Dredd
Yo soy la ley Por Manu Argüelles
"La primera ley será que yo soy la ley
La segunda ley será que lo que yo diga es lo que vale
La tercera ley será que todo el que piense diferente, es hombre muerto"
Cuando John Wagner y Carlos Ezquerra crearon al Juez Dredd en 1977 para la revista británica de cómic AD200, el personaje y la ambientación post-apocalíptica respondían a unas coordenadas culturales determinadas que ampararon el éxito del abigarrado y violento cómic. Era la respuesta británica al Punisher de Marvel, creado en 1974. Y lo que trataban era, ni más ni menos, que ejercer una ácida parodia de los vigilantes que entonces inundaban el cine norteamericano (Clint Eastwood, Charles Bronson, etc.), cuando el thriller absorbía las constantes genéricas del western, género que agonizaba ante el malestar urbano de las sociedades norteamericanas, presas de una creciente delincuencia. Así, podías encontrarte en las viñetas a Dredd diciéndole a un suicida que no se tire porque está prohibido tirar basura a la calle, o encontrártelo tratando de inculpar a un sospechoso de un crimen, sin encontrar indicios aparentes. Lo único que hacía era pluriemplearse, algo totalmente prohibido con la alta tasa de paro (espero que el PP no lea estos cómics que son capaces de coger ideas).
Dredd nos trae al presente el universo del cómic, el irrespirable, nihilista y negrísimo estilo de las viñetas, sin ambages y sin rodeos. Directo a la yugular, sin escatimar en una violencia gráfica que justifica por enteros la contundencia en su abordaje, lejos de infatiloides tratamientos edulcorados o sentimentalismos para toda la familia.
Y algo que sin duda agradecemos, la película se toma tan en serio a sí misma como lo hacía Blade Runner (1982), cuando combinaba el noir y la ambientación futurista. Seca y afilada como una vieja cuchilla de afeitar de barbero es igual de compacta y pétrea que su personaje, toda una abstracción rocosa e inflexible cuyo mayor peligro no reside en los salvajes e irracionales criminales que combate, sino en la erosión que puede producirle el contacto con la humanidad, encarnada por la rookie telépata (Olivia Thirlby). El alguacil es un absoluto deshumanizado. Es la ley en términos brutales y fascistas. Ma-Ma (Lena Headley), la villana matrona de un imperio de droga, es su némesis perfecta. Ambos son el mismo órgano autócrata que encarnan a la perfección el concepto que nos proponen del futuro distópico plasmado en el film, donde la civilización ha perdido definitivamente su moral y ética humana. Será por cuestiones presupuestarias, pero el Dredd del 2012 gana enteros cuando se olvida de florituras visuales basadas en la reconstrucción efectista de un entorno tecnológico avanzado, pero terminal como habitable célula social. Prefiere concentrarse, de ahí su encierro claustrofóbico y crepuscular en un edificio, y magnificar todas las consideraciones genéricas del cyberpunk más esquizoide a través de sus personajes principales, puras entelequias de contrarios categóricos.
Por supuesto, se guardan un as en la manga en cuanto a poderío visual, más cercano al Matrix (1999) infográfico desafiando las leyes de la física que al Blade Runner recreando un Tokio hiperbólico. Las secuencias, deslumbrantes e hipnóticas, donde vemos los efectos de la nueva droga de diseño sembrada por Ma-ma, la Slo-mo, la cual ralentiza la velocidad del cerebro a quien la ingiere, no solo están justificadas narrativamente para evitar ser tildados de escaparatistas gratuitos, sino que además crean unas brechas muy provechosas para el desarrollo narrativo. Por supuesto, el 3D lo impone, para atrapar al público de hoy hay que buscar el más difícil todavía en cuanto a experiencias sensoriales. Pero esa slow motion, que desató la locura en la presentación de la pasada Comic-con de San Diego, sitúa al film más allá de la acción física y la tensión espectacular. Ya que hace que éste navegue en una odalisca irracional, un paraíso artificial que haría las delicias del Burroughs de El almuerzo desnudo. Existe, por tanto, una sostenida y bien enunciada reflexión sobre la disolución de la identidad, borrada en interminables y fastuosas impresiones sensitivas, que ejercen de brutal contraste con la auténtica toxina, ergo, aquello que es lo real. El film juega con estos puntos de fuga que rompen la dinámica de la acción para adherir el film de forma inmediata con los peligros largamente acariciados por el cyberpunk. Y todo eso sin necesitar el cliché de las naves voladoras surcando los cielos. No se trata de confrontar realidades como lo hacía Matrix, que se enmarañaba en una nube filosófica un poco traída por los pelos en su túrmix posmoderno, sino de situar en el mismo pernicioso nivel, tanto los anclajes férreos, el amoral y despiadado, tanto de Ma-ma como de Dredd, en suma, la venganza y su ritual reaccionario, como la deconstrucción racional basada en una hipertrofia de la evasión. Son, sin duda, amenazas siempre presentes en tiempos desestabilizados. Brotan los extremismos totalitarios mientras se adormece a la población civil.
