El novato (Le nouveau)

Astronautas Por Manu Argüelles

Me decía uno de mis héroes, mi amigo Óscar, que en la adolescencia éramos como astronautas en un mundo lleno de ruido. Cuánta razón tiene. Las cosas como son, aquellos eran unos tiempos de mierda, no los evocamos por una tramposa nostalgia que nos haga creer que entonces éramos felices. Porque no lo éramos. Estábamos tan desorientados, tan perdidos y teníamos tanta energía que no sabíamos qué hacer con ella. ¿Hacia dónde iremos? Ni idea. Sigo sin saber cómo he llegado hasta aquí pero como en toda buena road movie que se precie lo importante no es el destino sino el viaje. Y, sobre todo, quién te acompañe. Y si volvemos la vista atrás es porque nadie, absolutamente nadie, nos va a arrebatar ese momento en el que nos conocimos, en el que nos elegimos como compañeros de tripulación para emprender la travesía.

Le Nouveau The New Kid

Benoît (Réphaël Ghrenassia) en El novato es también un astronauta, llega como si fuese un polizonte a su nuevo colegio, como si fuese un intruso. Hasta su hermano pequeño se ríe de él, porque no es capaz de hacer amigos. No a todo el mundo le resulta fácil integrarse en un espacio ajeno. Resulta difícil a veces romper esas barreras invisibles que se tejen entre tú y el entorno. Nos puede pasar cuando llegamos a un trabajo nuevo, en el que ya hay unas dinámicas establecidas y tienes que ver cómo encajar en ellas. No siempre te lo ponen fácil, el extraño es escrutado y analizado y por ese sentido territorial que albergamos, quizás recordando nuestra esencia animal disfrazada de comportamiento civilizado, el que llega, de entrada, es un potencial elemento de ruptura de un orden ya establecido. Cuando somos adultos ya tenemos mecanismos y defensas, hemos adquirido habilidades para sobrellevar esa incómoda situación. Pero si algo insiste de forma recurrente el cine en torno sobre la adolescencia, es que es en esa edad donde nos hacemos con ellas, el cliché de la pubertad como preparación a la vida adulta.

Las teen movies norteamericanas, por ejemplo, inciden en ese aspecto de forma topográfica a partir de la cafetería y comedor común del instituto. Allí se estratifica el microcosmos, importa mucho dónde te sientas y con quién. También, claro, a partir de esa división física se jerarquiza y sirve de efectiva parábola de la sociedad. El novato no incide tanto en ese aspecto físico y geográfico, dado que ya ha sido apropiado como un rasgo característico de una cinematografía, aunque no lo obvie. Como con éste cumple con todos los códigos y claves de películas sobre la adolescencia, también con el despertar al amor y ese inevitable dolor con el que vamos a aprender para el futuro. Y si algo demuestra Rudi Rosenberg con su largometraje debut es que las ha digerido y procesado muy bien. Alineará a los astronautas en una misma órbita, chicos y chicas que deambulan por los márgenes del cuerpo central (donde, para qué engañarnos, prima la apariencia física), y esos serán los protagonistas de El novato a partir de Benoît. Nos resultará familiar, sí, desde La revancha de los novatos (Revenge of the Nerds, Jeff Kanew, 1984) en adelante. Por eso, Aglaée (Géraldine Martineau), una chica guapa, logrará superar fácilmente su potencial zona de exclusión, llevada por su condición de extranjera y su dificultad para comunicarse con el francés. Pero la película fluye con tanta naturalidad que nos olvidamos por completo que todo nos suena. Como tiene que ser.

Le Nouveau

Vaya desastre de crítico que soy. De verdad. Que se me olvidó poner la distancia entre la película y yo y cuando me di cuenta ya era tarde, había salido de la sala. Pletórico, muy feliz. Era la quinta película del día y, diablos, con qué entusiasmo me apropié de ella. Ganó el Premio Kutxabank-Nuev@s Director@s y fue una de las favoritas del Jurado Joven. No sólo no me extraña sino que además me rejuvenece. Porque con El novato me dejé fuera todas esas cargas que llevamos encima aquellos que se supone que sabemos mucho de cine. No, no sé nada, soy un diletante, al que todavía le queda mucho, mucho que aprender. Y El novato tiene ese poder, de devolvernos a aquel tiempo pretérito con el que he empezado escribiendo, en el que nos agarrábamos con intensidad a lo que veíamos en la pantalla, porque ya lo he dicho, lo que vivíamos era muy miserable y la película nos lo muestra con diáfana claridad. Si nos sigue pasando es porque seguimos anclados a nuestro primigenio entusiasmo, a aquella tabla de salvación. No hacemos nada más que repetirlo una y otra vez, una y otra vez.

La comedia tiene ese efecto catárquico que aquí funciona de forma tan excelente.Porque en ningún momento El novato esconde la crueldad de esos renacuajos. Todo parece estar hecho de forma tan fácil que no nos damos cuenta que tiene una comicidad muy estudiada, marcada con metrónomo, como diría Billy Wilder, preocupándose para que un gag no se solape con el siguiente y manteniendo un ritmo constante, que te agarra desde el principio y ya no te suelta ni un segundo. Ni un bajón, ni un desfallecimiento. Podemos estar disfrutando con la jovialidad que nos da el particular y extravagente amigo de casualidad que hace Benoît, Joshua (Joshua Raccah), su compañero de pupitre, con sus ocurrencias y su comportamiento, ese gran secundario roba escenas de las grandes comedias, pero en ningún momento nos olvidamos de la dura vivencia del personaje en la relación con sus compañeros. Pero es mucho más doloroso para nosotros que para él. Porque él es consciente totalmente del lugar que ocupa, pero se lo toma con sanísimo humor e incluso con puñetería. Y casi diría que nos hace mejores personas. Porque cuando a Benoît le invitan a una fiesta, cuando ya parece que podrá por fin integrarse con los de su clase, Joshua se acaba autoinvitando y como es previsible, acaba apartado. Alcanzado el éxito social, dejaremos atrás a aquel que nos hizo compañía en nuestros momentos de soledad, al fin y al cabo tampoco lo acabábamos de comprender del todo, ya no lo necesitamos. Seamos honestos. Lo haríamos, somos así de patéticos y de egoístas. Benoît no reacciona de esa manera. Porque si eso no es el valor de la amistad, no sé lo que es. Benoît ha encontrado su lugar en el mundo, que se vayan al infierno los demás.

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