¡Ave, César!
Una historia del Cristianismo en Hollywood Por Paula López Montero
“Una verdad no contada con palabras, sino con luz”.
La última película de los hermanos Coen se presenta con la maduración de un imaginario propio, asentado, que ha ahondado en el género negro, en la ironía, en la violencia, en los entresijos y vicios del comportamiento norteamericano y que, después de haber recorrido los parámetros, se posiciona en un estrato mucho más superfluo, más global, más aéreo y, si cabe, más crítico. ¡Ave, César!, cuyo título y subtítulo –una historia del cristianismo- recuerdan a priori a Ben-hur, quizá la obra más pretenciosa del sistema de Hollywood. ¿Una parodia? Mucho más.
No estoy de acuerdo, como algunos se aventuran a pensar, en que los Coen hacen un homenaje al Hollywood de los años 50, sino que se acercan más a la ironía tan bien trazada a lo largo de su filmografía. Decir que es un homenaje es, quizá, no haber entendido la atmósfera, ser también un títere de la espectacularidad de la imagen, estar demasiado inmerso en el ensimismamiento con el que la producción de Hollywood sigue haciendo alarde. Joel y Ethan, en una sintonía parecida a la de Tarantino, nos cuestionan sobre nuestro propio uso de consumir los géneros, sobre el discurso y la verdad; pero sin olvidar lo más importante, el disfrute y el deleite.
La adulación al Star System, que recorre y donde se sustenta todo la producción cinematográfica de los años 50, habría de decirnos también muchas más cosas sobre la forma en la que nosotros hoy, miramos, consumimos (que al fin y al cabo se han convertido en lo mismo). En efecto, está bien preguntarse sobre el consumo y el circuito de las películas y series que cobran su importancia en el personaje, en el actor. Nos siguen importando más las tramas de la extravagancia del personaje, de sus chascarrillos y miserias, de sus comportamientos excéntricos que los modelos de ejemplaridad ética. ¿Por qué?, quizá esto se acabe convirtiendo en una reflexión sobre la posmodernidad. Capitol Pictures (que era, por cierto, el estudio que contrata al guionista de Barton Fink) es el escenario y el sistema, el conglomerado, la fábrica de modulaciones del pathos de las masas, el sueño americano.
Y es que ¡Ave, César! es un film sobre el sistema de producción capitalista. El eje de la trama por excelencia, el rapto y la persecución, se despliega esta vez bajo el antifaz de un grupo de guionistas y conspiradores marxistas en los que se encuentra un tal Marcuse. Marcuse, en referencia al filósofo Herbert Marcuse, quien por cierto obtuvo la doble nacionalidad, alemana y estadounidense y quien estuvo trabajando para La Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos, antesala de lo que sería la CIA. Marcuse, crítico por excelencia de la sociedad capitalista, argumentaba que la conciencia humana había sido fetichizada y que las necesidades del hombre son necesidades ficticias, producidas por la sociedad industrial moderna, y orientadas a los fines del mismo modelo. Discurso y sátira implícita en la trama de los Coen.
Decía que el eje de la trama era el rapto del actor más afamado del sistema Baird Whitlock (George Clooney), y que en torno a la trama investigadora se desplegaban las otras, pero toda la acción, la coralidad del discurso se posiciona en torno a la figura de Eddie Mannix (Josh Brolin), el garante y el responsable máximo del propio Capitol Pictures. Así se van abriendo las diferentes historias, las diferentes meta-producciones que ponen sobreaviso la gran maestría de los hermanos y el control del género. Así encontramos los vicios del western, del cine negro, del claqué, del melodrama, del musical coreográfico o del cine bélico. Por cierto, estoy segura que lo que más se comentará será la impecable puesta en escena de la coreografía de claqué marinero de Channing Tatum. Magnífico.
Sobre el narrador ¿quién es el narrador? Pregunta que ya retumbaba en El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998), guiño y marca de los Coen. Decía al principio, que el film era mucho más aéreo, y es que también los recursos de la cámara son también más ingrávidos, como si una visión mucho más global se estuviese poniendo en juego, el ojo que todo lo ve ¿Dios? Y es que ¡Ave, César! disfrazado de parodia del cine, no deja de hablarnos de esa historia del cristianismo. Pero habría de decir primero que el modo de producción capitalista de Hollywood tiene que ver con el uso sobre el tiempo, y sobre el relato estadounidense. Me explico: la forma de articularse de una nación viene determinada por la ley escrita, y también por el contexto y la concepción del tiempo. En Europa en una tradición mucho más larga, es el tiempo de la Posmodernidad, es el tiempo del instante y la diferencia sincrónica. Tiempo que corre mucho más deprisa en Estados Unidos con su concepción basada en la promesa y en la teología, con la que pueden resolver sus diferencias siempre y cuando se hable de esperanza y de absolución. Y es que el modus operandi capitalista tiene mucho que ver con los valores cristianos de la misma nación. Unos valores, que por cierto ¡Ave, César! también cuestiona, no importa el contenido sino la dimensión estética de la religión.
Así, en el cenit del film, el narrador en alusión a la importancia cobrada por el discurso fílmico nos dice que esta es una historia sobre la verdad, “Una verdad no contada con palabras, sino con luz”. Los Coen ofrecen por encima, pero sin olvidar el placer y la maestría estética, una reflexión satírica sobre el mismo trasfondo de la sociedad, del cine, y del modo de producción del Hollywood de los años 50.