Chronicle
Lo ordinario extraordinario Por Alejandro Sánchez
En un año en que Los vengadores, Spiderman y Batman estaban llamados a revolotear por los aires en medio de una telaraña de proyectiles, puñetazos y mutaciones, debutar con una película de superhéroes en la que lo primordial no son los efectos especiales más vanguardistas es, cuando menos, una osadía. Es lo que hizo Josh Trank al presentar Chronicle, una crónica sobre los sucesos extraordinarios que viven tres jóvenes ordinarios, Andrew, Matt y Steve, a los que la casualidad brinda el poder de la telequinesis cuando se internan en una extraña cueva.
El primer problema al que se enfrenta Chronicle es que no se trata de una cinta de superhéroes tradicional. Los protagonistas no son héroes, sino individuos comunes, cotidianos, aunque con cualidades excepcionales.Sin embargo, el espectador puede creer, presa de los prejuicios, que se dispone a ver una suerte de supermanes adolescentes que lucharán contra el villano pertinente. Puede pensar, a su vez, que presenciará nuevamente la lucha titánica entre el bien y el mal. Se equivoca. Una reacción semejante del público soportó el desprestigiado Hulk (Ang Lee, 2003), una bestia verde que huía despavorida de un público que no la comprendía; o Batman Begins (Christopher Nolan, 2005) y El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008), con las que el director nos ofreció un hombre murciélago simbólico que creía en el hombre más que en la acción. La disimilitud con otras películas del género yace también en el desarrollo de los hechos, ya que en la mayoría de estos films cobra una importancia capital la explicación del origen de las cualidades sobrenaturales, llegándose, a veces, al extremo de pormenorizar en descripciones que no consiguen casar con el drama que se quiere contar. En Chronicle, el surgimiento del don es incierto. El azar dota a los jóvenes de características divinas. Cómo y por qué ocurre son incógnitas insignificantes. Es el único punto en el que la crónica se detiene, la imagen se apaga y el sonido cesa durante varios segundos. Así, entre la última escena en la que los muchachos están en la gruta mágica y la siguiente, ya fuera de ella, hay una elipsis. Afirmaciones acerca del germen de la superioridad desplazarían la atención de la columna vertebral de la obra: los personajes (Andrew y Matt en especial) y su evolución psicológica.
La propia temática y la condición de los protagonistas hace que, en Chronicle, la filmación en formato de falso documental, lejos de ser un capricho o una excentricidad del autor, sea un gran acierto. El título de la obra, Crónica en su traducción literal al castellano, refleja cuán importante es esta forma de rodar que busca la narración de los acontecimientos tal cual suceden en la vida diaria. Son muchos los que comentan que éste ya es un recurso manido por el excesivo empleo al que se ha sometido últimamente. En cambio, en Chronicle se alza como la única manera verosímil de mostrar la acción, puesto que aquí no presenciamos el lucimiento de un modelo de culto al que admiramos; los protagonistas no se enfundarán un traje de diseño espectacular con el que danzarán por la pantalla como si ésta fuese una pasarela de moda. No hay otra opción posible para mostrar los hechos, pues, al tratarse de jóvenes desconocidos y vulgares (los actores son prácticamente extranjeros en la gran pantalla), no causarían en el público la admiración que surge espontáneamente cuando se muestra un plano general de Iron Man estático en el aire. ¿Cómo, si no es con el mockumentary, podría grabarse un relato en que no se registran las gloriosas hazañas de los héroes, sino, simplemente, la realidad en la que viven? Para mantener la coherencia de este artículo audiovisual, se expande y revoluciona la técnica gracias a la habilidad de la telequinesia, que consigue capturar planos imposibles y seguir secuencias inviables al liberar las cámaras de las manos. Conforme los hechos alcanzan mayores cotas de complejidad e implican a más personas, cuando el punto de vista de Andrew es insuficiente, se añaden las imágenes tomadas por otras videocámaras (las de seguridad de una gasolinera o de un hospital, las de los transeúntes atónitos al ver gente volando…). El filme, como si fuese el resultado de este proceso riguroso y elegante de concatenación de todos los documentos hallados, se convierte en una verdadera crónica.
