Cuatro Fantásticos

Patrones Por Manu Argüelles

Dentro de las posibles estrategias tanto comerciales como artísticas de los reboots como variante del ejercicio del remake, se me ocurren de forma muy rápida dos ejemplos que pueden funcionar casi como dos modelos. 1. Estoy pensando en Dredd (Peter Dravis, 2012) y en The Amazing Spiderman (Marc Webb, 2012). Si lo entendemos como un ejercicio de la desmemoria, en el primer caso que así sea. Porque no sólo borraba de un plumazo aquella inefable adaptación previa con Stallone (Juez Dredd, Danny Cannon, 1995) sino que nos aportaba un potentísimo largometraje que además en cuanto adaptación otorgaba criterios de justicia respecto a su fuente original. Los seguidores del cómic podían estar satisfechos y los que no, tenían delante una magnífica película. En el segundo caso, las cosas ya no están tan claras. Sony lo impulsó para no perder los derechos del famoso personaje pero palidecía frente a su anterior trasvase del cómic, el que realizó Sam Raimi. Es cierto que la tercera parte de Raimi totalmente fallida colocaba a Spiderman en una encrucijada pero The Amazing Spiderman si algo provocaba era incertidumbre en el mejor de los casos y la sensación de que era un largometraje innecesario, puramente crematístico, en el peor de los juicios.

¿En qué lugar se encuentra Cuatro Fantásticos? Pues casi que podríamos decir que en un extraño lugar entre dos tierras y con ello es imposible no guardarle simpatías, al menos yo. Porque me niego a hacer leña del árbol caído. No. Al ponerme delante de la pantalla me resultaba imperativo no tener en cuenta todo el ruido que ha acompañado a la película tras su estreno en EUA, o incluso antes con la guerra fría (o ya no tan fría) entre Disney – Fox, de la que nuestra película en cuestión ha acabado siendo una rehén, como si estuviésemos en una especie de Kramer contra Kramer (Kramer vs. Kramer, Robert Benton, 1979) trasladado a las fricciones empresariales de dos grandes productoras. Debería importarnos más bien poco que la motivación de Fox para realizar una nueva revisitación de la franquicia de Cuatro Fantásticos sea únicamente para evitar que le expiren los derechos y poder así seguir explotando a la Primera Familia de superhéroes, tal como sucedía con el Spiderman de Webb. El secretismo, bastante inusual en nuestros tiempos de redes sociales, en el que se ha llevado toda la preparación y rodaje, también levantaba suspicacias. En definitiva, en torno a Cuatro Fantásticos existía tanta información negativa que lo mejor que podíamos hacer era desecharla por completo para no ir formados con una opinión previa prejuciosa que acabaría condicionando nuestro juicio.

Cuatro fantásticos

En una interesante entrevista que se les hacía a Josh Trank y Simon Kinberg en Collider, el pasado mes de enero, se aportaban varios puntos de interés que explican bastante el resultado final de la película. Ya entonces se hablaba de un montaje que rondaría las 2 horas y 10 minutos. Como bien sabemos el montaje final ha quedado reducido a 100 minutos, donde Josh Trank ha denunciado injerencias por parte de la Fox que han adulterado su visión. Cuando uno la ve no le queda otro remedio que darle la razón porque, efectivamente, tal como ya se advertía en Gangs of New York (Martin Scorsese, 2001), Cuatro Fantásticos nos deja con el regusto de estar ante una película mutilada, como si fuese un animal herido. ¿Tenemos que sacrificarlo como si fuese un ciervo cuando se nos cruza en la carretera y colisionamos con él? No, en absoluto. Porque aunque todo el largometraje se nos presenta como una larguísima introducción donde parece (y sólo es una impresión) que se ha llevado al extremo la técnica narrativa de los cómics del decompressive storytelling 2, justamente es en este enfoque donde uno puede apreciar una estimulante variación del patrón de las películas de superhéroes que iría muy en sintonía con la estupenda película anterior de Josh Trank, Chronicle (2012). Por eso no es comparable a casos como la decepcionante El corredor del laberinto (The Maze Runner, Wes Ball, 2014), que parece sólo existir como un exagerado prólogo de una franquicia. Cuatro Fantásticos, claro que quería aspirar a un nuevo ciclo, pero en su posición como inicio sí busca dotarse de una solidez por sí misma que desgraciadamente le ha sido mermada.

Cuatro fantásticos

En la misma entrevista citada anteriormente, Trank menciona como fuerte influencia al David Cronenberg de La mosca (The Fly, 1986) o Scanners (1981). Y, sí, la adquisición de los poderes de los personajes tras un accidentado viaje a la Zona Negativa (una nueva dimensión de antimateria), en los mismos términos en los que el científico de La mosca tenía un percance al teletransportarse entre las dos cabinas, supone una prisión fatal para su personajes, un timbre además que les distancia de los X-Men y sus tormentos existencialistas, porque aquí estamos ante el horror vacui de la transformación. El destino de los personajes queda también prefijado en una situación de sirena varada, cuando las instancias gubernamentales y militares quieren sólo utilizarlos como armas de destrucción. Hay un trabajo de lo monstruoso y de lo deforme (especialmente detallado en Reed Richards y La Cosa) que pone en entredicho también su condición de héroes. Porque Reed Richards (Milles Teller) en su rol de líder del grupo acaba resultando el responsable (involuntario o no) de varios percances trágicos que suceden en el film, relativos a Victor Doom (Tobby Kebbell), por un lado, y por otro lado acaba manifestando su descarnadado individualismo cuando prefiere huir de la base y salvar su pellejo antes que ayudar a su amigo confundido en su nuevo estado de La Cosa. A Trank no le interesa la épica altisonante del superhéroe sino indagar en los ambivalentes vericuetos de la condición humana y como ésta se pone a prueba cuando el sujeto adquiere características superiores, muy en la línea del proceso que convertía al personaje principal de Chronicle en un psicópata villano, desbordado ante las frustraciones y los desajustes psicoafectivos.

Cuatro fantásticos

Si Chronicle ya suponía un interesante maridaje entre lo artesanal y el verismo del formato del found footage frente al sentido de la maravilla de unos estupendos efectos especiales perfectamente integrados, Cuatro Fantásticos es una película rebosante de tensiones en su seno. Aparte del desarrollo narrativo que detalla cómo estos jóvenes acaban formando un equipo y adquiriendo un sentido de familia, lo que implica una superación de las dificultades, en la película se fragua una lucha desigual entre la voluntad del director de ofrecer una mutación perfectamente canalizada dentro del régimen del blockbuster (y eso también supone considerar como superflua la acción física frente a la interacción de sus personajes) y los intereses de la major que buscan desesperadamente un tratamiento comercial que la haga más accesible. En esa tortuosa conflagración, Cuatro Fantásticos con sus grietas y sus fisuras, con su precipitado y forzado desenlace, y en definitiva con su sesgada entidad, denota que es una película que merece, por lo menos, no ser despachada con ligereza.

  1. Por cierto, y casi se podría considerar una práctica narrativa parasitaria del universo del cómic, y por tanto es comprensible que también se utilice en el cine, porque precisamente en ese universo los reinicios están ya totalmente normalizados en el funcionamiento estándar de las viñetas de superhéroes, dada la longevidad de los personajes en el tiempo.
  2. Se desarrollan muy lentamente las líneas narrativas, dando prioridad a aspectos muy secundarios para narcotizar y dilatar al máximo la trama principal
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