Cine africano: de Nollywood a Wakaliwood

Cine africano III Por Samuel Sebastian

En África se ve cine, mucho cine, pero la manera de disfrutar del cine es de una manera muy distinta a como se hace en el mundo occidental y no solo por los condicionantes políticos o económicos, también por razones culturales. En primer lugar y aunque la tradición africana de contadores de historia es la más antigua de la historia de la humanidad, también es cierto que en África no existe costumbre de registrar las historias o los acontecimientos. Por esa razón ninguna de las tribus africanas hasta la colonización poseía una lengua escrita ni una conciencia del pasado histórico, el pasado de una tribu alcanzaba hasta donde llegaba la memoria de los más ancianos e incluso hoy en día encontramos pocos escritores o fotógrafos en África ya que son actividades que tienen poca tradición en el continente. Con el cine, en parte, sucede algo similar y su aceptación masiva ha sido un camino largo y dificultoso ya que si bien por un lado el séptimo arte ofrece a los espectadores una forma fácil de conocer una historia, por otro el hecho de que las historias estén fijadas es algo a lo que muchos africanos no están acostumbrados, aunque es cierto que de unos años a esta parte las cosas están cambiando y la aceptación de los medios audiovisuales hoy en día ya es masiva. Igualmente sigue habiendo muchos gobiernos refractarios a la promoción del cine por una gran cantidad de razones, desde su potencial subversivo hasta su consideración como un entretenimiento elitista, en cualquier caso la expansión del cine africano hoy en día, aupado por las tecnologías digitales, es ya imparable.

Pero, ¿qué tipo de cine interesa a los africanos? ¿Y cómo lo disfrutan? Mayoritariamente el espectador medio africano disfruta con los melodramas y las comedias, aunque el drama es el género principal de la mayoría de películas producidas en África, normalmente referido a asuntos amorosos, al contraste campo–ciudad y la pérdida de las raíces propias o también grandes tragedias vitales como la enfermedad o muerte de las personas cercanas, siempre tratado desde un punto de vista romántico. Rara vez se ven melodramas sociales y no hay nunca referencias políticas. Las películas de Hollywood interesan por su espectacularidad, el encanto de sus actores y los escenarios, pero no todos los temas son bien recibidos en África. La magia, los encantamientos, las visiones paranormales, etcétera son considerados como brujería y por esta razón películas como las de la serie de Harry Potter o El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001) de Hiyao Miyazaki tuvieron muy poco éxito aquí o no llegaron a estrenarse ya que la brujería, como señalábamos en el reportaje anterior a propósito de Rebelde (War Witch aka Rebelle, Kim Nguye, 2012) es uno de los grandes tabúes de África, en gran parte por la rápida conversión de la población del animismo al monoteísmo. El cine de terror también es muy minoritario en África, no se estrena en cines y apenas tiene seguidores ya que el planteamiento de la mayoría de películas de terror, muertos que reviven, seres humanos de aspecto monstruoso, vampiros, etc. están relacionados con aberraciones naturales. Por último y como es de suponer, la ciencia ficción por su carácter abstracto y el planteamiento de los conflictos tan alejados de la vida cotidiana, no resulta interesante para los espectadores africanos ya que además exige un bagaje cultural que no existe en ningún país africano. En cambio sí tienen éxito las películas religiosas, ya sean de carácter musulmán o cristiano, muchas de las cuales pueden verse en los canales temáticos de televisión.

