Contra la planificación
IFFR 2022. Sexta parte Por Javier Acevedo Nieto
Drifting Petals (2022) es una película que avanza movida por una extraña tensión. Dilatada en secuencias que parecen recuerdos cancelados, la cineasta Clara Law se mueve con un poco de torpeza, algo de emoción y un amateurismo que, entiéndase, no significa desconocimiento, sino una ambición por grabar como si la cámara fuera una aficionada a la vida. En el fondo, de novedoso hay poco. Buena parte del cine asiático surgido en el nuevo milenio —por no decir todo con la excepción del japonés— se construye sobre un psicologismo que, mejor o peor, ha contribuido a reescribir ya no tanto el discurso histórico —suspendido en una amnesia obligada— sino la memoria colectiva de una historia mitificada. Tsai Ming-liang o Hou Hsiao-Hsien son dos exponentes de un cine asiático obsesionado con la performatividad del recuerdo. Sus películas no hablan de la contemporaneidad y la desorientación de una sociedad acelerada. Operan en las condiciones materiales de representación de la contemporaneidad —la posibilidad o imposibilidad de un cine que pueda enunciar el ritmo dislocado del presente— y en la elaboración discursiva del mito de la postmodernidad, esto es, un reemplazo de las narrativas artísticas arquetípicas y genéricas por contranarrativas de emociones líquidas que vienen a sustituir el pensamiento mitológico por uno arqueológico.
La película de Clara Law interioriza el psicologismo y la performatividad del mito histórico para narrar el sempiterno relato del exilio de la memoria en forma de líquida contranarrativa: es tanto memoria, como ficción, como cita histórica y autobiografía. Dos historias se entrecruzan en Macao a través de un joven músico que sirve de eje para que Law explore los recovecos de su proceso creativo. Esto es lo menos interesante de Drifting Petals ya que la cineasta nacida en Macao atisbó el fin del colonialismo en Hong Kong y está atravesada por inquietudes similares a las de otros contemporáneos y sus referentes inmediatos —los sempiternos Resnais y compañía— no aportan mucho a la discusión. Lo que convierte a la película de Law en una experiencia tan extraña es su deliberada torpeza. Pasajes que se ven y se sienten improvisados con travellings hechos a mano, secuencias de flaneurismo introspectivo urbano deliberadamente improvisadas y cosidas con inmediatez y, sobre todo, una sensación de espontaneidad que, consciente o inconscientemente —y esto es completamente irrelevante— boicotea todo el dispositivo cinematográfico que pone en escena la memoria, el trauma y el recuerdo.
Esta planificación libre dilatada a través de los cuatro años que demoró el proyecto se traduce en una película que crece y madura a lo largo de todo el metraje. De la inquietud inicial y el apoyo en una voz omnisciente se pasa a un final mucho más encauzado formalmente en el que se reitera el carácter dialógico de las imágenes como meras contenedoras de un discurso sobre el trauma. De la cámara con un foco que titila y no sabe muy bien dónde posarse, de secuencias en puentes y arterias urbanas que dan cuenta de una libertad inusitada en el esquematismo casi dogmático del cine asiático de autor se pasa a un estricto dominio de la voz poética y el uso del espacio como caja de resonancia mental. Es extraño asistir a estas disonancias y, al mismo tiempo, bastante curioso ver cómo Law oscila entre el amateurismo más libre e ingenuo —casi hay una cualidad de falso documental o cuaderno de rodaje— y la “profesionalización” del lenguaje cinematográfico que se intuye hacia el final —y cuyo academicismo y normatividad resultan un tanto descorazonadores—.
No diré que Drifting Petals (2022) sea una muestra de cine libre, pero sí conforma una mezcla diferente de tantos motivos temáticos y recursos expresivos que la libre adaptación de escritos de Sebald respira por momentos una improvisación contra toda planificación que hace pensar en una época donde la imagen siempre parecía el acto reflejo de una profunda emoción familiar, y no un pensado —y pesado— movimiento de una supraconciencia artística que viene intelectualizando un cierto tipo de cine asiático tan metido en la arquitectura del recuerdo que apenas recuerda qué había fuera de allí.