Batman Begins
Para vencer tu miedo debes convertirte en él Por Fernando Solla
“Cuando el enemigo estaba a las puertas, los romanos abolían la
democracia y elegían a un hombre para que protegiera la ciudad.
Y no se consideraba un honor, si no un servicio público”
El 2005 será recordado por ser el año en que Christopher Nolan consiguió vencer cualquier escepticismo ante la posibilidad de devolver la vida cinematográfica a uno de los superhéroes más emblemáticos de DC Comics, que ya contaba con su propia publicación desde la década de los cuarenta del siglo pasado.
Después del doble fracaso que Joel Schumacher alcanzó con Batman Forever (1995) y Batman & Robin (1997) la dificultad no recaía tanto en realizar un producto con entidad propia, sino en despertar el interés del sector más mayoritario posible de un público que se sintió decepcionado y enrojeció, ajenamente avergonzado, ante el visionado de los episodios de Schumacher, que no consiguió ni retratar el estilo camp de la serie de los sesenta ni acercar al público infantil a un superhéroe que se movía en un contexto pastel y multicolor, que parecía antes un anticipo de lo que años después sería la discoteca Babylon, en cuyos ambientes nos recreamos en la serie Queer As Folk (2000-2005), que esa ciudad de Gotham, oscura y sombría, que tan bien reflejó Tim Burton en Batman (1989) y Batman vuelve (Batman Returns, 1992).
Burton rozó la excelencia en la puesta en escena y la consiguió sin ninguna duda en la elección de los villanos y de los actores que les dieron vida. Jack Nicholson dio rienda suelta a todo su histrionismo para componer un Jocker, más divertido que torturado, pero dueño de la función. Danny De Vito no ha vuelto a componer otro personaje que supere ese Pingüino, escalofriante a más no poder cuando comía pescado crudo y sangraba de color negro por la nariz. Y Michelle Pfeiffer nos hizo disfrutar con su Catwoman, esparciendo feromonas con la misma facilidad como Campanilla esparcía polvo de hada, convirtiendo su villana en la más perturbadora, atractiva y sexi de toda la historia del cine. Todos ellos convirtieron al Batman de Michael Keaton en un personaje casi secundario. Algo sosainas sí que fue, pero el actor supo encajar bastante bien con la sensibilidad noventera, que en esos años enfilaba hacia el grunge, encarnando a un niño grande rico y cultureta, con mucho tiempo libre.
Y entonces llegó Nolan. Con sus flashbacks invertidos y sus subprogramas narrativos, multiplicidad de subtramas que parecen desvanecerse en algún momento de la narración, pero que al final convergen en un punto único y hacen avanzar el argumento hacia unos niveles de introspección psicológica abrumadores, construyendo uno de los personajes más atormentados del cine reciente a través del diálogo y de la acción, que no queda supeditada a unas cuantas escenas, como últimamente estamos tan acostumbrados en las películas de superhéroes, si no que es a través de ella que conocemos los entresijos de la mente de Bruce Wayne, así como del resto de personajes, hasta llegar a la catarsis orgiástica que cierra la película.
Realmente Batman Begins es el principio de todo. Hasta de ese fenómeno que tan de moda está últimamente llamado reboot, que consiste en realizar precuelas o sospechosos replanteamientos argumentales de personajes o historias ya existentes. No es tanto una vuelta a los orígenes si no el origen en sí mismo, ya que se asientan las bases argumentales, estéticas, emocionales, interpretativas, ideológicas y filosóficas, proyectando la película muy por encima de cualquier adaptación de cómic vista hasta la fecha, sólo superada, y no de tanto, por El Caballero Oscuro (The Dark Knight, 2008).