El origen de las películas populares se encuentra en gran parte en Nigeria, en la denominada Nollywood que es la gran fábrica de producción de películas africanas, ya que este país africano, después de la India y por delante de los Estados Unidos, es el segundo mayor productor de filmes en todo el mundo.
Tanta es la importancia del cine en este país que un 1,5% del PIB nacional proviene de la producción cinematográfica, algo nada despreciable teniendo en cuenta que Nigeria es la economía más potente de África. Así, existen varios canales exclusivamente dedicados a las películas nigerianas que tienen gran éxito por toda la África anglófona pero rara vez tienen proyección fuera de ella y es que las películas de Nollywood saben captar el interés africano por el melodrama y las historias cercanas pero poseen un acabado formal bastante pobre debido a su rápida producción en serie: los personajes son arquetípicos, las interpretaciones forzadas y muchas veces la planificación es descuidada. Igualmente la poca variedad temática de este tipo de cine (a diferencia de la riqueza del cine africano de autor) hace que muchas de ellas sean difíciles de distinguir entre sí. No obstante, muchos de los actores nigerianos son considerados y reconocidos como estrellas en todo el continente.

Por otro lado, fuera de la vasta producción nigeriana y en menor medida del segundo gran centro de producción que es Ghana, existen pequeños núcleos de creación cinematográfica que bajo la forma de cine de guerrilla producen sus propias películas y tienen un cierto éxito a pesar de su limitada distribución. Uno de estos núcleos más curiosos, tal vez el más peculiar, es Wakaliwood, una productora radicada en Wakaliga, un suburbio de Kampala, la capital de Uganda. En ella un joven cineasta llamado I.G.G. Ramon decidió comenzar a hacer películas de acción de bajo presupuesto y limitados efectos especiales cuyo éxito traspasó el océano Atlántico y llegó hasta los Estados Unidos, despertando el interés de algunos cineastas, lo que propició la realización de Wakaliwood (2012) de Ben Barenholtz, que llegó a recaudar 35.000$ en Kickstarter, un documental que explica como se realiza la producción y distribución de películas en este suburbio. I.G.G. Ramon no oculta en ningún momento los pocos medios con los que realiza sus películas ni tampoco su escaso bagaje técnico (él mismo afirma que nunca ha ido a una sala cinematográfica), pero su contagioso entusiasmo y su firme amor por el cine es lo que le conduce a llevar a cabo con éxito cada una de sus películas, como Who killed Captain Alex? (2010), su mayor éxito, Rescue Team (2011) o The return of Uncle Benon (2011). El hecho de hacer cine de acción en un continente en el que prácticamente no se hace este género de películas, sin duda es otra de las razones de que sus películas atraviesen las fronteras de su propia región, ya que todas sus películas están realizadas en Uganda.
Las películas de I.G.G. Ramón se venden en DVD por los propios participantes en la producción, que se llevan el cincuenta por cien de lo que venden a condición de trabajar gratuitamente en sus películas. La venta de DVDs en la mayor parte de África está fuera de control, a pesar de que cada vez hay más leyes de protección de la propiedad intelectual, y es fácil ver en una calle de cualquier ciudad africana llamativas tiendas en las que se venden copias piratas de los últimos estrenos americanos, africanos e incluso hindúes.
Otro de los aspectos que llama la atención de la distribución del cine africano es que tanto en los tráilers como en los reportajes se suele explicar la película entera de principio a fin, de manera mucho más detallada de lo que sucede en occidente. La razón es que en África los espectadores antes de conocer una historia necesitan saber todos los datos posibles, incluso si hay un final sorpresa, y después ya se sientan tranquilamente a disfrutarla. Así, en una de las formas más genuinas de ver el cine en África son los llamados video halls, en los que suele haber un comentador que, a la manera del cine mudo, va explicando la película a medida que sucede y normalmente anticipa a los espectadores lo que sucederá a continuación. Los video halls suelen ser modestas edificaciones de madera con una televisión en las que se proyectan películas por un módico precio, menos de 0’30€, notablemente inferior al de las salas comerciales de cine, que supera los 5€. Los video halls nos devuelven a la idea del cine como espectáculo de feria capaz de transmitir emociones a todo el mundo y en cualquier rincón del planeta. La experiencia cinematográfica africana tiene poco que ver con la occidental, pero sin duda también posee una atracción a la que resulta difícil resistirse.

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