Chris Kennedy
Vueltas de tuerca Por Damián Bender
Una de las claves más importantes del arte cinematográfico, sobre la que un director podría basar tranquilamente toda su obra, es el punto de vista. Esto implica ser conscientes del lugar en el cuál se coloca la cámara para representar la visión de un personaje y de esa manera posicionar emocional o moralmente al espectador en relación a la narrativa. Ver lo que el protagonista o tener una mirada más general de los acontecimientos puede hacer la diferencia entre una película mediocre o una sobresaliente. El punto de vista elegido condiciona la puesta en escena, cambia encuadres, hasta determina el carácter de la música a emplear. Todo esto pasa cuando hacemos referencia al cine tradicional, sea ficción o documental. ¿Pero qué sucede si exploramos los puntos de vista en un tipo de cine diferente, que prescinde de los convencionalismos? En el cine del estadounidense Chris Kennedy podemos encontrar algunas respuestas.
En primer lugar, las consideraciones sobre el punto de vista dejan de tener relación con aspectos narrativos. La lectura es más literal: la forma en que miramos determina nuestra interpretación del espacio que nos rodea, por lo que alterar los modos de observación abre puertas a nuevas concepciones espaciales en el plano. En segundo lugar, el punto de vista deja de ser único, lo que significa que puede multiplicarse varias veces en pantalla y al mismo tiempo. Sobre estos pilares se componen 4x8x3 (2004) y Tape Film (2007), dos obras que multiplican las acciones en la pantalla, apelando a distorsionar la idea de simultaneidad. 4x8x3 trabaja sobre tranvías que van y vienen al mismo tiempo, que giran tanto a la izquierda como a la derecha, sobre un ferry que parece zarpar en el costado derecho de la pantalla pero llega a destino en el izquierdo. Kennedy duplica los mismos planos pero al alterar los ángulos o reproducir lo filmado en reversa distorsiona y confunde, nos impone dudas sobre la sincronía entre los planos.
En Tape Film, la realidad no se desmenuza sino que se construye un no-espacio ante nosotros. ¿Cómo es esto? Kennedy se filma a sí mismo colocando cinta adhesiva en el marco de una puerta, específicamente en el espacio donde se ubicaría el vidrio. Con las cintas se va construyendo una barrera visual que impide ver hacia el otro lado, sin embargo lo que hace el cineasta es mostrar los dos lados, el adentro-afuera de la cinta a través de otra cámara con otro ángulo. Esta multiplicidad genera un espacio nuevo en el que la barrera visual es atravesada, en el que estamos en dos lugares al mismo tiempo y vulneramos un bloqueo visual con la sencillez de un cambio de mirada. El montaje dinámico y los diversos filtros con los que modifica la tonalidad pictórica de la imagen van dando lugar a que el no-espacio se vuelva cada vez más inestable, en un crescendo que llega a su punto cúlmine sobre el final, cuando Kennedy termina de colocar la cinta adhesiva y el no-espacio está configurado en su totalidad. El hecho de que el cineasta se ponga como sujeto de este desdoblamiento abre la puerta a interpretaciones sobre lo privado y lo público, que no están manifiestas con claridad pero son plausibles.
Y de la intimidad pasamos a reinventar los espacios abiertos de la ciudad de San Francisco con Lombard (2007), Simultaneous Contrast (2008) y Tamalpais (2009). Lombard es una fragmentación de la calle Lombard, una de las más conocidas de la ciudad que tiene la particularidad de ser una bajada en zigzag con ocho serpenteantes curvas. La curvatura es lo que define su identidad, lo que la hace reconocida y Kennedy decide ignorar eso. En apenas un minuto observa la calle de diversas formas que niegan esas características y por lo tanto su esencia, la transforma en un recorrido mundano, una calle entre tantas. Tras haber desfigurado Lombard, el último plano nos muestra un dibujo de la calle tal y como es, para que la asociemos con todo lo anterior y entendamos el ejercicio que se acaba de realizar. Esto resulta necesario, porque la calle Lombard queda absolutamente irreconocible al ser observada desde ángulos poco habituales.
Simultaneous Contrast transfigura los espacios a través de los patrones visuales. Kennedy filma la actividad callejera ubicando la lente detrás de las paradas de colectivo de San Francisco. Estas paradas tienen un diseño con un patrón a rayas, simbólico del dinamismo que identifica a la ciudad de las pendientes y sobre el que el realizador se centra para alterar la imagen. El montaje por momentos se centra en las dinámicas de desplazamiento de los automóviles a través de abruptos fundidos a negro que generan un efecto de flickering, y en otros multiplica el espacio al sobreimprimir dos planos compuestos por el mismo patrón. El desdoblamiento genera un nuevo lugar en el que edificios y vehículos se entrelazan bajo un mismo patrón y dos lugares diferentes se transforman en uno.
