Contra la herramienta

IFFR 2022. Cuarta Parte Por Javier Acevedo Nieto

En algún momento se nos olvidó que el cine era una tecnología. Corrijo, la cámara es una tecnología que ha modelado la forma en la que miramos y aprehendemos el mundo. A base de abstraer el dispositivo, limar su aspecto contingente y sublimar el resorte misterioso y psicologista de su aspiración representacional —¿la cámara representa o es forzada a representar?—, la relación del cine con la cámara hoy día es la de un mal necesario: estorba porque impide a buena parte del cine contemporáneo eliminar el último artificio entre lo que ve la persona que crea y aquella materia que desea encuadrar en su cosmovisión. Gran parte del cine actual odia la ficción y el cine que no lo hace no sabe lo que es ficción. En el medio, la cámara es un artilugio totalmente cosificado, reducido al medio de expresión. En el mejor de los casos, algunas personas que se dedican a esto trabajarán el soporte de la imagen, pero olvidémonos de creadores como Mekas para quienes la cámara, lejos de ser un estorbo en su proyecto de poesía rutinaria, era una parte esencial en su forma de mirar.

El filósofo Don Ihde ha consagrado su obra a eso que llaman postfenomenología. Ihde sostiene que toda la filosofía de la tecnología se basa en una relación de interacción entre persona y tecnología que modela nuestra forma de interactuar con el mundo. La tecnología es multiestable ya que no tiene esencia propia, sino que es aquello que es en su uso: la cultura define lo que es una tecnología a medida que es empleada y este empleo modifica la propia cultura. El contexto resultante, el del hombre modelando culturalmente la tecnología y la cultura siendo modelada tecnológicamente, es mas complejo que la clásica visión de la tecnología como simple herramienta.

Herramienta IFFR

En estas llega una película como The Plains (2022) y David Easteal decide grabar la road movie más consecuente y, al mismo tiempo, menos cinematográfica. Una cámara fija en el coche y tres horas de metraje entre conversaciones de un hombre de mediana edad. Pocas películas recientes son tan conscientes de la existencia de la cámara y, al mismo tiempo, se esmeran en equiparar cómo la tecnología condiciona tanto nuestra visión del mundo como nosotros condicionamos su visión. Que la cámara ha marcado la forma de interactuar con el mundo es un hecho, pero Easteal decide elevar su empresa a la categoría de cine ambient con una pieza en la que cámara y persona no son elementos separados. Emergen más bien una corporeidad única en la que se equiparan puntos de vista de forma tan simple que todo sustrato narrativo, humanista e introspectivo de la road movie se da de forma meramente casual.

Esto es tan simple como suena y también muy complicado. En realidad, The Plains es otra muestra más de un cine que se hace al margen de medios, apoyos e institucionalización. Surge, como el tipo de cine más sano, del capricho de la persona creadora por mostrar su visión. Es un egoísmo sanísimo ver cómo cineastas mezclan registros documentales y ficcionales al mismo tiempo que nos recuerdan que la cámara es una tecnología corpórea. En sus imágenes no hay verdad, mentira, autenticidad o rabia. Simplemente no construyen una significación a priori y es un tipo de cine más centrado en registrar la existencia que en maniatarla. La película de Easteal no está hecha para festivales, pero tampoco podría existir sin ellos. No es contradictorio en la medida en la que Easteal es plenamente consciente de que su cine es un cine con una cualidad tan primigenia y bruta que no va a atravesar el tamiz de la exhibición. Requiere honradez esa postura y también el egoísmo sano de ofrecer un film por el mero acto de curiosear.

Herramienta IFFR The Plains

Hace unos días se estrenaba La abuela (2022) y, para variar, la prensa española no tardó en nombrar nueva obra imprescindible. Su director, Paco Plaza, genuino maestro de lo terrorífico, decía cosas como que “hay algo reivindicativo de la vejez que la pandemia ha potenciado” o que su idea era que “ese demonio fuera la vejez”. Que la pandemia ha reivindicado la vejez es la premisa más terrorífica de los últimos, un poco a la altura de la reacción periodística del film alabando su compromiso con la vejez, los cuidados, la tiranía de la juventud o el tema de moda. Es una muestra de un cine que sirve para expresar, y aquí hablamos de un cine que se expresa. En efecto, es una comparación aleatoria; no obstante, la tiranía de la actualidad permite estas aleatoriedades. En The Plains hay un protagonista consciente de la mediocridad humana que asoma en la derrota ante el tejido adiposo mucha más consecuencia. Asimismo, hay espacio para disquisiciones sobre la vejez, el amor o el vuelo de un dron que contradice de forma tecnológicamente ética la ironía humana. Nuevamente, no es la película de la semana, del mes o del año. No es excepcional, ni maravillosa, ni prodigiosa. Sin embargo, sus formas son pensadas y se piensan desde el punto de vista de quien sabe que la tecnología cámara y la cultura cine proyectan el ingenio tanto como lo condicionan. Honestidad en una road movie de imágenes ambient que se olvida de la herramienta para enunciar el contexto que envuelve a un hombre que solo existe.

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