Y para demostrar su eficiencia, Peter Travis y Alex Garland, artífices principales del film, aprovechan sabiamente las enseñanzas del Carpenter de los años 70, recordemos, por ejemplo, Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13, 1976). Esta hábil composición estructural, -que no olvida la adrenalina bien entendida, el género de acción así sí-, funciona mediante un ejercicio de rememoración de cómo trabajar el género en clave minimalista pero aprovechando al máximo los recursos. Este planteamiento además les retorna una vigorosa fidelidad al cómic, aunque aquí se suprima la punzante ironía del original. Lo saben hacer tan bien, que en ningún momento nos planteamos que sea un ejercicio retro-nostálgico, o que sintamos que la fuente original está traicionada. Al contrario, similitudes de ubicación y la principal línea argumental (los personajes principales atrapados en una ratonera infestada de criminales) nos hacen pensar más en The Raid (2011) 1 que en los añejos y añorados largometrajes de serie B como los de Carpenter.
Dredd es sin duda la película veraniega de esta temporada que merece el laurel frente a otras producciones rimbombantes como Prometheus (2012) o El caballero oscuro: La leyenda renace (The Dark Knight Rises, 2012). Un mes más y Sitges hubiese sido una perfecta caja de resonancia, como ya pasó en la Comic-con de San Diego, o como fuimos testigos el año pasado con The Raid en el mismo festival. Que Dredd emerja en el 2012 con su rotundidad aparentemente neofascista, ¿se debe también al zeitgeist de nuestro tiempo? ¿O sólo se debe a una “inocua” línea mayor empresarial que fundamenta sus mayores galeones comerciales a base de adaptaciones de historias de superhéroes, remakes y reboots, que afianzan la espectacularidad en el 3D y las posibilidades digitales? Dado que a esta brillante producción modélica le atenaza la sombra de Silvester Stallone, con su anterior e inefable largometraje protagonizado por él (Juez Dredd, 1995), aclaremos rápidamente que las dudas se despejan pronto por si alguien piensa que Dredd se corresponde con la moda revival de recuperar las mejores esencias del actioner lleno de testosterona, esteroides y ambigua construcción reaccionaria de los años 80. Dredd, por supuesto que es un film de entretenimiento, pero me niego a creer que sea ingenuo. Saben perfectamente que la exposición al límite que plantean, dentro de las convenciones que deben cumplir como film de género, advierte de los peligros, siempre en la sombra, en tiempos de crisis. Y no hablo de Ma-ma, claro.
- La gestación de un proyecto como el de Dredd es tan larga que nos abocamos a creer que son casuales las similitudes obvias entre The Raid y Dredd. Pensemos más allá y consideremos que esa coincidencia dice mucho del (buen) camino que puede tomar el género de acción. Lo que se necesita es creer en él de la misma manera que ambos realizadores lo hacen. ↩
Yo tampoco tenía pensado verla, pero me fio de tí, le daré una oportunidad. Ahora que he de decirte, el trailer no ayuda mucho.
Vaya…veo que el amigo Mariano se ha debido leer las leyes de Dredd…No tenía previsto verla pero sin duda después de leer tu crítica lo voy a hacer. Gracias por la elocuencia de sus palabras, como siempre.