Cowboy Bebop
El peso del pasado Por Damián Bender
“El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5895 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre es, en masai, «Ngáje Ngái», «la Casa de Dios». Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas.”
Si uno se detiene a pensar por un momento la premisa general sobre la que se desarrolla Cowboy Bebop (Kaubôi Bibappu, Shinichirô Watanabe, 1998), resulta casi inevitable preguntarse cómo es que una idea tan absurda consiguió transformarse en una de las series de animación más veneradas por el público en general. La obra de Shinichiro Watanabe combina elementos de mundos aparentemente disímiles con el objetivo de crear una unidad superadora, autoconsciente de sus fuentes de inspiración pero ecléctica y creativa al mismo tiempo. Incluso la música de la serie compuesta por Yoko Kanno está empapada por esta filosofía: toca la mayor cantidad de géneros y subestilos posibles, pero no de forma gratuita, sino que aporta un gran valor añadido a las imágenes en pantalla, dotándolas de un simbolismo y peso que serían impensables sin este aporte sonoro.
La variedad musical en Cowboy Bebop es representativa de las aristas que busca abarcar: vamos desde el jazz de Big Band hasta el Heavy Metal, pasando por el Blues, el Cool Jazz, algún toque de Ópera y un poco de Hard Bop de vez en cuando. Pero dentro de un colorido repertorio, el costado más significativo para la obra en su totalidad tiene tintes oscuros y un carácter meditativo que se sumerge en las sombras de algún tiempo anterior al actual.
Y es que a pesar de estar ambientada en un futuro donde la humanidad habita todos los confines del espacio exterior, la televisión es holográfica pero de baja resolución y el internet sigue siendo un lugar extraño; en Cowboy Bebop los ojos miran hacia atrás. A diferencia de otras obras que señalan el futuro como una suerte de utopía en la que toda la humanidad encamina su rumbo hacia un ideal de superación y bienestar, aquí los vaivenes del futuro no son un factor de orden, sino todo lo contrario.
Ante la expansión de las fronteras y la abundancia de planetas para habitar, las tasas de crímenes se disparan y las fuerzas gubernamentales y policiales locales no dan abasto, apenas pueden mantener el orden en sus respectivas jurisdicciones. La humanidad en este caso no camina en la misma dirección, sino que cada individuo da pasos en la dirección que le place, cada uno por su lado. Los otros encargados de mantener el “orden” son los caza recompensas, que pueden manejar sus vidas como les parece, sin controles y sin reglamento a la hora de atrapar criminales. La justicia no es un valor por el que trabaja un caza recompensas, sí lo es el dinero que cobrará por atrapar a un fugitivo.
En otras palabras, las ideas de progreso a las que Pablo López hace referencia en su análisis del Neo-Noir futurista aquí no tienen cabida: el mundo avanza sin dirección hacia un futuro incierto, y esa incertidumbre es la que obliga a casi todos los personajes a mirar insistentemente hacia atrás. Esta contradicción forma parte integral de los escenarios y ambientes de cada uno de los planetas, de manera tal que la tecnología casi no afecta los espacios urbanos. Al contrario, la estructura urbana y su arquitectura parecen haber quedado congeladas en el tiempo, con la excepción de algunos centros urbanos o casinos de alto nivel adquisitivo. El foco de la acción está en los suburbios y las zonas abandonadas debido a que muchos de los criminales operan en la periferia, pero también porque los protagonistas prefieren moverse en esos ambientes sombríos, que muchas veces hablan por ellos sin que sea necesario expresar sensaciones en palabras. El bar se vuelve un caso paradigmático con sus luces bajas tiñendo el recinto de un sombrío tinte rojizo, mientras un barman sirve un trago al son de un saxofón que resolla memorias pasadas. Una mujer juguetea con el vaso mientras fuma y escucha la música en silencio, con la mirada perdida.
Esa mujer llamada Faye Valentine representa un caso bastante particular dentro de la serie, debido a que no tiene pasado. Mejor dicho, no recuerda su pasado y eso supone una crisis de identidad que marca todo el desarrollo de su arco narrativo. Para Faye el pasado es un misterio que debe ser descubierto, un velo que es necesario quitar para comprender quién es en realidad. Ella es puro presente, pero no se siente parte del mismo. Por eso es que ella se ausenta constantemente, está perdida en un mar de recuerdos que no puede recordar y que la fuerzan a deambular sin rumbo ni objetivos. No puede haber futuro sin conocer el pasado, pero en este caso el pasado se transforma en un objetivo y finalmente en un camino sin salida que la deja en el mismo lugar donde había empezado: en la nave de Jet, el Bebop.
