persigue a toda velocidad por la pista de aterrizaje.

¡Joder!, me digo, todo el mundo está aplaudiendo. ¿Por qué me siento engañada? Tengo que reconocer que John Godman y Alan Arkin en la película están genial en sus papeles como productor y director de finales de los setenta, introduciendo además esa subtrama de crítica al funcionamiento del cine de aquella época, pero… ¿por qué no me creo nada? ¿Qué sucesos son los que se recrean en esta película? El filme de Affleck es tan adecuado que me incomoda, tan dulce que me da nauseas. Es tan perfecto que empieza con una bandera estadounidense siendo quemada y acaba con ella ondeando en el porche de una casa tras una pareja que se besa. A la gente le encanta la imagen de la victoria siempre que sea absoluta, la imagen asfixiada, hermética. La película de Affleck es la verdad. La verdad que necesita de la tira de comic, de los noticiarios de la época, la verdad que no dice nada, que no cuenta nada. La verdad que necesita una nota a pie de página que dice: “Esta operación es considerada modelo de cooperación entre naciones”.

Argo

Argo

«The only thing left in the room was Death hiding beneath the kitchen sink: “I’m not real!”

La segunda película del día fue Después de Mayo. Yo la esperaba con auténtica ansia, y debo confesar que, cuando terminó, mi incredulidad era absoluta, como la de la mayoría. Pero sabía que tenía que alejarme de toda esa gente que, a la salida del Teatro Principal, se preguntaba porque Assayas retomaba la revolución, y sobre todo por qué la abordaba de esa manera tan irregular. Sabía que, de la misma forma que Argo había acabado por desnudarse, revelando la trampa, podría existir algo que acabará por mostrarse y por desprenderse de la película que acababa de ver.
Después de Mayo se presenta desde su título como una muerte anunciada, el después de, el ocaso, una auténtica oscuridad.

Después de Mayo es el culmen de ese cine que vuelve a mirar hacia atrás desde la nostalgia, desde la derrota asumida. El relato pues, se anuncia inútil desde el principio. Estamos en el otoño de la revolución, hemos dejado las azoteas desde las que creímos en Los amantes habituales (Les amants réguliers, 2005, Phillipe Garrel), y estamos a ras de suelo. Aquí hemos dejado de soñar. Los setenta franceses se abrieron paso entre huelgas en las fábricas y luchas sindicales, una atmósfera de desilusión. El otoño del verano del amor ha dejado paso a una  música más oscura, que invita más a la introspección y a la paranoia individual (Syd Barrett, Nick Drake) que al desenfreno colectivo. Olivier Assayas sitúa la cámara alrededor de un grupo de jóvenes estudiantes de instituto que frecuentan los ambientes maoístas y trostkistas. Gilles destaca entre todos ellos, un personaje que igual que la película bascula entre la militancia absoluta (el colectivo) y el arte, ese pensamiento de subversión a través de la creación que aboca al que lo elige a la soledad (el individuo). Ambas cosas, además, apuntadas por dos mujeres que estarían representando a cada una de esas posibilidades en las que se desdibuja su vida: Christine (Lola Creton), la conciencia política, y Laure (Carole Combes), la musa.

La gente parece sentirse cómoda con aquellos directores que presentan la imagen absoluta, una imagen alfa y omega, una imagen totalizadora que lo explica todo. Yo no creo que exista y si existe, me da miedo. Olivier Assayas construye su película a base de retazos, pinceladas, idas y venidas, repentinos fundidos en negro, como si hablará de memoria, en primera persona, y tuviera que cortar violentamente la escena porque no es capaz de articular en imágenes lo que sucede a continuación. Por eso confío más en esta imagen agujereada y viva, en este discurso abierto dudoso y de vaivén, incompleto y fragmentado, imperfecto. Y sobre todo, como memoria, confío más en esa mujer musa fantasmagórica que amenaza con salirse de la pantalla hacia el final de la película, que en toda la perfección tramposa de Argo.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Olga dice:

    Es como si hubiera estado ahí. Gracias! 🙂

    1. Deb dice:

      De eso se trataba, gracias por tu comentario, Olga.

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