Dolor y dinero
Yes... We can (Tú también, Michael Bay)! Por Fernando Solla
“Soy un don nadie, y tengo que vivir
el resto de mi vida como un gilipollas”
Parece ser que Michael Bay se ha tomado un descanso después de los tres episodios de la exitosa franquicia Transformers (2007, 2009 y 2011) y, antes de sumergirse en el rodaje de la cuarta entrega, que llegará puntualmente en verano de 2014, nos ha sorprendido muy gratamente (a los que nos hemos dejado) con su última película, Dolor y dinero (Pain & Gain), para un servidor una de las propuestas más estimulantes, ya no del verano, sino de los últimos meses, riéndose de (y con) todos nosotros y demostrando que su estilo es perfectamente compatible con la máxima de basado en hechos reales y géneros tan variopintos como la comedia negra o la sátira política y criminal. Amparándose en un guión firmado por Christopher Markus y Stephen McFeely, el cineasta toma las riendas de una historia que se basa en tres artículos publicados en 1999, escritos por el periodista Pete Collins, que contaban la historia de una banda de culturistas, inyectados en asteroides, que más adelante se conocería como Miami’s Sun Gym Gang y sus sangrientas ansias de dinero más o menos fácil.
Bay no está solo en la aventura. Le acompañan los actores Mark Wahlberg, Dwayne “The Rock” Johnson, Anthony Mackie, Tony Shalhoub, Ed Harris, Bar Paly y una desternillante Rebel Wilson. Y esta combinación de actores serios, de musculados héroes de películas de acción, de veteranos y noveles, de consagrados y denostados resulta, sin duda, una de las cartas mejor jugadas de Michael Bay. Se nota que el realizador ha visto mucho cine de Martin Scorsese y Paul Thomas Anderson y se nota también que, lejos de intentar (ni conseguir) emularlos, ha puesto toda la carne (en algunas escenas literalmente) en el asador, amplificando su estilo tan ciclado y sobrecargado de clembuterol como los músculos de sus tres protagonistas y validándolo como el más adecuado para la historia que se trae entre manos, una certera y contundente tunda al sueño americano, al estado del bienestar y a la sociedad de consumo, así como un repaso de los orígenes (inmigrantes la mayoría de ellos) de los que manejan el capital. El clasismo como el nuevo racismo, enfocado con una amoralidad sorprendente, ya que será la clase obrera, la masa inculta y prácticamente analfabeta la que tomará consciencia de su condición y se rebelará contra ella, estampándose contra un dramático y previsible desenlace, que evidenciará la imposibilidad del cambio. Los cimientos sobre los que se construye la sociedad norteamericana de hoy en día. Decíamos Scorsese, Anderson…
Precisamente el Daniel Lugo de Mark Wahlberg parece primo hermano de su Eddie Adams de Boogie Nights (P. T. Anderson, 1997), su Dignam de Infiltrados (The Departed, Scorsese, 2006) y de sí mismo, como modelo de una conocida marca de ropa interior (en un ocurrente guiño). Como decíamos, Bay juega con el actor y el personaje con bastante mala leche. Así, Dwayne Johnson negará la violencia gratuita de la saga A todo gas (Fast & Furious), por ejemplo, con Paul Doyle, un personaje religioso y practicante, que aceptará participar en tan arriesgada empresa pero con condiciones y principios inamovibles: secuestrar es válido pero torturar y asesinar no, ponerse hasta las trancas de cocaína es correcto pero tomar el nombre de .Dios en vano no, freír manos en una barbacoa (desternillante secuencia) y descuartizar miembros de una víctima sí pero perturbar la paz de los vecinos no. El personaje de Anthony Mackie, Adrian Doorbal, será menos machito de lo que nos tiene acostumbrado y sufrirá de disfunción eréctil, causada por el exceso de asteroides, algo que se solucionará con una visita al médico, donde la enfermera Robin Peck (Rebel Wilson), aceptará resignada el tamaño del miembro en cuestión, inyectándole un estimulante para que el aparato vuelva a funcionar como es debido. Finalmente, Bay juega con el papel condescendiente del espectador culto que intentamos ser en ocasiones y nos obliga a claudicar, reconociendo su valía incluso como director de actores, explotando la vis cómica de los tres protagonistas como nunca antes habíamos visto y consiguiendo tres interpretaciones de aúpa.
El agente Ed DuBois (Ed Harris) será el único personaje serio de la película. De él dependerá defender a la víctima Victor Kershaw (Tony Shalhoub), un multimillonario misógino y racista, que ha obtenido su riqueza de explotar los recursos de países en vías de desarrollo abaratando la mano de obra lo máximo posible y más todavía, exprimiendo hasta la última gota su capital humano para optimizar resultados y beneficios. O le defiende a él o a una banda de infelices (autóctonos, eso sí) que un buen día deciden que machacarse en el gimnasio e inyectarse anabolizantes a diario no les ofrece la vida tan plena que desearían llevar y, para subsanar su situación, deciden secuestrar y robar a Kershaw, convirtiéndose en unos particulares y narcisistas Robin Hood de los noventa, que decidirán robar a los ricos para agenciarse su riqueza y ser ellos los que pasen a ocupar su posición en las élites económicas de Miami. A lo largo del largometraje, se nos recordará que “…esto sigue siendo una historia real”. Una salvajada muy consciente de que (y por qué) lo es, que nos recuerda a la también sangrienta y divertidísima Very Bad Things (Peter Berg, 1998).
Explotando a placer su estética de videoclip y confundiéndola a momentos con el formato documental, a ritmo de hip-hop y entre tablas de rayos uva y explosiones de color fosforescente, Michael Bay ha conseguido con Dolor y dinero que dos horas y cuarto de metraje parezcan escasos minutos.
Nos entretiene a la vez que nos muestra una historia verídica, sin adoctrinarnos y con una envidiable capacidad para la imparcialidad cinematográfica. Consigue superar el aturdimiento que provoca el montaje vertiginoso marca de la casa y que salgamos de las salas cuestionándonos el esqueleto político-económico-social del cual participamos y formamos parte, todo esto disfrutando como enanos, algo que ya le gustaría alcanzar al señor Danny Boyle (pido disculpas si hay algún asiduo) con la mayoría de sus largometrajes. En el caso de Bay, realmente impresionante.