Cuento de otoño

Por Laura del Moral

Cuento de otoño (1998) es el último relato de Cuentos de las Cuatro Estaciones, esas “pequeñas” historias que nos hicieron ver que las estaciones formaban parte del año pero también que eran pedazos de nuestras propias vidas, como pretendía su director, Eric Rohmer, ese filósofo romántico de la Nouvelle Vague, ese cineasta que nos hizo darle una oportunidad al azar, al destino, a las casualidades y sobre todo una oportunidad a nosotros mismos mostrándonos los detalles más pequeños e íntimos de las relaciones humanas y, aunque consciente de las debilidades, inseguridades y confusiones emocionales de los seres humanos, al igual que hiciera el gran maestro japonés Yasujirō Ozu sin juzgarlos en ningún momento, simplemente mostrándonos situaciones cotidianas de una manera realmente sencilla en las que sin embargo se esconde toda la complejidad del alma humana.

Magali (Béatrice Romand), aquella jovencita de La rodilla de Clara (Le genou de Claire,1970), es una mujer solitaria que vive en el campo ocupándose de sus viñedos, vive en una soledad impuesta por la muerte de su marido y porque sus hijos ya se han hecho mayores y han hecho sus propias vidas. Su mejor amiga desde la infancia, Isabelle (Marie Rivière) la visita a menudo y mantiene una estrecha relación con la novia de su hijo, Rosine,  (Alexia Portal), estas dos mujeres serán las “conspiradoras” de los planes para emparejar a Magali. El filme gira en torno a todas estas maniobras de sus amigas que van dando lugar a situaciones en las que los personajes de Rohmer irán profundizando en su propio interior, en sus sentimientos, con magníficos diálogos en los que muestran todas sus contradicciones, deseos, anhelos, imperfecciones. El cine de Rohmer es un cine para escuchar, en el que la palabra es absoluta protagonista.

Isabelle pone un anuncio en un periódico local y se hará pasar por su amiga en un principio ante Gérald, un estupendo Alain Libolt, que también es viudo y después de viajar bastante ha decidido regresar al campo y le gustaría encontrar una mujer para compartir su vida, se siente atraído por Isabelle pero creyendo que su vida es la de Magali y aunque por un momento sentirá que Isabelle se ha burlado de él cuando le confiesa la verdad enseguida y haciendo gala de la generosidad y serenidad que caracterizan a su personaje aceptará los planes de Isabelle de que acuda a la boda de su hija y conozca a Magali “por casualidad”.

En la boda se produce el encuentro y desde un primer momento surgirá la química entre ellos, después, por una serie de contradicciones, malentendidos e inseguridades de Magali se irán produciendo una serie de acontecimientos que finalmente desencadenarán el desenlace de la película.

Paralelamente a esta historia, Rosine, tratará de emparejar a Magali con su antiguo profesor, Étienne (Didier Sandre) con el que ella tuvo una relación y del que ahora sólo quiere ser su amiga. Él se suele sentir atraído por sus jóvenes alumnas aunque acepta los planes de Rosine porque también desea encontrar una mujer. El encuentro también se producirá en la boda aunque en este caso no habrá conexión entre Magali y Étienne.

Todas estas situaciones que podrían resultar para algún lector tal vez un poco banales o frívolas, aunque la búsqueda del amor nada tiene de ambas, son tratadas admirablemente por Rohmer, con una naturalidad extraordinaria que llevará al espectador a sentirse identificado con alguno de sus personajes y de las situaciones planteadas en Cuento de otoño.

Mediante divagaciones acerca del amor, la filosofía, la vida nos iremos introduciendo en este universo rohmeriano en el que tanto los personajes más jóvenes como los más adultos tienen fe en el amor aunque desde distintas perspectivas debido a su edad y experiencia. Magali llega a señalar, resignada, que a ella ya no le espera ninguna sorpresa más en la vida  pero veremos como mostrará esa ilusión de que tal vez las cosas puedan funcionar con Gerald y que aún espera lo extraordinario, el amor auténtico, aunque el realizador francés no nos hará olvidar al final de la historia que sucederá si tiene que suceder, recordándonos ese destino siempre presente en su obra.

Cuento de otoño

La película está impregnada de otoño, de sus colores, del viento, de su luz, de un poso de melancolía. Rohmer siempre ha otorgado una enorme importancia a la naturaleza haciéndola partícipe en todo momento de sus filmes, consciente de como influye ésta en las personas la manejaba magistralmente como un elemento más de la propia historia. Sigue esa tradición artístico-filosófica que presupone la existencia de analogías importantes entre el hombre y el mundo o el medio físico que lo rodea.

Es singular esta predilección de Rohmer por la meteorología y  por las señales naturales de las horas del día o de las estaciones del año si lo comparamos con el tratamiento de la naturaleza en otros cineastas. Antes de realizar este ciclo de las cuatro estaciones, su obra ya había estado vinculada a las condiciones atmosféricas y a una determinada estación climática; el otoño en La buena boda (Le beau mariage, 1982), el verano en El rayo verde (Le rayon vert,1986) o en Pauline en la playa (Pauline à la plage,1983), el invierno y la nieve en Mi noche con Maud (Ma nuit chez Maud, 1969), la lluvia en La mujer del aviador (La femme de l’aviateur,1981). Con esta unión de espacio y atmósfera consigue una gran capacidad simbólica, metafórica y al mismo tiempo de veracidad casi documental.

Cuento de otoño desprende poesía (esa “poesía intrínseca” a la que aludía Rohmer en uno de sus ensayos), en sus escenarios, en sus miradas, en sus palabras; en una de las secuencias iniciales Magali le muestra a Isabelle su viñedo, comparado con el de sus vecinos es mucho más pequeño y está repleto de hierbas salvajes y le explica a su amiga que ella se considera más una artesana que una comerciante, que no explota la tierra, la honra; una frase que dibujará muy bien la personalidad de Magali a lo largo de toda la historia y que podríamos extrapolar al cine que realizó Rohmer durante toda su carrera cinematográfica porque por encima de cualquier otra cosa y aunque muchos no hayan sabido (o querido) entender su cine, Eric Rohmer ha sido uno de los directores más coherentes, vitales e inteligentes que ha dado el séptimo arte.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Muy descriptivo y completo.Solo puedo añadir mi sonrisa continuada y satisfación con esta maravilla de película.Sus personajes son puro encanto,se mueven y actuan en pos de la amistad y el amor que se profesan.No hay el Cine de Éric Rohmer un personaje que no tenga alma y corazón.Plenos de convecimiento que a través de ellos las relacciones pueden mejorar positivamente.Magníficos el elenco de Actrices y Actores.El final una explosión de Viva la Vida.

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