Boogie Nights

Hay sombras en la vida. Best of my love Por Déborah García

Boogie Nights cuenta la historia de Eddie Adams (Mark Walhberg) un joven californiano que a finales de los años setenta se gana la vida como camarero en un club donde alterna Jack Horner (Burt Reynolds) con algunas de las actrices que dirige en sus películas porno. Jack pronto se fija en Eddie, cuestión de destino o de azar (algo tan usual en las películas de Anderson) y lo convierte en la estrella de sus producciones de cine para adultos. La carrera de Eddie Adams cuyo nombre artístico será Dirk Diggler, es meteórica. Las películas que rueda obtienen un rotundo éxito y pronto logra alcanzar la fama, dinero, y acaparar los premios de la industria. Esta época dorada de fiestas, desenfreno y exceso, da paso a una bajada a los infiernos de todos los personajes. A la fama y el dinero mal administrados, y las drogas sobre todo, les sigue un desesperado intento de los personajes por volver a encontrar su sitio. Aquel espectacular y portentoso Dirk Digler que podía rodar durante horas, se convierte en un Dirk Diggler incapaz de obtener una erección. Un Dirk Diggler frente al espejo, en la que es sin duda una escena memorable, en la que se tiene que motivar para poder grabar. Alejado de la industria del porno y de su principal valedor, Eddie lo intenta también en el mundo de la música. Prácticamente arruinado se ve abocado al mundo de la prostitución y de la delincuencia, para finalmente acabar volviendo a casa de Jack.

Boogie Nights

En Boogie Nights Paul Thomas Anderson se revela como un excelente director. Planos secuencias que rozan la perfección, escenas grupales, coreografías de baile, primeros planos incisivos…Boogie nights es también la obra de un director  de apenas 27 años que abraza la tradición cinematográfica de directores como Martin Scorsese o Robert Altman, y también el trabajo de un director que desde sus primeros trabajos muestra una manera para conducir la narración muy personal. Esa forma en la que Anderson deja interrumpida la narración para luego volver a abordarla sin media res, y sobre todo la búsqueda desesperada de unidad que se desprende de la coralidad, es una de las improntas más significativas del director. Una unidad muy conseguida en esta película y en Magnolia, pero casi imposible de encontrar en obras posteriores como Punch-Drunk-Love y en Pozos de ambición. Lo que aún convierte estas dos últimas obras en trabajos muchísimo más autorales.

Anderson en Boogie Nights no solo se muestra como un director sumamente capacitado para lo técnico (pensemos en los planos secuencias) y las escenas grupales, también es un gran director de actores. Los nombres de los secundarios, (si es que hay secundarios) que aparecen en esta película son los mismos que desde finales de los noventa van a protagonizar algunas de las películas más importantes de la década: Philip Seymour Jr., John C Reilly, Don Cheadle o William H. Macy.

Lo que hace tan especial a Boogie Nights, además de su impresionante banda sonora, las excelentes interpretaciones y su perfección técnica, es la manera tan prodigiosa en la que Anderson capturó el espíritu de los setenta. El colorido que se desprende de lo grupal, donde cada personaje ha sido descrito a la perfección, atendido a lo más pequeños detalles, manifiesta la importancia de la escritura de los guiones de Anderson. Solo hay que pensar en personajes como la chica patinadora (Heather Graham) o Buck el cowboy negro (Don Cheadle). Esos personajes que brillaban literalmente bajo las luces del neón, son durante la segunda parte de la película seres agotados y consumidos, el resultado de una década de exceso, cuya única posibilidad de redención es la vuelta a casa.

Paralela a la evolución de Eddie y de casi todos los personajes se desarrolla también la evolución de la industria del cine porno. La idea romántica con la que  comienza Boogie Nights sobre el mundo del cine para adultos, da paso a una consideración del medio mucho más oscura. Sin duda, los hedonistas setenta dieron paso a unos desoladores ochenta.

Boogie Nights 2

Tan interesante es la primera parte por su composición como  por el agotamiento, y yo incluso llegaría a decir desamparo, tanto físico como espiritual, que se percibe en la última parte a muchos niveles. La idea que tiene Jack Horner sobre el mundo del porno, esa visión casi novelesca que expone al principio en la cafetería cuando habla con Eddie sobre su trabajo, esa intención, y sobre todo esa percepción del cine x como obra de arte, como algo disfrutable no solo durante quince minutos, dará paso a una nueva concepción del “negocio”. Esa necesidad que muestra Jack Horner de mantener sentado al que ve sus películas de principio a final, entronca con el espíritu de la época, con una manera me atrevería a decir casi artesanal de construir lo porno, y que acaba con la llegada del video. Es ya en los ochenta  cuando la película porno va a ser tratada como un producto de consumo, gracias al video copiable y multiplicable. Quizá en la escena más angustiosa de la película Dirk Diggler grita “estoy listo para rodar ahora”, en la segunda parte de Boogie Nights se abandona la ilusión de que los personajes están disfrutando del sexo. Ya no es nada más que una mercancía.

