Avanti Popolo

Por eso se terminó el cine (el cuarto está cerrado) Por Fernando Solla

Avanti o popolo, alla riscossa
Bandiera rossa, Bandiera rossa
Avanti o popolo, alla riscossa
Bandera rossa trionfera!

Avanti Popolo (himno socialista, 1908)

Para su primer largometraje el realizador de origen uruguayo-israelí Michael Wahrmann ha decidido seguir desarrollando el marco de trabajo que comenzó en sus cortos Avós (2009) y OMA (2011) donde impulsa aspectos individuales autobiográficos como cimentadores de la identidad colectiva configurada por la memoria y la política. En definitiva, la Historia.

Avanti Popolo es, además de un himno socialista que canta en favor del comunismo y la libertad, el título de otro largometraje de 1986 que también se nombra en el filme que nos ocupa. Una voz en off nos describirá una escena de la cinta israelí dirigida por RafiBukai, donde dos soldados, uno egipcio y otro semita, comparten un momento de “…solidaridad o falsa euforia” al escucharlo. Lejos de buscar similitudes entre ambos, la intención de Wahrmann es, en primer lugar, hermanar los sentimientos de identidad y pertenencia con el hábito de rodar y ver cine para, a continuación, convertir el mismo acto cinematográfico en el verdadero y más poderoso himno testimonial.

Avanti Popolo 1

La inclusión de Brasil dentro del asunto latino; la conservación de folclore popular como recipiente de la memoria colectiva y la resistencia ante la muerte del medio cinematográfico como transmisor comunicativo, conector e impulsor del intercambio cultural inherente en su naturaleza. El realizador y guionista estructura su discurso en estas tres capas que nos llegan de manera unívoca y unitaria gracias al cuidadísimo montaje de Ricardo Alves Jr. y Fellipe Barbosa y al delicado trabajo del departamento de sonido, capitaneado por el propio Wahrmann. Emociona el tratamiento de los efectos especiales en una película en la que se debate sobre la idea de un cine solitario alejado de la industria cinematográfica y, por ese mismo motivo, poco visible.

“Sin industria no hay proyector…”.Con esta frase concluirá el debate que protagonizarán André (André Gatti) y el técnico que reparará su proyector Súper 8 mm. (Marcos Bertoni). El segundo se erigirá como único y, por tanto, máximo portavoz del movimiento cinematográfico Dogma 2002, cuya máxima primordial será que no se puede rodar material nuevo, sino montar, editar y doblar elementos realizados previamente. Donde el primero ve las limitaciones y prohibiciones autoimpuestas en su vertiente represora, el personaje (sin nombre) de Bertoni las utilizará para, a través de la brecha de la creatividad, encontrar la única vía de escape posible. Siniestra metáfora de los efectos humanos de la dictadura militar que se inició en Brasil tras el golpe de estado de 1964.

Avanti Popolo 2 (2)

Avanti Popolo adquiere connotaciones poéticas en la relación del señor Gatti padre (Carlos Reichenbach) con sus dos hijos.
André, presente de nuevo en la humilde morada de su progenitor (reducida ante los ojos del espectador a una única sala de estar) decidirá reparar el proyector del que hablábamos antes para recuperar las cintas que su hermano (Júlio Martí) enviaba desde la Unión Soviética, donde se marchó para poder estudiar, durante la dictadura. Hijo presente y hermano ausente, ya que nunca volvió al hogar familiar.

Esta premisa le sirve al realizador para contextualizar su película dentro de un culminante ejercicio metacinematográfico, a la vez expansión del movimiento literario del realismo mágico al cine. Devolviendo a través del metraje encontrado la memoria del hijo ausente (a día de hoy elemento extraño e irreal) a la vida cotidiana y familiar. El choque y de ahí la catarsis vendrá no tanto de la búsqueda de los sentimientos y emociones de los espectadores como de la explicación de los del protagonista, universalizando de este modo el caso concreto, tanto el ficticio como el real. Individuo, núcleo familiar, colectivo, sociedad…

Las imágenes se usarán a modo de monólogo interior, permitiendo a los personajes recuperar su vida una vez ya la han vivido y, a la vez, rechazar inmediatamente lo que ya no sirva de nada. Asistiremos también a un emocionante diálogo constante entre padre e hijo, que se convertirá en conversación a cuatro. Frases que se dicen sin significar nada a les que se superpondrá la voz en off del pensamiento de aquellos que las pronuncian, espacio donde el acto comunicativo conseguirá culminarse por fin. Dos voces elevadas al cuadrado que, añadidas al enfoque que el realizador aplica a la figura del locutor radiofónico como trovador o juglar contemporáneo alcanzará cotas de gran intensidad dramática, ganando la batalla a cualquier amago de impostura o efectismo.

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La secuencia en que el perro, Ballena, desaparece introduce elementos de fábula en el largometraje. Animal, convertido en único compañero del padre, que desaparecerá como el hijo emigrado para reaparecer a la vez que André consigue arreglar el proyector, devolviendo a la vida a su hermano ante los ojos paternos. Ese momento en que el anciano se ve superado por la realidad de lo que ha sido su vida y la de su hijo, en la que ya no puede ver (que no mirar) más y todo se le vuelve gris, ofrece a los espectadores el más genuino momento cinematográfico de la velada. Ver en un mismo plano a André y a su padre, apoyados contra la pared donde se proyecta la imagen del segundo hijo, que a su vez está enfocando con su cámara hacia nuestros ojos, compartiendo con nosotros su experiencia es algo de una generosidad y hermosura apabullantes.

La reacción del padre nos permite leer entre líneas cuál ha sido el resultado de la represión de la dictadura en una generación a la vez que muestra el rechazo a otra dictadura a la que todos nos vemos sometidos, la del control de la industria cinematográfica, tanto en lo referente a formatos como a contenidos. Una muestra de cine político, que lo es precisamente por el simple hecho que supone rodar una película, en un momento social en el que el hecho de pagar el importe de una entrada ya supone un acto de protesta en sí mismo.

Finalmente, destacar que el ejercicio metacinematográfico que supone Avanti Popolo tiene su continuación en el terreno de la distribución, a cargo de Zumzeig, que también da nombre a la sala donde la película se exhibirá en Barcelona a partir del 20 de febrero.

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