Art War

The Wall = “The” Newspaper Por Fernando Solla

“Però, tot i que rimen, un pinzell i
un fusell no són ben bé la mateixa cosa…”
“Pero, aunque riman, un pincel y
un fusil no son exactamente lo mismo…”
Extracto de la obra teatral Barcelona (Pere Riera, 2013)

El formato documental también ha tenido su representación en la parrilla del Panorama de Cinema Alemany de Barcelona 2014 con un apasionante ejercicio metalingüístico titulado Art War, que su artífice impulsor, Marco Wilms, ha transformado en una puntillosa reflexión sobre el poder del arte como arma contra la represión, a la vez que lo ha convertido en un artista total, eminentemente comunicativo, que realiza las tareas de dirección, guión, producción, fotografía y montaje. Nacido en Berlín Oriental en 1966, es además diseñador gráfico, modelo y se ha desarrollado como intérprete en el Actor’s Studio de Nueva York. Estos datos curriculares no trascenderían la mera anécdota sino fuera porque con este trabajo, Wilms ha conseguido plasmar su voz a través de las imágenes con una claridad impoluta sin renunciar a un mensaje complejo y exquisitamente desarrollado, algo que sólo se ha podido conseguir gracias a su dominio transversal de los apartados técnicos y artísticos.

Situándose en el contexto de la Primavera Árabe de Egipto, tras la caída de Mubarak (2011), el film renuncia a convertirse en una crónica al uso de los hechos (incluso de las diversas opiniones al respecto de los implicados) para centrarse en los dos años transcurridos en anarquía posrevolucionaria hasta las elecciones parlamentarias de 2013 y en cómo un grupo de artistas y sus seguidores mantuvieron viva la llama de la oposición al integrismo musulmán, elevandoya desde el prólogo a los grafiteros de hoy en día como los herederos de los historiadores sin nombre de la Edad Antigua, que retrataron en las paredes de las pirámides faraónicas los grandes acontecimientos de su época.

Art War

El resultado antes de entrar en la sala de montaje constaba de más de ciento veinte horas rodadas, que en el metraje final se han reducido a algo menos de noventa minutos. Wilms ha modificado el código más o menos establecido de comunicación, reduciendo a emisor y mensaje a algo anecdótico. El artista se centrará únicamente en el canal de transmisión y, especialmente, en el receptor / espectador, jugándose toda su verosimilitud, coherencia y capacidad de convicción a una sola carta, ganando categóricamente la partida y desprendiendo una sensibilidad y empatía apabullantes. Cuando se trata de un conflicto armado, reflejar la imperiosidad social de lo que se está mostrando resulta indefectible y prioritario en el tratamiento del contenido. En Art War se propone el muro, similar al de Berlín, de la calle Mohamed Mahmout como una muestra de arte con un mensaje divulgativo alternativo al propuesto por el gobierno, colindante a las actividades y manifestaciones que se sucedieron en Tahir Square (El Cairo). Sin llegar a trazar nunca una línea cronológica correlativa que guíe al espectador a través de los hechos narrados y quizá dificultando un poco la comprensión para aquellos no introducidos en el conflicto en cuestión. La idea es que nos perdamos entre la cronología interna de un film que no seguirá el mismo orden que la recta temporal del conflicto egipcio.

A través de la divulgación artística, Wilms nos sitúa en un estado anímico y creativo en el que los autores se encuentran cuando abandonar el país no es una opción, pero tampoco la violencia es la alternativa. En un contexto en que los medios de comunicación apoyan abiertamente al integrismo musulmán y en que proclaman que cualquier reacción provocada por los artistas es algo punible y el cambio es visto como algo negativo, las manifestaciones artísticas se convierten en anarquía, que es vista por los creadores como un formato o canal para llamar la atención, pero no como un sistema político en sí mismo, es decir, la anarquía es el medio, no la finalidad. Cinco serán los representantes principales escogidos por el realizador: Ammar, Ganzeer, Bosaina, Hamed y Rami Essam.

Art War 2

El primero, natural de Luxor, utilizará los grandes murales que pinta sobre muros a modo de periódico ilustrado de la revolución. El material sobre el que imprime sus creaciones será a su vez metáfora de la reacción esperada, un choque frontal contra la realidad más inmediata. A su vez, Ganzeer, diseñador gráfico de El Cairo, participa activamente en difundir el punto de vista egipcio sobre la sexualidad y sobre los deseos femeninos al respecto. Bosaina es una cantante electropunk que transmite a través de sus letras y vídeos la frustración y rabia que le producen haber nacido en un país donde su opinión no es tenida en cuenta, motivo que la ha llevado a participar en esta guerra artística y transmitir la necesidad de segregación del poder dominante. En Hamed conoceremos a un provocativo escritor, amenazado de muerte por el sector musulmán y extremo militante contra el islamismo, que defiende la importancia de la revuelta (artística) como la actitud a tomar durante estos momentos convulsos: la reacción es ya la consumición del arte, participando activamente de ella ya desde el momento de su contemplación. Finalmente, Rami Essam, será el cantante de la revolución, cuyas canciones a ritmo de rap llenarán la Tahir Square y lo convertirán en algo parecido a un juglar contemporáneo.

Art War 3

Finalmente, cuando cae en las manos de un comunicador (ya sea artista o informador) un documento como Art War, uno se ve en la obligación de compartirlo con el resto de conciudadanos como un momento único y, desde ya mismo referencial, dentro de este fenómeno de intercambio cultural llamado Arte. Con el trabajo de Marco Wilms recuperamos con ilusión la idea de que cualquier manifestación artística, una vez terminada pasa a pertenecer no sólo al autor, sino a todo su público, convirtiéndose en reflejo de la sociedad al mismo tiempo que la define y hace avanzar. Además, una interesante reflexión se desprende durante el visionado del largometraje cuando vemos cómo los países europeos también exportamos nuestros conflictos de décadas atrás. Con un calado y significación (ética y estética) equiparables a los de Hair (Milos Forman, 1979) y Pink Floyd The Wall (Alan Parker, 1982), damos la bienvenida a Marco Wilms como figura portadora de un discurso crítico cinematográfico de capacidad persuasiva incontestable, dirigido a todos aquéllos para los que, como diría Rami Essam,“to you the Revolution was just a distant dream…”

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