Nolan no renuncia a algunas concesiones propias del blockbuster y revienta taquillas, dotando al producto de una radicalidad elegante y tenebrosa, profundizando en la psicología del personaje principal, con un guión sólido y eficaz, explícita lectura política incluida (esa manipulación del miedo ajeno para conseguir doblegar a las masas), llegando a cotas apocalípticas en su reflexión sobre la diferencia entre justicia, armonía, venganza como canalizadora de la ira y la satisfacción personal que proporciona su ejecución. No sabremos muy bien dónde colocar la línea divisoria entre héroe y villano. Brutalmente cercana visión del hombre como lobo para el propio hombre, del miedo que provoca el desconocimiento de nuestro prójimo y de la necesidad de objetivar (convertir en objetos) nuestros idealismos más profundos.
La película comienza con un flashback del joven Bruce Wayne, con ocho años de edad, cayendo a un pozo, ubicado en los alrededores de la mansión de sus padres. Allí topa con una colonia de murciélagos que se abalanza sobre él, por lo que desarrolla una fobia hacia esos animales. Días después la familia Wayne se dirige a la ciudad para presenciar una ópera. Viajan en el metro diseñado por le padre de Bruce, un medio de transporte eficaz y barato, al servicio de la ciudadanía. El niño Bruce ve cómo los actores representan a las criaturas aladas que tanto pavor le causan y le pide a su padre que se vayan a casa. A la salida del teatro, en un callejón oscuro y poco concurrido, los padres son asesinados. Años después, nuestro protagonista regresa de la Universidad de Princeton a Gotham City, donde presencia el juicio en el que liberan al asesino de sus progenitores a cambio de su testimonio contra Carmine Falcone, un mafioso local. Rachel (Katie Holmes), amiga de la infancia convertida en fiscal del distrito, decepcionada por el afán de venganza de Bruce, le lleva a un callejón subterráneo para mostrarle la corrupción inherente al poder dominante y lo devastada que está la ciudad. Bruce se enfrentará a Falcone, para darse cuenta que en lo que respecta a la naturaleza criminal es un ignorante y, en consecuencia, emprenderá un viaje por el mundo oriental para entender la mente de los criminales. En la cárcel conoce a Henri Ducard, que lo invita a formar parte del grupo de élite de vigilantes/justicieros La Liga de las Sombras, liderado por Ra’s al Ghul.
Y este es el apasionante principio de todo. A partir de ahí espectacular despliegue de la acción a través de la creación de personajes y su maravilloso desarrollo, sobretodo, y con permiso del protagonista y de sus dos compinches, de los villanos. A través del conocimiento de los motivos y afanes de los antagonistas del héroe enmascarado, se desarrolla todo el nudo argumental. Ra’s al Ghul (Ken Watanabe) y Henri Ducard (Liam Neeson) son los máximos representantes de la casi secta sombría que acoge a un Bruce perdido en su afán de satisfacción personal a través del ajusticiamiento, enseñándole a manipular los miedos ajenos a través de los suyos propios en una interesantísima exploración de la línea difuminada que separa el bien del mal. Crítica explícita a una sociedad indulgente en exceso formada, por hombres sin decoro contra los que “…hay que luchar sin compasión…”. Bruce aprenderá que confrontar la ira es asimilar la culpa y encontrará en los luchadores ninja y la asimilación de los conceptos de invisibilidad, paciencia, inteligencia, teatralidad y engaño sus mejores y más poderosos aliados. Estupenda reflexión sobre el origen de nuestro hombre oscuro.
De vuelta a Gotham veremos como la población está cada vez más empobrecida. Los burócratas que controlaban la parte financiera de las industrias Wayne se han hecho con el poder, usando el arma más dañina: la economía. Si a eso le sumamos el inquietante personaje del doctor Crane / Espantapájaros (Cillian Murphy), que ha ideado un gas tóxico que provoca en quien lo aspira la manifestación de sus miedos más profundos personificados en quién se le pone delante y con el que pretende controlar las mentes de todos los habitantes de la ciudad a través de su miedo, ya tenemos la necesidad de la aparición del superhéroe.
