El origen de los guardianes

¿Acaso dejas de creer en la Luna cuando sale el Sol? Por Fernando Solla

“Enfoque y concentración: la distracción
es la obstrucción a la construcción…”Alain Chabat en La ciencia del sueño (La science des rêves, Michel Gondry, 2006)

“Oscuridad. Lo primero que recuerdo”. Estas son las palabras que acompañan al primer fotograma de El origen de los Guardianes. Las pronuncia Jack Frost, más conocido por estos lares como Jack Escarcha, una especie de figura legendaria élfica, perteneciente al folclore anglosajón y nórdico. ¿A qué se dedica Jack? Es el encargado de hacer que nieve y de optimizar las condiciones climáticas para conseguir tal fin, además de provocar pequeños mordiscos helados en la punta de nuestra nariz y de los dedos de nuestros pies cuando hace frío y de decorar los cristales de nuestras ventanas con escarcha durante las heladas de invierno. La película empieza, pues, con una muerte, con ínfulas fantásticas eso sí, pero una muerte al fin y al cabo. La conversión de Jack en Jack Frost, gracias al poder de la Luna, que rescata el cuerpo del joven de las profundidades de un lago helado, transmitiéndole toda su energía e intensidad en un fenómeno de máxima plenitud que sólo se puede llevar a cavo cuando está llena. Jack descubrirá, ayudado por su bastón mágico, su poder y sus habilidades. Visualmente hermosa y de una plasticidad peligrosamente hiperestésica, la secuencia tornará la fantasía inicial en drama cuando Jack descubra que es invisible a ojos de los seres humanos y tome consciencia (percepción), que no conciencia (pensamiento), de que le espera toda una eternidad deambulando por el mundo sin compañía alguna, a excepción de sus recién adquiridos poderes.

Prometedor prólogo que despierta con potencia nuestras esperanzas de ver una película de animación adulta (no en la potencialidad de su público, que también, si no en el tratamiento de temáticas, situaciones y personajes), rica en matices, sutilezas y alegorías (no olvidemos que Guillermo del Toro es una de los productores) pero que después de esta estimulante secuencia inicial congela el corazón de nuestras expectativas, decorándolas superficialmente con ostentosos oropeles de escarcha (algunos navideños y otros no) del mismo modo que Jack hace con los cristales de las ventanas desde cuyo alfeizar contempla la inocencia ilusionada de los niños en invierno. De todos modos, que no cunda el pánico. No se cumplirán esas expectativas, pero sí que a medida que avanza el largometraje de Peter Ramsey, el debutante realizador nos ofrecerá alternativas, algunas mejor resueltas que otras, que garantizarán un visionado conformista y esporádicamente satisfactorio. No veremos pues la típica cinta navideña de animación, y es que Ramsey será novel en esto de tomar las riendas de un largometraje pero hace más de dos décadas que aporta su talento en el departamento artístico, habitualmente realizando los storyborads de cintas técnicamente destacables como Independence Day (Roland Emmerich, 1996), Hombres de negro (Men in Black, Barry Sonnenfeld, 1997) o Godzilla (Roland Emmerich, 1998) y de otras cinematográficamente tan estimulantes como Drácula de Bram Stocker (Bram Stocker’s Dracula, Francis Ford Coppola, 1992), Cómo ser John Malkovich (Being John Malkovich, Spike Jonze, 1999), El club de la lucha (Fight Club, David Fincher, 1999), Inteligencia artificial (A.I., Steven Spielberg, 2001) o El ladrón de orquídeas (Adaptation, Spike Jonze, 2002).

Modelos cinematográficos en los que inspirarse no le faltan a Peter Ramsey y, además, el modelo literario escogido para la ocasión es más que interesante. Una variación de las novelas de William Joyce, que el guionista David Lindsay-Abaire ha trasladado al formato cinematográfico, en un guión que evita que la gente que vayamos al cine sepamos lo que vamos a ver o contemplemos una copia de lo que hemos disfrutado en sus novelas.

El origen de los guardianes

Para El origen de los guardianes se ha creado un argumento que explica una aventura que acontece tiempo después de los hechos narrados en los libros, concretamente trescientos años más tarde del prólogo que abre la versión cinematográfica.
Y después de degustar ambos materiales, papel y celuloide, duele decir que (una vez más) gana el papel, y de mucho.
Y el por qué está muy claro. Joyce se molestó en desarrollar una aventura para cada personaje, en explicar el verdadero origen de cada Guardián de la Infancia (Guardians of Childhood). Los que leímos sus libros sabemos que el verdadero nombre de Papá Noel es Nicolás San Norte (Nicholas St. North), celebérrimo y tatuado forajido, famoso por su destreza con toda clase de armas, especialmente las de filo cortante. Quién nos iba a decir que se forjaría un destino como héroe navideño… Del mismo modo, el Conejo de Pascua (E. Aster Bunnymund) era el máximo emisario de una hermandad de conejos guerreros, expertísimo en el dominio de las artes marciales y podríamos decir que cultivadísimo en cuerpo y mente, además de capitán de un ejército de huevos de Pascua. ¿Y qué ha pasado con la feroz Hada de los Dientes (Toothiana, Queen of the Teeth Fairy Army)? Quizá el hada menos pastelosa la literatura infantil reciente, la que en la obra literaria se podía multiplicar a placer dependiendo de los dientes que hubiera debajo de las almohadas infantiles cada noche. Y ojo, que si alguien se interponía en su camino hacia los dientes y las almohadas sufría un terrible maleficio… Para evitar el riesgo de que la crítica cinematográfica se convierta abiertamente en una recomendación literaria, pasemos a comentar qué es lo que finalmente vemos en la película.