Mientras Faye intenta reconstruir su persona a través de los recuerdos, para Jet es mejor dejar al pasado atrás y mirar hacia adelante. Su tosca personalidad, marcada por su sentido del deber y la responsabilidad es lo que lo impulsa a seguir avanzando, ya que entiende que la única manera de vivir en paz es dejando que el tiempo cicatrice las heridas. Como las plantas de Bonsai que cuida, Jet deja atrás lo que le hace mal, poda lo que lo afecta mentalmente. De esta manera, el pasado sólo es un recuerdo, algo que vuelve de vez en cuando y se puede ver con los ojos de la nostalgia, aunque no sea una memoria feliz.
Eso es lo que atormenta a Spike, la incapacidad de rememorar desde la nostalgia. Para el principal protagonista de Cowboy Bebop, el pasado y el presente están fusionados y no logra diferenciar uno del otro. Su arco está inspirado en el de Jeff, protagonista del clásico noir de Jacques Tourneur, Retorno al Pasado (Out of the Past, 1947): ambos hombres estaban involucrados en redes criminales, ambos se enamoraron de una femme fatale que los traiciona, y ambos tienen que desaparecer para mantenerse a salvo de sus enemigos. Para los dos el presente es una segunda chance, pero donde se diferencian es en cómo tratan a esta oportunidad de encauzar su vida.
Jeff consigue establecerse en otro lugar, abre un negocio y termina enamorándose nuevamente. Por ello cuando el pasado lo vuelve a llamar, su intención es la de cerrar definitivamente ese capítulo para poder retomar su nueva vida. Para Spike, su realidad como caza recompensas es una mera distracción, algo para mantenerse entretenido y subsistir. Su estadía en el Bebop se siente como algo originalmente transitorio que se terminó normalizando con el paso del tiempo y la falta de mejores perspectivas. Cualquier señal de su vida pasada exhibe un magnetismo irresistible y señala que, a diferencia del detective de Tourneur, él no pudo reestructurar su futuro. Los dos sienten la sensación de estar viviendo en un sueño del que no pueden despertar, una nebulosa que los ha atrapado y de la cuál necesitan escapar. Y esa nebulosa tiene nombre de mujer.
Sin embargo, Julia no es igual que la mujer fatal y sin escrúpulos encarnada por Jane Grier, de nombre Kathie. En el caso de Julia estamos hablando de una femme fatale circunstancial, que se ha visto obligada a traicionar a Spike en contra de su voluntad. La sombra de Vicious, villano arquetípico similar a Whit en Retorno al Pasado, controla la situación a la distancia y fuerza a Julia a perpetrar el engaño, sin éxito. Ella no puede matarlo, así como tampoco puede librarse de Vicious. Es una mujer fatal involuntaria, todo lo opuesto a la Kathie de Tourneur, dispuesta a manipular y jalar el gatillo si es necesario.
En ese sentido Faye se acerca más a ese arquetipo del cine noir, ella no tiene problema en utilizar su sexualidad a su favor o en traicionar en determinadas ocasiones. El mundo para una chica sin memoria ni dinero no es sencillo, y ella lo aprendió de la manera difícil: siendo engañada por un “hombre fatal”. Watanabe da vuelta el estereotipo del género con maestría y una cuota de humor que hace pasar desapercibido este detalle.
Entre medio de la mezcolanza de estilos, tonos cómicos y dramáticos, personajes livianos y humanos a la vez y la fachada de serie episódica; se esconde una esencia introspectiva y cargada de reflexión, que gira constantemente sobre su centro incluso en los episodios más superficiales. Ese centro representado por el peso del pasado en nuestras vidas se refleja en todos los personajes, sean protagonistas o antagonistas, y la forma en que este impacta en su presente es lo que decide su destino al final del camino. El peso del pasado es tan crucial que los únicos rivales a los que Spike no puede derrotar no tienen rastro alguno de sus memorias, siendo seres que viven para el ahora: Mad Pierrot, Appledelhi -el padre de Ed- o Vincent -el villano de Cowboy Bebop, la película: Llamando a las puertas del cielo (Cowboy Bebop: Tengoku no tobira, Shinichiro Watanabe, 2001)- resultan prácticamente invencibles hasta el momento en que se rompe el témpano que resguarda los recuerdos.
“Harry miró, y todo lo que pudo ver fue la cima cuadrada del Kilimanjaro, ancha como el mundo entero; gigantesca, alta e increíblemente blanca bajo el sol. Entonces supo que era allí a donde iba.”
El pasado a veces puede pesar demasiado, y los seres humanos podemos quedar consumidos por este. Por eso es que tenemos que aprender a lidiar con esa carga y caminar con los ojos hacia el frente. De eso se trata la vida después de todo.