Los trece minutos de Tamalpais tienen un espíritu lúdico muy interesante. Basado en el “portillo”, dispositivo creado por el pintor Alberto Durero para ayudarse a pintar en perspectiva con mayor precisión, Kennedy fragmenta paisajes completos y los captura en cuadrículas, como si cada recuadro del portillo fuese una pieza de rompecabezas. Esos recuadros son presentados uno por uno por varios segundos y cuando se terminan de pasar las piezas, aparece el portillo en su totalidad. El ejercicio se repite a mayor velocidad, lo que nos incentiva inconscientemente a reconstruir la imagen completa, esperando las piezas que nos faltan. El espacio se desmonta y se une como un puzle. Este juego se realiza con varios –y muy bellos- paisajes tomados en el monte Tamalpais, en las afueras de San Francisco; y sigue con ese patrón artístico que no se detecta a simple vista: observar lo cotidiano y lo conocido con nuevos ojos, descubrir las posibilidades ocultas de la imagen a partir de un cambio de enfoque.
Hasta aquí pudimos identificar las características que definen el cine de Chris Kennedy dentro de un corpus de obras más esteticistas que preocupadas por emitir metáforas concretas o reflexionar sobre la actualidad. Sin embargo, Kennedy tiene dos piezas que miran más allá de las ideas conceptuales. The acrobat (2002) y Watching the Detectives (2017) ponen el ojo en dos cuestiones: las luchas políticas y las extrañas iniciativas comunitarias que suceden en internet.
The acrobat piensa en la lucha política desde un costado poético. De hecho, está basada en un poema que aparece con sus líneas desperdigadas a lo largo del metraje. La calma con la que fluye todo el audiovisual y la belleza del blanco y negro contrasta con la tensión, la inmediatez de la protesta callejera, la represión policial. Kennedy piensa en el manifestante como un ser intenso al que la lucha lo lleva de arriba abajo continuamente. Se trata de pensar en las luchas políticas como una serie de subidas y bajadas, del peso gravitatorio de estas en la sociedad, de las aspiraciones celestiales que contrastan con lo realmente posible. Mirar el carácter utópico inherente a las pancartas que a pesar de todo no puede dejarse hundir en el mar. Como un acróbata, siempre en la cuerda floja, siempre a punto de saltar al vacío.
Sin lugar a dudas Watching the Detectives es la obra más particular de toda su filmografía y probablemente la que mayor repercusión vaya a tener en los circuitos de cine periférico y festivales. Tuve la suerte de verla en el BAFICI –junto a Wasteland No.1 de Jodie Mack, que se proyectó en la sesión de Métrica y Rima de este mismo (S8)- e inmediatamente llamó mi atención. También atrajo al jurado, porque fue la ganadora a mejor cortometraje de la Competencia de Vanguardia y Género del festival porteño. ¿La razón? Es la reconstrucción de un hilo de reddit. En específico, un hilo en el cual los usuarios –autodenominados “redditors”- se ponían el sobretodo para intentar identificar a los responsables del atentado en la maratón de Boston ocurrido en 2013. A través de capturas de pantalla, Kennedy recopila cronológicamente cómo los “detectives” señalaban sospechosos con círculos hechos en Paint, acusaban a inocentes en base a estereotipos raciales y tiraban algún chiste al pasar, con la liviandad de trato que ha atesorado el querido internet. En un principio me parecía interesante pero tenía la duda sobre el valor de toda la recopilación: ¿no sería más satisfactorio revisar el hilo en una computadora por cuenta propia? Al fin de cuentas es más rápido y dinámico de esa forma. Sin embargo, tiene muchísimo sentido: trasladar el contenido de su medio original implica cambiar la perspectiva, en este caso, escapar de la inmediatez y contemplar las mecánicas grupales de un conjunto de individuos anónimos en los foros de la web. El cinematógrafo nos brinda la posibilidad de contemplar y analizar, característica incompatible con los tiempos irreflexivos del internet. Cuando observamos a los detectives identificamos a un grupo con buenas intenciones pero demasiados prejuicios y pocos recursos para poder aportar pistas fiables en un tema tan delicado como un atentado terrorista. Se asume rápido y se acusa aún más rápido, la información tiene una flexibilidad peligrosa. Basta con ver el final del cortometraje: un miembro del grupo que tiene acceso vía streaming a varios canales de televisión y a las radios policiales (!) va relatando la persecución policial a los perpetradores del atentado y la cantidad de rectificaciones sobre la marcha en el afán de informar rápido es impresionante. Edit after edit, la verdad se moldea a golpes de falsedad. Así es como Kennedy consigue reflexionar sobre todo un aspecto de la cultura digital, llevándola al mundo analógico, cambiando nuevamente el enfoque. Puntos de vista, otra vez.