Basilio Martín Patino. La décima carta

Autocorrespondencia Por Jose Cabello

Márgenes inaugura su cuarta edición con Basilio Martín Patino. La décima carta. El documental erigido a través de la figura de Patino se acerca a él en un marco íntimo, anclándose en el escenario de su domicilio particular para así confeccionar un retrato desde lo personal. Un retrato que la directora, Virginia García del Pino, formula a través de diez cartas establecidas como diez capítulos dentro de la película y jugando a construir un paralelismo entre Basilio Martín Patino. La décima carta y Nueve Cartas a Berta (Basilio Martín Patino, 1966), una de las obras más conocidas del director. Conviene aclarar que la intencionalidad de Virginia al crear este microuniverso en donde ella y Patino dialogan sobre cuestiones de la vida de éste último, debería entenderse más como un acercamiento desde la admiración, relegando así la mirada a lo estrictamente profesional.

La decisión de engendrar el documental como un ejercicio de metacine dinamita, en parte, el conjunto de una película que no consigue funcionar al cien por cien en la fórmula que la directora se ha empeñado en explotar. Enseñarnos los entresijos del cine, es decir, optar por un montaje donde se muestra abiertamente el proceso de creación del propio documental, no aporta nada al global de la propuesta. No suma. No resta. Y cuando una herramienta no surte efecto, no posee razones de instrumento ni actúa como resorte de la intrahistoria, carece de sentido de inclusión. Aún así, Basilio Martín Patino. La décima carta, salva los muebles cuando la mano de la directora se vuelve invisible, cuando las directrices no son tan directrices y la espontaneidad de Patino toma la cámara.

Patino, uno de los documentalistas más importantes de la Historia del Cine Español, cuenta desde el salón de su casa cómo le fue posible pervivir con su cine en la mochila durante la Dictadura Franquista, explicando las artimañas que empleaba para esquivar al Régimen y seguir creando. Pero tampoco el documental se detiene en cada una de las piezas cinematográficas del director, de hecho solo habla en profundidad de una, el resto del tiempo salta constantemente de atrás hacia adelante, provocando una sensación de aturdimiento. Irónicamente, aparece en la película Gonzalo Suárez, el homenajeado en esta edición de Márgenes, y en una de las conversaciones que mantiene con Virginia apunta la clave de lo que no debería ser el documental. Según Gonzalo, la directora debe evitar hacer un retrato que luego pueda resumirse como “dos tardes con Patino” y obligarse a ir más allá. Gonzalo Suárez instruye de un obstáculo que no logra sortear el documental. Quizás imaginamos recibir una cantidad considerable de jugo, ya que frente a nosotros advertimos una materia prima apabullante. Pero ese jugo a borbotones nunca llega y en su lugar solo tenemos unas pequeñas gotas al final del vaso.

Basilio Martín Patino. La décima carta

Lo diverso de los terrenos surcados por Basilio Martín Patino. La décima carta, le suma valor, le hace crecer, le somete a un sinfín de puntos de inflexión, aunque lejos de reforzar cada pisada, da un paso adelante y dos atrás.
En el camino de la película, la bifurcación de un ramal casi siempre termina en el callejón sin salida, o al menos en el más abrupto de los recorridos, y aunque luego consiga salir a la superficie y respirar, lo cierto es que ya nos ha dejado sin aire. Las pinceladas a la vida del director juegan a favor pero terminan volviéndose en contra cuando pasan a ser brochazos y la película nos transporta a la piel de un cowboy que intenta, sin mucho éxito, domar a una fiera.

Dejando atrás la maraña y centrándonos más en el propio valor intrínseco al documento, Basilio Martín Patino. La décima carta resitúa en el mapa, a la vez que reivindica su reconocimiento, la importante labor de Patino, evitando que el paso del tiempo borre la silueta de un director caracterizado por una actitud rebelde, iconoclasta, que llegó a hacer y sigue haciendo de su vida un acto político. La película podría funcionar como buen aperitivo a la filmografía de Patino, empujando, sobre todo a los más jóvenes, a zambullirse de lleno en el trabajo de un director que ha retratado los grandes cambios de nuestra historia reciente, desde los verdugos oficiales de la Dictadura, Queridísimos Verdugos (1977), hasta el movimiento 15M, Libre te quiero (2012).

 

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