Cobertura Festival Málaga. Día 4

10.000 km, Kamikaze, Princesas rojas, Ciutat morta (Ciudad muerta), ¡Zarpazos! y Escocia Por Jose Cabello

El último día de cobertura en el Festival de Málaga comienza con el estreno en Sección Oficial a concurso de Kamikaze, primer largometraje de Álex Pina, director formado en el terreno de la ficción televisiva. A sus espaldas series como El barco (2011), Bienvenidos al Lolita (2014) o Los Serrano (2003). Kamikaze juega sus cartas como comedia ácida, centrando su problemática en el dilema de un terrorista dispuesto a inmolarse en el interior de un avión. Coqueteando con el humor absurdo, Kamikaze comienza por ser atrevida en las formas pero comedida en el fondo pues, a pesar de crear un entorno propicio para romper tabúes sobre temas tan delicados como el terrorismo, derrocha sus esfuerzos en malograr gags bizarros especulando al extremo con las realidades que viven los diferentes personajes de la película.

Kamikaze sustenta las risas basándose únicamente en el dimorfismo entre lo parco del terrorista, Álex García, y la espontaneidad de la camarilla que, a modo de comparsa, fluye por las zonas comunes del hotel. Este emplazamiento, aislado del mundo, obliga a interactuar a los pasajeros del vuelo Madrid-Moscú que han visto postergado su despegue a causa de una tormenta de nieve. La erosión, in crescendo, de las capas de los personajes, y la falta de homogeneidad en el relato, supone una herida de muerte para una cinta que propone espantar todos los fantasmas del kamikaze con un bombardeo de sonrisas cordiales. En este punto gravita lo irritante, en la simplicidad absoluta, leitmotiv de Kamikaze, que tristemente destruye un tímido halo de inteligencia tras bambalinas.

kamikaze

 Kamikaze

Compitiendo también por la Biznaga de oro a Mejor Película, 10.000 km., un film esbozado como ensayo de las relaciones a distancia. La primera escena, un plano secuencia de más de veinte minutos, revela el alto grado de estabilidad y complicidad que mantiene la pareja protagonista. Carlos Marqués-Marcet, jugando al despiste en los primeros minutos, no aclara la conexión entre chico y chica, solo perfila una relación muy íntima que puede abarcar desde la pareja hasta el amor ocasional. Más que novios, son amigos. El conflicto surge cuando a Alex le ofrecen la posibilidad de trasladarse a otra ciudad para iniciar un proyecto artístico de fotografía. La pareja deberá tomar una decisión que les separará durante un año entre Barcelona y Los Ángeles. 10.000 km. advierte pronto su intención de analizar los vericuetos de las relaciones sentimentales que, sometidas a una enorme distancia, tampoco escapan a la fragilidad, aún no trayendo fisuras en su origen.

La película basa su narrativa en las conversaciones de la pareja frente al ordenador, superponiendo la vida virtual a la real. Pero este análisis, donde prima la supremacía del ciberespacio a la cotidianidad de una charla con los amigos, va replegándose a medida que pasan los días, el desfase horario se hace más latente y cada uno debe acostumbrarse a su nueva realidad sin el otro. Sin más piezas que Natalia Tena y David Verdaguer, ayudados de cams, herramientas de geolocalización o chats de voz, 10.000 km. funciona como espejo de las relaciones sentimentales aplastadas bajo la gravedad intrínseca a un desarrollo normal de los días en ausencia de la pareja. Sin grandes pretensiones, no intenta arropar bajo sus fotogramas a ninguna generación perdida, al contrario que Stockholm (Rodrigo Sorogoyen, 2013), Carlos Marqués-Marcet hila un minimalismo sentimental que, debido a la naturalidad de su esencia, corre el riesgo de ser olvidado con facilidad.

10.000 km

10.000 km

Territorio Latinoamericano apuesta por aproximar una de las realidades de Centroamérica, región donde casi no existe la producción de cine, con la presencia en el festival de Princesas Rojas. El film, ambientado en los años ochenta, reproduce de manera casi autobiográfica, según la propia directora, el devenir de una familia que apoyó la Revolución Sandinista en Nicaragua y que, tras su exilio, aun trata organizarse desde Costa Rica, hecho que la familia mantiene en secreto ya que la vinculación a la Revolución es considerado de traición para el pueblo costarricense. Como ocurría en De jueves a domingo (Dominga Sotomayor, 2012), la mirada enfatiza las percepciones de los niños, en este caso de dos hermanas pequeñas, declinando así optar por un tratamiento convencional del cuerpo de la historia y escogiendo el prisma de la infancia. De ahí, las elipsis, los saltos y las inconexiones producidas tras el filtro de los ojos de las niñas.

A diferencia de la cinta que dirige Dominga Sotomayor, desarrollada casi en un cien por cien en el interior de un coche, en Princesas Rojas existe contacto entre los niños y otros elementos externos. En concreto, el entorno escolar donde se instala la familia, funciona como un ingrediente más para aderezar una mirada global del conflicto. Laura Astorga, directora del film, logra atrapar un estado de embriaguez que recrea el aturdimiento propio del infante ante el mundo adulto. De la misma forma, tampoco abandera ningún discurso político, simplemente habla de dos personas inmersas en una desgracia personal que repercutirá en el futuro de la familia preparando el camino a un desenlace descarnado.

