Creed. La leyenda de Rocky

El tiempo es invencible Por Fernando Solla

Fight without picking
And fight without shame
Fight for your girl
And live up to your name…
Rocky, fight from the heart!
Andy Karl en Fight from the heart, del musical Rocky (Lyhn Ahrens y Stephen Flaherty, 2012)

Hay personajes que acompañan a un actor durante toda su trayectoria profesional, más longeva o menos, más heterogénea o uniforme. En el caso de Sylvester Stallone, Rocky sino es el único, sí el que ha conseguido consolidarse como el más representativo. Con el que nos ocupa, siete títulos estrenados en cinco décadas distintas y un personaje que cumple cuarenta años en la gran pantalla.

El director y guionista Ryan Coogler ha orquestado una auténtica filigrana genérica bajo la apariencia de un drama deportivo más (o menos) convencional. Sin perder su condición de secuela, Creed. La leyenda de Rocky es a la vez reboot y spin-off de dos personajes, uno de cuerpo presente y otro evocado a través de la figura del hijo ilegítimo que luchará por identificarse con el apellido y la leyenda de su progenitor. Así pues, Adonis (Michael B. Jordan) se buscará a sí mismo siguiendo la estela y reconstruyendo la historia sobre el ring de su padre, Apollo Creed (Carl Weathers en las cinco primeras entregas). Dejando Los Angeles se instalará en Filadelfia y buscará a Rocky Balboa (Stallone), retando al ya veterano púgil a enfrentarse con su propio mito y pidiéndole que le entrene para poder emular a su difunto padre.

Creed. La leyenda de Rocky

Los personajes ausentes serán pues tan o más importantes que los presentes. Y narrativamente relevante la manera de convocarlos. A medida que avance el largometraje, Rocky y Adonis irán modificando e intercambiando (entre ellos y con los invocados) las funciones prototípicas de sus personajes como catalizadores del relato, unificando además los anteriores títulos de la saga y la diversidad de géneros que comentábamos. Lo que empezará como una relación entre maestro y discípulo continuará como algo parecido a una correspondencia paterno-filial. A la vez, Rocky revivirá sus éxitos y fracasos sobre el ring, cuya llegada cuatro décadas atrás será relanzada en la figura de Adonis, enfrentándose el primero a su mayor oponente (y finalmente amigo) y el segundo a su padre Apollo, dentro y fuera de las cuerdas. De este modo, ya tenemos en mente al patriarca Creed y al hijo alejado de Balboa, Robert Jr. (Milo Ventimiglia en la entrega anterior).

En esta reunión no podía faltar una visita al cementerio. Allí nos encontraremos con Paulie (Burt Young en las previas) y por supuesto Adrian (Talia Shire). Habrá rosas para ambos. En forma de flor para ella y de botella (Four Roses) para él. Esta secuencia será la primera donde Stallone podrá desplegar su registro como actor cómico (blando si se quiere), vistiendo a su personaje con una personalidad telúrica, fuertemente aferrada a la realidad y ya completamente alejada de los ecos gloriosos (o no tanto) del pasado. El tiempo es invencible. O quizá no.

Aquí será donde comienza el reboot. Con la aparición de Bianca (Tessa Thompson), vecina de Adonis, reviviremos la historia de amor entre Rocky y Adrian siguiendo el patrón de la primera entrega. Veremos sus miedos e inseguridades y el equipaje que acarrean como antihéroes y figuras imperfectas que son. A partir de este momento, el boxeo (la música en el caso de Bianca) empezará a tomar protagonismo como vehículo para derrotar cualquier temor, convirtiendo el ring en un momento espaciotemporal aislado, sublimación de la vida conceptual y utópica del deportista.

Creed

Este aspecto del filme es el que Coogler ha saldado con más éxito. Apoyándose en la dirección artística de Danny Brown y Jesse Rosenthal, el montaje de Claudia Castello y Michael P. Shawver y la fotografía de Maryse Alberti como principales aliados. Todos los implicados en sus respectivas disciplinas han compartido un punto de meta común, a la que llegan con una excelente muestra de la evolución del boxeo y de cómo el cine ha reflejado el del paso del tiempo y, también, de su interacción con los demás medios de comunicación. También de la capacidad cinematográfica para crear recuerdos ficticios tanto o más hondos que los reales, asimilando una película con un momento concreto, que será distinto para cada espectador.

De este modo, pasaremos de ver las fotografías en blanco y negro y los recortes de prensa mítico combate entre Creed padre y Rocky de la primera parte a grabaciones del mismo (extractos del primer largometraje) reproducidas en YouTube y proyectadas sobre el cuerpo de Adonis, que luchará con su padre proyectado sobre sí mismo y contra la pared. Algo hiperbólico si se quiere pero impactante y, sobretodo, justificado por el contexto de la historia que se quiere explicar. Ya en la actualidad, veremos cómo las credenciales de cada rival de Adonis se proyectarán en pantalla congelando la imagen y figura de cada uno de ellos, a modo televisivo e incluso, de videojuego. Historia relanzada a través de los canales actuales.

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Finalmente, Creed. La leyenda de Rocky rompe también con el tradicional uso que se hace del reboot cinematográfico. Normalmente se suelen conservar algunos aspectos desviándose de la cronología narrativa original y explotando la funcionabilidad de la muestra primera, que suele quedar anulada para tomar un nuevo camino. Aquí no. Coogler ha querido reivindicar un título y un personaje con un ejercicio metacinematográfico y autorreferencial insólito en su metodología.

Para los más nostálgicos hay también un leve intención de glorificación de la figura de Stallone, pero que lejos de caer en un ejercicio ombliguista, se realiza en paralelo a la de su personaje y mostrando que, en la gran pantalla, esto es lo máximo y mejor que ha conseguido en su carrera. Un actor de un único personaje que vuelve a él, una y otra vez. Así como algunos cómicos, que lo hacen desde la verdad de un personaje en el que confían ciegamente.

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