Corazón gigante (Fúsi)
El último islandés virgen Por Domingo López
Después de tanta tragedia post-traumática y tanto drama bélico, a veces apetece encontrar en la programación de un festival como el de Sarajevo una joyita como este Corazón gigante (Fúsi), posiblemente el primer (y último) coming of age de la historia protagonizado por un islandés obeso de 43 años.
Y es que, pese a haber entrado hace tiempo en la edad adulta, Fúsi sufre del síndrome de Peter Pan en grado agudo y tampoco parece tener intenciones de ponerle remedio a corto plazo. Este barbudo escasamente hipster, vive feliz rodeado de sus miniaturas de la Segunda Guerra Mundial (con la que juega unas partidillas con el vecino un día por semana), con sus colecciones de muñecos y su ocasional visita al tailandés del barrio para degustar, como marcan sus inamovibles costumbres, un enorme plato de pad thai. Y esto no es todo. Fúsi vive todavía con su madre y el nuevo novio de esta (incapaz de entender cómo un adulto es capaz de malgastar su vida con muñequitos y videojuegos) mientras se gana el jornal trabajando en la sección de equipajes del aeropuerto de Reikiavik, donde sufre habitualmente las bromas pesadas de los cretinos de sus compañeros de trabajo.
Así es la vida del bonachón Fúsi (interpretada por el voluminoso actor Gunnar Jónsson, de cuya ignota filmografía admito haber visionado únicamente aquella fallida cinta de acción fantástica titulada Astropia), una sucesión de rutinas sin visos de cambio, cuya única válvula de escape de aquello que le rodea parece reducirse a sus llamadas a un programa de radio, donde le dedican unos cuantos minutos de heavy metal con el que aliviar sus malos momentos e irse a la cama más relajado.
De improviso, la vida de Fúsi da un vuelco. El metomentodo de su padrastro le regala por su cumpleaños un abono para unas clases de country, algo que parece apetecerle tanto como que le arranquen las uñas con unas tenazas. Pero, por no escuchar más a su madre, decide ponerse sus mejores (e inadecuadas) galas, y acude a la cita. Y es allí, y en ninguna otra parte, donde nuestro protagonista conoce a una chica. Una chica que le abre las puertas de un tipo de felicidad que desconocía y que expande su espectro vital más allá de las paredes de su casa y las del trabajo. Hay que decir que, hasta la aparición de Sjöfn, su contacto con el género femenino se había limitado a la relación con su madre y a los encuentros fortuitos con la vecina, una niña de unos 10 años, con la que comparte su afición a la juguetería.
Producida por Baltasar Kormákur, uno de los pocos cineastas islandeses que puede orgullecerse de haber logrado una carrera cinematográfica al margen de la producción de su país (ha dirigido títulos en territorio norteamericano como Verdades Ocultas, 2 Guns y diversas series de televisión), Corazón gigante (Fúsi) es una producción accesible para cualquier aficionado al world cinema, una cinta tranquila sobre el despertar tardío a la vida y al amor. Que nadie espere algo parecido a Virgen a los 40 (The 40-Year-Old Virgin, Judd Apatow, 2005), porque Corazón gigante (Fúsi) se encuentra en las antípodas de ese tipo de cine.
Este filme del realizador Dagur Kári (cuyo trabajo anterior, Un Buen Corazón, resulta ser su única película estrenada en nuestro país) no esconde el hecho de ser una cinta comercial filmada con un estilo más cercano al cine indie que al mainstream o al cine de autor en su vertiente más hard; un estilo que, probablemente, tenga más que ver con la localización geográfica de su realizador que con ninguna pretensión consciente. Sea como sea, las desventuras de Fúsi logran conectar con facilidad con el espectador, que se siente cercano a su visión inocente de la vida, contagiándonos de ese anhelo de esperanza cada vez que suena Dolly Parton en la banda sonora.
Si en cualquier comedia romántica damos por sentado que las complicaciones forman parte indisoluble de la historia, en Corazón gigante (Fúsi) las cosas no son diferentes; aunque tampoco todo acaba resolviéndose como muchos podrían anticipar. El final agridulce del filme quizá no sea el que el público tuviera en mente, pero sí que resulta ser el mejor para nuestro orondo protagonista, que logra, por fin, iniciar un cambio en su vida. Si se queda con la chica o no (y demás historias secundarias) es algo que, llegado el momento, deja de tener tanta importancia. Ese momento en el que Fúsi decide extender las alas y volar lejos del nido.
Joder, te ha faltado comentar la aparición estelar de unos bosnios en el trabajo del prota que hizo que todo el público en Sarajevo se viniera arriba. Una peli tierna, todo el cine acabo suspirando y aplaudiendo al buenachón del prota. De las que más vi disfrutar en la capital bosnia. Una peli sencilla, cálida y sin pretensiones, pero huyendo del falso indie. ¡Muy recomendable!