En la película Paul Thomas Anderson hace aparecer la industria del porno como la máxima expresión de los ideales del sueño americano. Personajes como el de Eddie Adams, salidos de la nada más absoluta, llegando a alcanzar la fama y el dinero, siendo capaces de obtener todo y de perderlo todo. El director también hace referencia al contexto hipócrita en el que vivían los Estados Unidos de  finales de los setenta. Una sociedad que se mostraba más represiva que nunca pero que consumía porno también como ninguna otra. Dos escenas hacen hincapié en esta idea. La primera es la de Jack paseándose por un almacén lleno de copias de cintas de video. La segunda aquella en la que Amber Waves (Julianne Moore) se cita con su ex marido para revisar la custodia de su hijo. Su marido le acusa de hacer pornografía, de consumir drogas… en realidad no hay un ápice de mentira en lo que él dice, pero lo que manifiesta el film más allá de la lectura superficial, es esa doble moral de la sociedad norteamericana.

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Y es interesante volver a la idea de familia, el director no solo la aborda en sus películas, en Boogie Nights llega a reproducir la estructura de familia para interrelacionar a sus personajes.  En la película como ya he mencionado antes, todo comienza estructurado en torno a lo grupal.  Hay una inclinación de Anderson por mostrar a sus personajes dentro del grupo, y con un papel dentro del mismo fundamental. Pienso por ejemplo en el plano secuencia de la fiesta, filmado con una arrogancia extraordinaria. En esta escena aparecen uno a uno todos los personajes y sus historias, esas que quedan suspendidas como hilos narrativos en potencia que irán resolviéndose poco a poco a medida que avanza la película. Todos los personajes organizados a modo de familia. Si bien al principio Eddie abandona a sus padres y se enfrenta a ellos, pronto los sustituirá por Jack, en calidad de director/padre y por Amber. Jack actúa siempre como un padre, un personaje que además aglutina a su alrededor a los demás, es el único que parece haber sido capaz de administrar su éxito y su dinero, y al que todos acaban por volver. Muy significativa es también la relación que se establece entre Amber y Eddie. Ella no es solo una actriz del porno, es también una mujer, una madre separada de su hijo, y encuentra en Eddie al sustituto ideal. La primera escena rodada por Eddie junto a Amber Waves donde ella lo trata con suma delicadeza, parece más una vuelta al útero del hijo perdido que una escena porno.

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Lejos queda ya ese comienzo vibrante y placentero tan propio de los setenta reflejo de una época en la que el sexo, y por extensión el porno, eran expresión del Yo. Los personajes que pueblan Boogie Nights querían expresar su Yo, desarrollarlo, enriquecerlo, amarlo, dar lo mejor de sí mismos. El sexo era una manera más de autoexpresión que había sido convertida casi en una especie de religión. Una religión en la que Eddie Adams convertido en Dirk Digler era su profeta. Eddie está dotado con el instrumento preciso, un instrumento que inteligentemente Anderson no muestra, solo insinúa en los gestos de asombro de los demás. Eddie además, cree profundamente en lo que hace, su convicción es arrolladora. Durante la película se hace hincapié varias veces en esa idea del destino, Eddie/Dirk está destinado a compartir su don, y en esa visión del porno algo trasnochada, paternalista y didáctica, pero sin duda romántica, en la que el cine x era visto como un elemento que podía ayudar a las parejas a perpetuar su amor. Aunque estoy lejos de esta manera de entender el porno, y casi que incluso me siento lejos del mensaje final que Anderson manda en Boogie Nights, al hacer volver a todos a “casa”. Sí creo que esas películas eran hechas desde el amor, y de alguna manera en “familia”. Los cameos de varias actrices del mundo del porno como el de Nina Hartley, los interpreto como una declaración de amor de Anderson hacia una época injustamente maltratada. El director pisa siempre en el terreno del exceso pero lo resuelve redimiendo a todos sus personajes. El cine les otorga ese poder igualador, y digo igualador porque todo ese exceso, todos esos altibajos de la industria y de los actores porno es el mismo al que se enfrentan los actores a secas. Ese desprecio, que la sociedad en la ficción y por añadidura la de aquellos días les negó. Muy revelador es cuando el personaje de Don Ched va a pedir un crédito y se lo niegan porque se dedica al porno, dice: “¡soy actor de cine, actor!”. A esto se podrían añadir las palabras de Eddie Adams:”es cuestión de envidia, de hipocresía, de resentimiento. Son todas esas cosas, pero es normal cuando estás en la cumbre. A todos los críticos: sé que trataran de hundirme, quiero que sepan que soy lo que soy porque nací así. Tengo un don y procuro no ser egoísta y utilizarlo. Si queréis hundirme es vuestro problema. La envidia no os ayudara. Yo sigo adelante.”

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