Die lebenden y The Attack
Quinto Día: El ángel de la Historia Por Déborah García
El quinto día de Festival ya no camino, me arrastro, y llevo las gafas de sol puestas desde que salgo por el portal de la casa. La luz del sol me hace muchísimo daño. Ese día decido desayunar justo detrás del Teatro Victoria Eugenia, en un bar de los que yo y mis amigos llamamos de viejos. Una pareja argentina corrobora mi pensamiento cuando al entrar dicen: “¡Viste que sitio más añejo!”. Pido un café y un vaso de agua, necesito cafeína y una buena dosis de ibuprofeno. ¡Bendito Espidifen! Hoy en Donosti hace mucho frío, y estoy tan empanada que no me doy cuenta de que casi es la hora de la proyección y tengo que salir corriendo. Como era de esperar, llego tarde, y me mandan al anfiteatro. Por suerte la película de Barbara Albert aún no ha empezado. Dos minutos antes de que arranque, entran en el palco central del anfiteatro Ricardo Darín y Mia Hansen-Løve. Mi yo fan tiene que contenerse en la silla para no saltar por encima del muro de terciopelo rojo que separa las gradas. Muy digna y contenida digo buenos días en todos los idiomas que se me ocurren, y me centro en mirar Die Liebenden.
Sita (Anna Fischer) es una joven alemana que descubre que su abuelo, nacido en Rumania, oculta una parte de su pasado en la que fue comandante de las SS en Auschwitz. Sita es presentada como una mujer independiente, con un trabajo, estudios universitarios, un lío con un tipo casado… De repente, todo colapsa. El hombre la acaba dejando, y Sita averigua por casualidad que su abuelo pasó largas temporadas en Varsovia. Sita va descubriendo mediante fotografías, archivos, cartas y diarios, una parte oculta de su familia. Junto a la protagonista, el espectador inicia un viaje que nos lleva por diferentes puntos de Europa, de Berlín a Viena, y desde allí a Varsovia, para acabar finalmente en Rumanía. La película de Barbara Albert quiere abarcar demasiadas cosas. No sólo quiere que Sita se enfrente al pasado de su familia, ella es también el epicentro de una serie de subtramas que acaban resolviéndose de manera precipitada.
La historia de amor de Sita con el fotógrafo israelí, el tema de los okupas de Varsovia, y por encima de todo, la imagen de una Europa que aún alberga muchos fantasmas, nos enfrentan con una película ambiciosa pero que acaba perdiendo el rumbo. The Attack también afronta de otra manera el hecho de ignorar, de desconocer, de tener al lado a alguien que es un completo extraño.
The Attack
En The Attack, el director Ziad Doueiri adapta la novela de Yasmina Khadra. El personaje principal Ami Jafaari, interpretado por Ali Suman, al que recuerdo por su papel en Los Limoneros (Etz Limon, Eran Riklis, 2008), es un médico israelí origen árabe que trabaja en Tel Aviv. Ali lo tiene todo, al menos en apariencia: un buen trabajo, una buena vida, una esposa… No obstante, todo cambia el día en que tiene que atender a las víctimas de un atentado suicida del que su esposa es responsable. Es el punto de inflexión de la historia. La película no se centra en el conflicto palestino-israelí, más bien lo emplea como marco para plantear interrogantes al protagonista, sin entrar a enjuiciar los atentados, ni decantarse por un bando u otro. Con todo, la mirada de Doueiri sobre el conflicto no puede ser más negativa, o al menos esa es mi impresión, confirmada por sus palabras durante la rueda de prensa. Al ser preguntado por la posible solución del conflicto, contestó que no creía que existiera una solución a corto plazo. Si bien en un primer momento podía parecer que el film iba a seguir la estructura del thriller, con el marido intentando comprender los motivos por los que la vida de su esposa acaba teniendo ese desenlace, al final se acaba revelando el lado más humano de la historia y del propio conflicto. El impacto emocional en el hombre, el hecho de enfrentarse no sólo al atentado, sino también a la evidencia de que su esposa era una auténtica desconocida que acaba llevándose su secreto a la tumba, es en lo que la película hace más hincapié. Quizá uno de los puntos clave de The Attack sea la distancia que Doueiri deja al espectador para que éste reflexione, una distancia que nada tiene que ver con falta de intensidad o contundencia. Al final, aunque no es la intención del director, que en sus declaraciones ha expresado a menudo su deseo de no enjuiciar o moralizar, el hecho de enfatizar el lado más humano de la historia, y en definitiva del conflicto, acaba articulando también un discurso social y político, el del drama de la historia vivido en primera persona.
Si Barbara Albert enfrentaba a su protagonista al pasado, Doueiri sitúa a Ali peleado con la realidad más inmediata. Las dudas de Sita sobre quién es realmente su abuelo, o cuál es la verdadera historia de su familia, acaban convirtiéndose en interrogantes que superan lo familiar para cuestionar el pasado de Europa, sus recovecos, sus historias enterradas. La diferencia entre ambas películas no es solo formal. La película Die Liebeden va de lo más pequeño, la historia de una familia, a toda la historia fantasmal de Europa. Doueiri en cambio, se niega poder responder a cualquier interrogante, sea lo que sea, acaba enterrado. Al final lo que recordaré de este día es que perseguí a Mia Hansen-Løve hasta el Hotel Maria Cristina. Recordaré la luz de su cara aquella mañana, lo cansada que yo estaba, el olor a sal… Y también, que pensé en mis clases de Historia en la universidad, esas a las que fui, las que de verdad calaron y que permanecen como un interrogante abierto. Aquellas clases que me enseñaron que a veces desentrañar la verdad no es suficiente para entender las cosas o comprender el pasado.