Charlie Kaufman
El arte de la vulnerabilidad Por Carlota Ezquiaga
Puede que odiarse mucho a uno mismo también tenga un punto de narcisismo. Significa, al fin y al cabo, dedicar mucho tiempo a pensar en uno mismo. Si eso es así, Charlie Kaufman es un gran narcisista. Un narcisista inteligente, gracioso, filosófico y brillante. Y nihilista, tímido y algo contradictorio, probablemente. Igual que sus personajes.
Neoyorkino, judío, con los cincuenta cumplidos hace seis años, Charlie Kaufman es guionista, productor, director y letrista. O eso es lo que dice la Wikipedia. Los demás, en general, lo conocen por haber escrito películas como Cómo ser John Malkovich (Being John Malkovich, Spike Jonze, 1999) u ¡Olvídate de mí! (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michel Gondry, 2004).
Por esta última, ¡Olvídate de mí! (cuyo título en inglés es mucho más poético y acorde con su personalidad: se traduciría como Eterno resplandor de una mente inmaculada) ganó un Oscar al Mejor Guión Original. Era su tercera nominación. Sin embargo, esto no debe llevar al equívoco:
Charlie Kaufman es lo contrario al guionista estrella de Hollywood. Apenas permite que le hagan entrevistas o le saquen fotografías; es un autor de culto que además disfruta acrecentando el misterio que se ha generado alrededor de su persona.
¡Olvídate de mí!
En realidad, el tamaño de la leyenda que ya ha creado no es proporcional a la longitud de su carrera: solo tiene seis películas a sus espaldas. Con Spike Jonze trabajó en Cómo ser John Malkovich y Adaptation (2001), y con Michel Gondry en Human nature (2001) y Olvídate de mí. También escribió la primera película de George Clooney como director, Confesiones de una mente peligrosa (Confessions of a Dangerous Mind, 2002). En 2008 dirigió su primer largometraje, Synecdoche, New York. Y está programado para 2015 el estreno de su segunda película, Frank or Francis, un musical satírico sobre Hollywood.
Kaufman tiene las ideas muy claras, y por eso no se entiende igual de bien con todos los directores. Con Jonze y Gondry logra hacer dúos brillantes pero la experiencia con George Clooney no fue tan buena: el director decidió hacer cambios sin consultarle.
Lo habitual para un escritor es entregar un guión y luego desaparecer. Pero eso no es para mí. Quiero estar involucrado de principio a fin. Y estos directores (Gondry, Jonze) lo saben y lo respetan.
Probablemente, la obra más interesante para conocer al verdadero Charlie Kaufman es Adaptation (El ladrón de orquídeas). Esta película, dirigida por Spike Jonze, cuenta la historia del propio Kaufman: un guionista se bloquea al intentar hacer una adaptación de un libro. El juego realidad-ficción que propone es muy interesante; su hermano gemelo en la película, Donald, aparece en los créditos como co-guionista a pesar de ser un personaje de ficción.
Adaptation (El ladrón de orquídeas)
Abrimos con Charlie Kaufman, gordo, viejo, calvo, repulsivo, sentado en un restaurante de Hollywood enfrente de Valerie Thomas, una encantadora y escultural ejecutiva de películas. Kaufman intenta conseguir el trabajo, tratando de impresionarla, mientras suda profundamente. El gordo y calvo de Kaufman está muy enojado en su habitación. Habla a su grabadora de mano y dice: Charlie Kafuman: gordo, calvo, repulsivo y viejo está sentado en un restaurante de Hollywood con Valerie Thomas….
En este fragmento de Adaptation, que pronuncia en voz en off el personaje de Kaufman, ya se intuyen los temas favoritos del escritor: su obsesión por la identidad y la experimentación con los límites de la realidad y la ficción. Otro patrón muy perceptible en los guiones de Kaufman es que suelen centrarse en un protagonista masculino introvertido, tímido, y una figura dominante femenina.
No hay que conjeturar mucho para suponer que tiene gran contenido autobiográfico. Viendo un discurso sobre el trabajo de guionista que dio en BAFTA en 2011, Charlie parece uno de sus personajes. Con gafas grandes, un traje marrón y voz vacilante, sin atreverse a mirar al público directamente, dio un discurso poco convencional (como no podía ser de otra manera).
“Nunca he dado un discurso, y por eso he decidido hacer esto hoy”, se presentaba. “Quería hacer algo que no sé hacer, y poder ofreceros la experiencia de ver a alguien balbucear, porque creo que tal vez es eso lo que el arte tiene que ofrecer. Una oportunidad de reconocer la humanidad y vulnerabilidad que tenemos en común. Así que en vez de subir aquí fingiendo ser un experto en lo que sea, solo os estoy diciendo que no sé nada. Y si hay algo característico de mi escritura es que siempre parto de ese hecho y que hago lo que puedo para seguir recordándomelo durante el proceso. Creo que tratamos de ser expertos porque estamos asustados; no queremos sentirnos tontos o inútiles; queremos poder porque el poder es un gran disfraz”.
No es el discurso que los cineastas estaban esperando, desde luego; pero con este escritor no se puede dar nada por sentado. Durante hora y media, Kaufman se desnudó completamente, y dio una clase magistral sobre su manera de ver la vida, el arte, a uno mismo y el oficio de guionista.
Aunque él mismo no se considera escritor –“Escribo guiones pero eso no es lo que soy porque, como decía Thomas Mann, un escritor es alguien para quien la escritura es más difícil que para el resto”-, Charlie lleva preparándose para este trabajo desde siempre. Estudió Cine en la Universidad de Nueva York, trabajó durante un tiempo de periodista y escribiendo guiones para series de televisión, y luego dio por fin el salto a la gran pantalla.
Hay quien clasifica sus películas como surrealistas, pero tienen más del realismo mágico de García Márquez que de Buñuel. Sus influencias son, desde luego, muy variadas. “Es un cruce entre Franz Kafka y Woody Allen, con una pizca de Larry David, un toque o dos de Philip K. Dick, y una gran parte de Samuel Beckett mezclada con Jorge Luis Borges”, dice Derek Hill en su libro Charlie Kaufman and Hollywood’s Merry Band of Pranksters, Fabulists and Dreamers. No sería raro que pronto comenzásemos a usar el término “kaufmaniano”: no hay otra forma de definir al neoyorkino.
No puede ofrecer soluciones y odia las películas que lo hacen. En sus películas los protagonistas no encuentran el sentido de la vida porque, según Kaufman, la vida no tiene sentido. Pero no pasa nada. Podemos bromear sobre ello.
Cómo ser John Malkovich