Un superhéroe que no deja de ser sólo un hombre. Sólo uno, ya que Christian Bale se erige como el mejor Batman de todos los que han pasado por nuestras pantallas. Humano, atribulado, atormentado, dudoso, sobrepasado, maravilloso. No luchará solo en su empeño. Le acompañarán su mayordomo Alfred (genial Michael Caine), que encarnará la figura paterna tan recordada y Lucius Fox (Morgan Freeman), quien a través del departamento de Investigación y Desarrollo de las Industrias Wayne, creará el traje, la capa, el coche, la máscara y complementos varios a partir de prototipos creados para la defensa de tropas, finalmente no lanzados al mercado por desestimación del consejo empresarial.
Vemos pues que para Christopher Nolan no hay explicación mágica que valga. Intuimos en la puesta en escena reminiscencias a ese genio del suspense que es Alfred Hitchcock, que, como Nolan, cuida hasta más mínimo detalle sin que se note, anteponiendo así la historia contada a la estética que la contextualiza. Y también algunos destellos del Martin Scorsese más urbanita en la descripción del crimen organizado, como si aquellos estupendos Infiltrados (The Departed, 2006) se hubieran anticipado un año a su estreno cinematográfico, trasladándose a Gotham City.
Ya aprendimos hace tiempo que con Nolan, es imposible separar argumento de técnica narrativa, ya que todo es uno. Y nos quedamos con algunas escenas memorables como la ascensión primera de Christian Bale entre murciélagos, superando así sus miedos y erigiéndose como el caballero Batman y esa manera con la que Bruce se deshace de sus amigos hipócritas y chupasangres leyéndoles la cartilla a la vez que les salva la vida durante su fiesta de cumpleaños. Y uno de los mejores clímax vistos en una pantalla nos parece esa batalla que sufre una Gotham gaseada en la que participan asesinos en serie, violadores y homicidas que andan sueltos por la ciudad, en la que sus habitantes corren despavoridos viendo reflejados en el prójimo su máximo temor, en una parábola sensorialmente orgiástica del miedo que nos produce lo desconocido. Ese Batman volando por encima de los ciudadanos que lo miran asustados al ver su cara deformada y convertida en su peor pesadilla es una brutal analogía (y apología) de esa necesidad de encontrar un consenso entre lo que es bueno para el individuo por sí solo y para el colectivo o grupo social del que forma parte, algo no siempre del todo compatible. It’s time to spread the word. And the word is panic!” Puro Bertolt Brecht posmoderno. Genial como en las mejores ocasiones, Christopher Nolan.
Finalmente, en el momento actual en que vivimos, en que entre recortes y subidas de impuestos nos sentimos exprimidos y expuestos a la precariedad más global y aterradora necesitamos a un Batman que nos recuerde que el poder de vencer nuestros miedos está en nosotros mismos. Convirtámonos pues en un símbolo lo suficientemente primario y efectivo como para hacer que estos tipos que nos someten entiendan que no todo vale, y que no estamos dispuestos a conformarnos a cualquier precio. Algunas de las claves nos las proporcionó el amigo Nolan con ese cataclismo anárquico y cinematográficamente histórico que supuso la interpretación de Heath Ledger y su Jocker, caracterización antológica donde las haya para una de las obras maestras del cine contemporáneo, esa proeza titulada El Caballero Oscuro (The Dark Night, 2008). Imprescindible un visionado conjunto, ya.
Señoras y señores, bienvenidos a una nueva dimensión cinematográfica.
La mejor película de Batman es sin duda la de 1989 de Tim Burton, pues además de Michael Keaton interpretó a este famoso superhéroe, la historia es muy buena, entretenida y emocionante, está llena de acción y aventura; muy recomendable para todos los amantes de los comics y del cine.
Muy de acuerdo en casi todo, y digo casi por que la perfección de la película se ve muy mancillada por ciertos fallos de guión o más bien de coherencia. Un ejemplo en que nadie parece reparar…¿por qué la salida de la opera más pija de Gotham da a el callejón más sucio, oscuro y peligroso? Es una escena que me saca de mis casillas la verdad