Chronicle está plagada de referencias filosóficas explícitas, lo que la sitúa en una posición aún más controvertida dentro de las películas de superhéroes. No obstante, estas alusiones están ejemplarmente embebidas en la trama, materializándose principalmente en el personaje de Matt, que rebosa de inquietudes metafísicas. El primer acercamiento se produce cuando los futuros compañeros se internan en la cueva, a la que llaman la caverna de Platón*. Ciertamente, esta asociación parece fruto de la pasión de Matt por la filosofía, y no del parecido que la gruta pudiera tener con la que el griego describía en su mito. Podríamos aventurarnos pensando que las facultades que encontrarán al salir insinúan el conocimiento verdadero y que las luces, los objetos extraños, el miedo y la perplejidad que padecen en el fondo del subterráneo apuntan hacia el mundo falso en el que estaban inmersos y del que se deshacen con gran suplicio; pero esto no parece muy convincente. En cualquier caso, la cita a Platón fortalece la personalidad de Matt. Podemos inventar otra interpretación: los hombres, al entrar en la sima, quedan confinados dentro de ella, no pueden desasirse de sus cadenas y, subsiguientemente, lo que se nos muestra a partir de ahí es una realidad ficticia (mundo sensible, falso, de sombras), una confusión de nuestros sentidos, es decir, lo que se ve en Chronicle desde ese instante es mentira y no una crónica real. Según esta hipótesis, justificada por la elipsis temporal que omite cómo vuelven a la superficie, los jóvenes nunca llegan a salir de las profundidades de la tierra. Otro filósofo que se menciona expresamente es Schopenhauer. Para él, la vida es sufrimiento, por lo que lo único que nos queda es huir del mundo, negar la Voluntad de vivir. Influenciado por Oriente, dos de las vías para este escape son el retiro ascético y la compasión. En la película vemos proyectado este pensamiento respectivamente en el viaje al Tíbet y en la grabación de la propia vida, que puede ser observada en lo filmado como si fuese ajena.
El avance de la narración es el más adecuado posible. Con los nuevos poderes, lo primero que haríamos sería jugar con ellos. En consecuencia, la primera escena tras el desconcierto bajo tierra enseña cómo suspenden pelotas en el aire. La actitud continúa durante gran parte del metraje y veremos cómo montan castillos sin tocar las piezas o aprenden a volar. Y esto sería lo razonable, ¿o acaso es de esperar que, al encontrarse con las virtudes propias de seres extraídos de un cómic, decidan convertirse en los salvadores de una humanidad que no los necesita? Como es lógico, la diversión se degenera. De igual modo que un niño pequeño, experimentando con la naturaleza, aniquila una hormiga como afirmación de su supremacía (Andrew, por cierto, hace lo propio con una araña), el entretenimiento empieza a denegrirse por la malicia. Cuando la simple trastada se aproxima al crimen, la ética nace espontáneamente, surgiendo de este modo el deber necesario y la ley moral: hay que respetar a los seres vivos y no se puede usar el poder si se está iracundo. Matt es el portador de la ya famosa máxima “un gran poder implica una gran responsabilidad”. Ahora bien, este ¿qué he de hacer? es diferente en unos y otros. La circunstancia determina a cada individuo. En Chronicle no hay héroes ni villanos. El entorno de Andrew lo conduce a reprobar el reglamento de Matt: un padre borracho que lo maltrata, unos vecinos que lo acosan, unos compañeros de clase que lo discriminan y una madre moribunda a la que, pese a su superioridad física y mental, es incapaz de salvar. El amor hacia aquélla es, en última instancia, el que desencadena la violación de las normas y da lugar a un nuevo estatuto para Andrew, erigido como el apex predator: el fuerte debe suprimir al débil. Su voluntad se ha distorsionado y ha tergiversado su idea de predominio sobre el resto. En conjunto, la narración es un reportaje excelente sobre el crecimiento, desconcierto y caos en la psique de Andrew. Él no es malo, pero se deforma y despierta como un villano. Es entonces cuando las convicciones internas de cada personaje hacen que, necesariamente, tiendan a posicionarse en un bando. El ritmo, pausado hasta el momento, se incrementa vertiginosamente y la acción se aproxima cada vez más al clímax típico del cine de superhéroes más convencional. La película, ahora sí, se imbuye de la épica definitiva y consiente ser compañera del resto de las de su clase.
Por todo esto, Chronicle merece un puesto en el podio del cine de superhéroes. Se puede achacar que la pirotecnia más portentosa, siempre exquisita a pesar del escaso presupuesto, no está disuelta homogéneamente en todo el metraje, pero lo exige la temática, que no es la lucha entre el bien y el mal; es el devenir de unos personajes ante un horizonte infinito de posibilidades soñadas. Son héroes porque, aunque estén aturdidos por su contexto, luchan, cada uno a su manera, contra el daño que los oprime, o contra ellos mismos. Si hay espectadores a los que Andrew, Matt y Steve no satisfacen será, no porque no anhelen sus poderes, sino porque, en el fondo, quieren disfraces y máscaras antes que héroes.
* De forma resumida, el mito de la caverna de Platón es una alegoría que subraya el engaño de los hombres hacia el mundo sensible. En el interior de la cavidad, creen que las sombras que ven reflejadas son los objetos reales, cuando, en realidad, el mundo de las Ideas, el verdadero, es el del exterior.