Princesas Rojas

Princesas rojas

 Tampoco es nada condescendiente con el espectador el documental Ciutat Morta (Ciudad muerta), un proyecto que consigue compilar a través de un documento fílmico una particular revisión de las bases del llamado Estado de derecho. Ciutat Morta (Ciudad muerta) comienza con la ocupación de un cine abandonado en la ciudad de Barcelona, símbolo de recuperación de la cultura y el espacio público, a la vez que pormenoriza la recreación de la noche del 4 de Febrero de 2006. Esa noche, otro teatro es ocupado para celebrar una fiesta. La policía acude al lugar e intenta poner fin a la celebración. En el desarrollo de los altercados entre policías y ciudadanos, uno de los agentes se desploma en mitad de la calle al ser impactado con un objeto lanzado desde una ventana. El policía queda en coma y a partir de ese momento se inicia una caza de brujas, que durará años, con el fin de colocar a un cabeza de turco que pague por la agresión al agente.

Ciutat Morta (Ciudad muerta), que nace del activismo, da voz a los detenidos aquella noche, cuestionando la vulnerabilidad del ciudadano ante la parcialidad de la justicia, evidenciando así la pantomima de este tercer poder que no solo no funciona a favor de nosotros sino que, además, lo hace en contra. Xavier Artigas y Xapo Ortega arrancan la venda de los ojos al usar el caso del 4F como paradigma perfecto de extrapolación para denunciar: la violencia que sufrieron los detenidos a manos de la policía y su papel como vehículo de control del pueblo; la quimera de la justicia, latente queda su inexistencia en el documental o su aplicación con desigual baremo; y los prejuicios sociales, una condena errónea fundamentada en el look antisistema de los detenidos. Todo esto dibuja a una España con un sistema feudal de jueces, grata herencia del franquismo, que ningún órgano es capaz de inhabilitar ni sancionar y que, en definitiva, trabajan como lacayos del Gobierno de turno.

Ciutat morta

Ciutat morta (Ciudad muerta)

Formando parte también de la zona documental, ¡Zarpazos! propone un viaje alrededor de lo que fue el Spanish Horror. Este género, creado en España a finales de los años setenta y caracterizado por gozar de una proyección en un mercado internacional, se basaba en la producción en serie de películas que compartían la temática de terror, una obsesión por el sexo y abundantes escenas de violencia. ¡Zarpazos! parte de un libro del mismo nombre, también creado por Victor Matellano. El objetivo, tanto del documental como del libro, era corroborar, o no, la hipótesis de reminiscencia del Spanish Horror en el cine de terror actual. Para ello, el documental se arma de entrevistas a varios expertos así como de fragmentos de aquellas películas que podrían catalogarse bajo este peculiar género. El metraje, algo nostálgico, abusa de exponer anécdotas y chascarrillos de rodaje, prescindiendo de una valoración de un género que ha crecido exponencialmente, tanto en calidad como en taquilla. ¡Zarpazos! funciona como una buena introducción al universo del terror español de la década de los setenta y ochenta. También reflexiona sobre la difícil misión de sacar a flote cualquiera de estos proyectos, aunque tal odisea no dista mucho de la situación actual.

La sección dedicada al documental cierra con Escocia. La película actúa como un diario de la vida de Montse. A Montse le encanta corretear entre los miradores cercanos al aeropuerto de Barcelona para contemplar despegues y aterrizajes de los aviones, mientras fantasea con su constante: la idea de viajar a Escocia. Los días de Montse, grabados por ella misma con una cámara doméstica, se entremezclan con imágenes de paisajes que aluden sutilmente a la nación de Escocia, tratando el lugar como una vía de escape para la realidad en la que vive. Montse está enferma, padece cáncer renal con metástasis. Aún así, Escocia se empapa de una visión positiva inyectada por la protagonista, a pesar de las circunstancias que debe vivir y los miedos a los que sobrevive, elaborando un discurso como regalo para todos aquellos que diariamente lidian con una batalla, sea cual fuere. El redescubrimiento de la importancia de cada detalle mínimo en el día a día de Montse, altera el orden natural de la cosas y obliga a frenar y revisar la agenda para posponer lo superfluo, antes anotado como imprescindible.

La decimoséptima edición del Festival de Málaga concluye premiando a la película de Carlos Marqués-Marcet, 10.000 km., con la Biznaga de Oro a Mejor Película, también el film obtuvo Mejor Dirección, Mejor Actriz, ex aqueo con Elena Anaya por Todos están muertos (Beatriz Sanchís, 2014), y Mejor Guionista Novel. La Biznaga de Plata fue para Todos están muertos, también premiada como Mejor Banda Sonora Original, compuesta por el grupo Akrobats. Carmina y Amén (Paco León, 2014) obtuvo tanto la Biznaga a Mejor Guión como a Mejor Actriz de Reparto para Yolanda Ramos. La Biznaga al Mejor Actor de reparto se compartió por Salva Reina y Héctor Medina, ambos integrantes de 321 días en Michigan (Enrique García, 2014), que también obtuvo el Premio del Público. Mejor Fotografía para la perfección estética de No llores, vuela (Claudia Llosa, 2014), y Mejor Montaje para Anochece en la India (Chema Rodriguez, 2014).

Por otra parte, en la sección documental, Ciutat Morta (Ciudad muerta) recibió la Biznaga a Mejor Documental, y en Territorio Latinoamericano se premió a Conducta (Ernesto Daranas, 2014) como Mejor Película. En ZonaZine La Cueva (Alfredo Montero, 2012), con una segunda versión donde desecha gran parte del material original que presentó en Sitges, se hizo con el premio de la sección. La decimoséptima edición del Festival de Cine Español clausura con 242 sesiones de proyección en sus diez días de vida y un 33% más de público, respecto a 2013. Además incrementa la venta de entradas en un 26%, también comparado con el año anterior. Cifras que revelan, en contra de lo que muchos auguran, que no todo está perdido en el cine español.

Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>