Blind Vaysha
Las calamidades del ojo Por Samuel Lagunas
En la edición de 2016 del prestigioso y todavía máximo referente para el cine animado Festival d’Annecy dos fueron las grandes ganadoras. Por un lado, La vida de Calabacín (Ma Vie de Courgette, 2016) de Claude Barras nos contó una conmovedora historia sobre la posibilidad de construir una familia a partir de los residuos que dejan las violencias domésticas. Por el otro, estuvo Blind Vaysha (2016), el más reciente cortometraje del animador y artista visual búlgaro-canadiense Theodore Ushev.
Basado en un relato homónimo del escritor búlgaro Georgi Gospodinov publicado en 2001, Ushev nos cuenta la historia de una niña que nace con una extraña afección ocular: Vaysha no puede ver el presente ya que mientras con el ojo izquierdo sólo ve el pasado, con el derecho sólo es capaz de ver el futuro. Una premisa como ésta difícilmente puede ser más llamativa además de que tiene la virtud de desplegar inmediatamente resonancias míticas. Las calamidades del ojo no son un tema extraño en el cine, más si se tiene en cuenta que el cine es un arte primordialmente escópico, es decir, que apela a la mirada. En ese sentido, el ojo enfermo abre las puertas al sueño o a la pesadilla, al heroísmo o a la destrucción. Esta preocupación no es del todo original sino que es retomada de aquellos personajes de antaño que, como Edipo o Tiresias, tenían en sus ojos las marcas de su destino. Si Edipo representaba al hombre que renunciaba a ver como castigo autoimpuesto por sus acciones fatales, la ceguera de Tiresias era más mística ya que representaba la imposibilidad de abarcar la totalidad de la experiencia humana con un cuerpo tan limitado como el nuestro. Para los hebreos, por ejemplo, quien veía a Dios se quedaba ciego, si no es que moría. Vaysha enfrenta un problema semejante al de los hebreos y al de Tiresias: lo que ve —y lo que sueña— la excede, la abruma y la destruye.
Sin conocer el relato original, queda la impresión de que la adaptación de Ushev toma un camino más cercano a la alegoría política que al relato fantástico. El hecho no es en sí mismo negativo pero sí revela los límites del cortometraje. Más que preocuparse por esbozar un personaje profundo, a Blind Vaysha parece interesarle más conminar a los espectadores a la reflexión desde sus propios ojos. ¿Qué harías tú en el lugar de Vaysha si sólo pudieras ver lo que hay antes y después del cortometraje pero nunca el cortometraje en sí? Para que la pregunta resulte efectiva, en el argumento de Blind Vaysha no hay claroscuros: el pasado es insoportable por su exagerada inocencia, lo mismo que el futuro se vuelve invivible debido a su distopía. Son los polos extremos de la historia humana, polos que, si somos estrictos, no existen más que en meras abstracciones. Todo el tiempo la historia suele ser gris. Aunque quizá eso sea consecuencia de alguna afección ocular que tengamos como humanidad que nos impide ver con claridad: más allá del presente.
Anhelar sólo el ahora puede ser un síntoma de ceguera, pero es una ceguera deseable, al menos para Vaysha. Es aquí donde la paradoja temática desvela una paradoja más profunda. Con una técnica muy semejante a su trabajo anterior Gloria Victoria (2013), en Blind Vaysha Ushev vuelve a acudir al collage y al dibujo digitalizado de estilo expresionista para caracterizar a sus personajes y escenarios. Los colores crean una atmósfera medieval que refuerzan las intenciones legendarias del relato. El trabajo de edición, brusco y abrumador, es también llamativo y se convierte ya en un atributo constante en la obra de Ushev, quien en sus cortos ha conseguido revitalizar el espíritu europeo de las vanguardias, desde el futurismo hasta el constructivismo ruso devolviéndoles además su aura épica. No son muchos los animadores que hoy persigan formalmente esos objetivos. Por eso el trabajo de Ushev es indispensable y no sólo por ser actualmente una de las caras más reconocidas de la National Film Board of Canada (NFB), institución que fuera la casa del célebre Norman McLaren. Aquí, pues, la gran paradoja de cortos como Blind Vaysha: ¿tanto esmero técnico y formal para aprender a cerrar los ojos? ¿No acaba siendo el deseo de ceguera una contradicción? Seguramente sí, ya que toda virtud exige al final un horrendo sacrificio.