El efecto K. El montador de Stalin
Las guerras de Maxime Stransky Por Samuel Sebastian
Hace seis años, un atrevido e irónico documental titulado Cousas do Kulechov (2007) dirigido por Susana Rey, reivindicaba la figura de uno de los primeros teóricos del cine, Lev Kulechov, que elaboró las primeras teorías en torno al montaje cinematográfico, muchas de las cuales no solo se siguen aplicando hoy en día, sino que además se encuentran integradas dentro de nuestra percepción visual, como si las poseyéramos de nacimiento, como por ejemplo la relación mental que hacemos al ver diferentes planos sucesivos, algo que enseguida entendieron muy bien cineastas como Eisenstein, Lang o Griffith. En el documental de Rey se narraba una ficticia invasión a Galicia y la heroica resistencia del puebloa través de una serie de planos descontextualizados que, en la segunda parte de la película, son desvelados. La construcción de la imagen cinematográfica –y también del espacio y de la propia narrativa–, se mostraban en el filme de Rey en un lúdico y lúcido ejercicio de reflexión sobre el poder de las imágenes.
Igualmente, Valentí Figueres, retoma esta reivindicación del teórico ruso en su último documental ficción y, al igual que sucedía en otros documentales anteriores suyos, como Manuel Monleón, un grito pegado en la pared (2004) o Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera (2009), Figueres demuestra un exquisito cuidado en la elección del material de archivo con el fin de transmitir la atmósfera de toda una época, la primera mitad del siglo XX, en la que ha destacado por sus profundas investigaciones no solo audiovisuales, sino también literarias, estéticas, musicales, etcétera. Si el documental anterior Vivir de pie… adolecía de un cierto amaneramiento, de no resolver demasiado bien la tensión entre las imágenes de archivo con la puesta en escena realizada ad hoc y, sobre todo, quedaba lastrado por una voz en off, entre reiterativa y melodramáticamente panfletaria; en la película que nos ocupa, sin embargo y a pesar de repetir una fórmula audiovisual similar, el estilo se encuentra mucho más depurado y gracias a un excelente montaje la película se deja ver con mucho más interés aunque en algunos momentos repita los mismos defectos que en su documental previo.
El Efecto K. El montador de Stalin cuenta la historia de un ficticio cineasta que vivió la Revolución Rusa junto con Sergei M. Eisenstein y que fue la mano derecha de Stalin hasta el punto de ser un espía suyo y el encargado de matar a Cipriano Mera durante la Guerra Civil en 1937 (una divertida autoreferencia).
Así planteada, El Efecto K. El montador de Stalin trata de superar la etiqueta de falso documental, tan desgastada hoy en día, en especial la del subgénero de personajes-secundarios-de-gran-importancia-histórica que resulta tan de gusto de cierto público. Y lo hace siguiendo los pasos Maxime Stransky, que vivió algunos de los acontecimientos más importantes de la época, desde la ya citada Revolución Rusa hasta el crack del 29, los rodajes de Eisenstein, la era dorada de Hollywood, la II guerra Mundial y, por supuesto, la guerra civil española.
Como una mezcla entre Zelig y el espía Garbo, vemos las sucesivas peripecias de Stransky, sus relaciones con gente influyente, haciendo especial hincapié en algunos pasajes que resultan muy curiosos por su tratamiento: su misión americana que desembocó en el crack del 29, la misión de matar a Cipriano Mera en Valencia en 1937 o un documental que debe realizar el mismo Stransky sobre la Guerra Civil, lo cual emparenta esta película con otro gran documental ficción, El grito del sur. Casas Viejas (1997) de Basilio Martín Patino, que para muchos pasa por ser verídico.
El montaje sincopado de las reconstrucciones actuales, la descontextualización de las imágenes de archivo y la narración en la que predomina la voz en off del protagonista supone la columna vertebral de la película, de forma parecida a lo que sucedía con la impactante El honor de las injurias (2007) en la que Carlos García Alix reunía de manera material rodado para la ocasión y fragmentos de imágenes de archivo y películas de ficción de la época para componer un conjunto homogéneo de imágenes con las que ilustraba la trágica historia de Felipe Sandoval, un revolucionario anarquista que acabó con un matón en la Guerra Civil. En el caso de la película de Figueres, la amplitud de la historia a veces desborda a la misma película y varios pasajes de la misma no solo resultan demasiado alargados sino que son totalmente prescindibles (la excesiva duración también era otro de los problemas de Vivir de pie…). Sin embargo, la película al final sale airosa de este complicado desafío gracias a su sólida base narrativa y al exhaustivo trabajo de documentación integrado con las imágenes de archivo, que en general forman un conjunto rítmico y armónico.
Para los interesados en el mundo de mundo de Maxime Stransky, pueden expandirlo a través de ¿Quién es Maxime Stransky?, en la que se nos cuenta la historia del documental desde una perspectiva transmedia.