Baztan

Metraje híbrido Por Jose Cabello

El Plan de partición de Palestina aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1947 condenaba a la división del estado palestino en dos, uno árabe y otro judío, legitimando así las reivindicaciones del presunto derecho natural del pueblo sefardí y fundando el nuevo territorio de Israel. Concluida la eterna Diáspora, la migración procedente de toda Europa saturó la región preludiando el incierto futuro que continúa imperando en la actualidad. El ejemplo de la creación artificial de una nación como respuesta a un problema derivado de la segregación o exclusión social no solo tuvo lugar en Oriente Próximo, la Edad Media dejó un extraño incidente en España. Dirección este, a cincuenta kilómetros de Madrid, se encuentra Nuevo Baztán, una aldea sita en la comarca de la Cuenca del Henares. La construcción de esta aldea se remonta al año 1700, cuando la marginación que padecía el pueblo Agote en el valle del Baztán original, en Navarra, intentó paliarse con la supresión de las leyes discriminatorias medievales y otorgándoles otras tierras lejos del conflicto. De Navarra a Madrid.

Iñaki Elizalde construye en Baztan una arriesgada máquina de introspección cinéfila apostando por la bifurcación de la crónica entre presente y pasado, realidad y ficción, metalenguaje y cine.

Circunscribe el relato en torno al maltrato Agote en el Baztán navarro e intercalando imágenes de esta recreación con fases de construcción de la película. La composición heterogénea de Baztan intenta hilvanar personas con personajes, ambiciona con establecer un idioma imposible entre la propia película y cada una de sus escenas, incluso cae en la tímida superficie del lodo autoreferencial al propinar codazos, como guiños, hacia el reparto, el guión o hacia el film mismo. Y así, esta dualidad fílmica sólo funciona al cincuenta por ciento, lesionándola cuando la utilidad de adherir el metraje de una especie de making off se destapa como inexistente. Sin embargo, Baztan acentúa su envergadura al poseer, de manera exclusiva, un elemento enterrado bajo la leyenda de un pueblo maldito y arrastrando hacia la dialéctica un bosquejo de ensayo sobre el nacimiento de un gueto.

BAZTAN-2012

Los Agotes no tenían una lengua diferente, no constituían una etnia aparte, ni siquiera practicaban un culto religioso distinto. La discriminación social derivaba únicamente de unos supuestos ascendientes artesanos, bien acomodados, que tiempo atrás fueron inculparon por ritos paganos o herejía. Por esta razón, se les obligaba a llevar colgada una pata de oca para diferenciarlos del resto de las gentes y evitar el contagio de enfermedades de las que se les creía transmisores, así como también se les atribuía la posesión de una larga cola fruto de su descendencia demoníaca. Tampoco podían pisar los cultivos, ya que sus pies provocarían una mala cosecha ese año, y si así fuera, si los Agotes caminaban dentro de un campo sembrado, un hierro candente acabaría en las plantas de sus pies. Tenían prohibido contraer matrimonio con el resto de la población, se les dificultaba el acceso a la iglesia, no podían participar en las fiestas al tener prohibido bailar y cantar, pero su ingenio les llevó a instruirse en el manejo de instrumentos musicales haciéndose indispensables en las celebraciones. En definitiva, se les privaba de una vida digna, quedando así restringidos en unos barrios insalubres de construcciones similares a los hórreos.

La vejación sistemática de los derechos civiles, unida a una o varias causas externas, como la diferente raza, sexo, cultura o religión, engendra la creación un grupo social marginado que tiende a aislar su ubicación, en mayor o menor medida, del resto de asentamientos urbanos. Un gueto. El barrio de las favelas en Brasil, famoso por configurar uno de los paradigmas del desequilibrio social a nivel mundial, quedó representado con Ciudad de Dios (Cidade de Deus, Fernando Meirelles, Kátia Lund, 2002). Un chico joven, Buscapé, cuyo sueño es la fotografía, subsiste en mitad de una guerra de bandas con el objetivo de controlar la droga del distrito. Mientras los amigos de su infancia sucumben a una identificación total con el gueto, él rehusa a la búsqueda de componentes comunes edificando su propio camino. En Europa, los suburbios franceses a las afueras de París ejemplificaron otro perfecto caso de marginación cuando tres amigos, un judío, un árabe y un negro en El odio (La haine, Mathieu Kassovitz, 1995) , vagan a altas horas de la noche por la ciudad y, tras un enfrentamiento, un policía hiere a uno de ellos. En el incidente yace también la exclusión existente en Ciudad de Dios, salvo que, en este caso, el personaje protagonista simpatiza con el rol marginal y sólo anhela venganza.

Baztan 2

En territorio americano, el documental How to survive a plague (David France, 2012), solo difundido en nuestro país a través de la televisión por cable, describe la evolución del activismo homosexual estadounidense cuando, entre finales de los años ochenta y noventa, estalló la crisis del SIDA. Esta vez, el principal atractivo no lo confecciona el valor histórico de una coyuntura social registrada en archivo fílmico, sino que, a pesar del torpe manejo de las imágenes, se consigue perfilar el entorno hostil e incierto para un colectivo inmerso en un trasfondo funesto, el número de muertes aumentaba cada día, y condicionado por una previa marginación ahora enfatizada a raíz de la enfermedad. Conscientes de la difícil perspectiva futura y la escasa o nula ayuda de voces ajenas, las asociaciones activamente implicadas decidieron organizar un movimiento de índole reivindicativo para frenar la mortalidad, mejorar la calidad de vida de los enfermos e intentar erradicar el SIDA. Lo complejo de la situación anterior explica el reforzamiento positivo de un gueto que venía ya forzado por la no aceptación de gran parte de la sociedad norteamericana  y que inexorablemente volvió a cerrar filas, alargando un poco más el proceso de disgregación entre el sector no homosexual.

Dos mediometrajes y un cortometraje avalan el interés de Iñaki Elizalde por la temática bélica, siempre latente y resultado del destino último de sus personajes estigmatizados bajo un margen de actuación débil. No hay una contienda explícita en Baztan. Al contrario que en Lorca con el estallido de la Guerra Civil o en El olvido de la memoria ambientada en Yugoslavia, aquí la historia se pincela de una manera más sutil, abriendo paso a un entramado adverso para los Agotes que luchan en una batalla diaria. No resulta difícil advertir el tono didáctico, ya reflejado en su filmografía, un tanto rudimentario, donde Baztan recrea parte de los minutos iniciales para más tarde descuidar, intentando así extraer una moraleja situando la cámara en un colegio y formulando preguntas obvias a estudiantes de instituto contaminados por los juicios de sus progenitores. Las piezas no encajan. Y como no ensambla la cara A con la cara B de la cinta, el pensamiento recurrente asalta a la razón y proyecta una fugaz sospecha: ¿la elección de dividir en dos la corporeidad del film atiende a razones de arbitrio o de presupuesto?

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