Boys Do Cry: El cine de Clint Eastwood

Por Javier Acevedo Nieto

Cuando intentaron enseñarme a “ver” cine, leía que Alemania, año cero (Germania, anno zero, Roberto Rossellini, 1948) había hecho perder la inocencia al cine o que los lamentos de los protagonistas de John Ford frente a las tumbas habían hecho madurar al cine como drama humano in itinere. Años después, cuando ya no puedo “ver” cine, tan solo reflejarlo en mi mirada y pasear un espejo frente a imágenes que, cada vez menos, me interpelan, la obra de Clint Eastwood se revela como un gran viaje de la muerte al nacimiento. La identidad de Eastwood es una voz que tiembla en el drama, en la muerte, en el dolor, en la desubicación. La migración entre géneros —el western, el fantástico, el drama romántico o la road movie— y el paso del tiempo sitúan al cuerpo en los límites de la representación. Su supuesto clasicismo tiembla al modificar las formas, los tonos y una voz enunciadora siempre en el cruce: la frontera de la infancia, del amor, del deseo, de la muerte y de la vida.

Es un cine lleno de saltos verticales a través de los cuales Eastwood siempre viene a mostrar el terrible vértigo del outsider al reecontrarse con el presente, ¿es posible regresar al hogar cuando nunca se ha conocido? En Cry Macho (2021) parece fundirse por fin esa imagen-especulativa que Eastwood lleva construyendo toda su filmografía. No es una imagen esperanzadora, pues la herida de una nostalgia infinita nunca tiene un cierre para Eastwood; es una especulación que mueve la imaginación creadora hasta conseguir imaginar un determinado Paraíso tan propio, tan fuera de cualquier presente. Hablan de un cineasta que nunca se sentó cómodo con la muerte de los demás porque le impedían imaginar la suya. Quizá por eso todo lo encontrado en sus imágenes es una búsqueda de todo lo perdido: encontrar sentimientos para volver a sentir todo lo que se perdió. En el fondo, Eastwood siempre ha sido un viajero entre el cambio, el mestizaje y las fronteras. No sabemos si Cry Macho será su despedida, pero sí es un testamento de que, finalmente, ha podido imaginar el descanso de su cuerpo en ese horizonte perpetuo, en el crepúsculo que parece acunarle.

¿Qué imagina Clint Eastwood? Aquello que no se puede ver. Se tumbó y pintó amaneceres, en sus manos la hierba parecía brotar entre curiosidad y un cariño anterior al tiempo. Muerte y nacimiento, imaginar lo que no se ve, pero siempre ha estado ahí.

Películas recogidas:

  • Cry Macho (2021)
  • Mula (The Mule, 2018)
  • Más allá de la vida (Hereafter, 2010)
  • Gran Torino (2008)
  • Million Dollar Baby (2004)
  • Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995)
  • Un mundo perfecto (A Perfect World, 1993)
  • Sin perdón (Unforgiven, 1992)

Música:

  • Un bel di vedremo, Madama Butterfly (Giacomo Puccini, 1904)
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