Básicamente una versión infantil y animada de Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012), ni más ni menos. Obviando el compendio poético que un servidor esperaba con la misma ilusión con la que pasaba las páginas de los libros, Ramsey ha intentando hilvanar diversas subtramas sin demasiado éxito. Los que no estaban familiarizados con el material de origen no entenderán por qué Papá Noel es un abrutado y tatuado mastodonte que de cuyo cinturón cuelgan navajas y cuchillos, ni por qué el Conejo de Pascua está constantemente malhumorado con Jack Escarcha, ni de dónde salen esos agujeros negros convertidos en madrigueras ni por qué nacerá una flor por allí por donde pasa. Del mismo modo, y esto sí que nos parece reprochable, no sabrán qué tiene de especial el Hada de los Dientes, aquí reconvertida en una almibarada y cansina campanilla, privada de su multidisciplinar capacidad de desdoblamiento. Una lástima. ¿Y dónde está nuestro Guardián favorito, el Hombre de la Luna (Man in the Moon)? Hasta aquí, personajes sin alma que sortean los baches de un montaje atropellado para una historia anodina, la que la mayoría de los cuales serán simpáticos pero no divertidos ni carismáticos, quizá algo reconocibles pero en ningún caso por la empatía que provocan, su no por lo manido de su discurso…

Basta de reproches y lamentaciones. Cuando ya casi habíamos tirado la toalla, aparece Jamie, ese niño que nos recuerda al DJ de la superior, al menos en el desarrollo argumental y de personajes, Monster House (Gil Kenan, 2006). A pesar que su relación con Jack Escarcha está torpemente retratada y subdesarrollada (como el resto de personajes y su interacción), ahí tenemos al Hombre de los Sueños (Sandman), ese ser silente que desprende arena dorada con la que entreteje nuestros sueños para así combatir al Hombre de las Sombras (Pitch Black), antítesis del primero, que intenta teñir los pensamientos noctámbulos de los niños hasta convertirlos en sus peores pesadillas. Caracteres antagónicos que, por fin, están retratados en la película con la madurez y crudeza con la que se describen en las obras originales. Poco novedosa, pero igualmente destacable, la secuencia en la que vemos que aquello que provoca miedo no es más que una proyección de nuestros temores más profundos e inherentes a los recovecos más oscuros de nuestra mente. Ojo, que puede que se vuelvan contra nosotros, y más si los Guardianes utilizan sus poderes.

El origen de los guardianes 2

Sin duda, los mejores momentos de El origen de los Guardianes, la gran apuesta de la temporada de DreamWorks, se suceden cuando Peter Ramsey y compañía se deciden por tratar a los espectadores como entes pensantes que en breve serán adultos (signifique eso lo que signifique). Irónica y mordaz, en la línea de la excelente Hormigaz (Antz, Eric Darnell y Tim Johnson, 1998), la reflexión sobre el corporativismo de las fiestas tradicionales, en el que los heroicos protagonistas caen en la cuenta que por intentar llegar al mayor número de niños posible se olvidan precisamente de lo que es ser un niño, cuando un pequeño gesto amable o su ausencia puede ser algo definitorio para una posterior vida adulta. Realmente genial la broma a costa del Ratoncito Pérez, compañero de la división europea de los Guardianes. Ausencia (¡gracias!) de las típicas canciones infantiles que en la mayoría de los casos no sirven más que para ralentizar la acción (que en este caso ya hemos dicho que no es el punto fuerte del largometraje). Interesante manera de realizar una película que habla sobre la Navidad, sin ser específicamente navideña y sutil (e inherente al discurso) canto a la tolerancia y la multiculturalidad, definiendo una lengua o una procedencia para cada héroe.

Precisamente este último factor viene dado por la elección de los actores que prestan su voz a los protagonistas, definitivamente el gran acierto de la película. La animación de los personajes toma prestado algún rasgo de la fisonomía de los dobladores, incluso realiza alguna broma a su costa (divertido el momento en el que el Conejo de Pascua es comparado a un canguro, debido a su procedencia australiana, véase Hugh Jackman), afectadísimo y efectivísimo el malvado Jude Law, gracioso Alec Baldwin con acento nórdico y muy adecuado Chris Pine como Jack Escarcha, capaz de transmitir a su personaje la amargura que realizador, montaje y argumento no son capaces de atribuirle.

No hace falta decir que el visionado en versión original es obligatorio en este caso (si no en todos). Gracias al talento de estos actores la película supera la agridulce sensación que planea sobre nuestro estado de ánimo a lo largo de gran parte del visionado: el de esas luces que, como las de la película, se van apagando poco a poco, cada vez que uno de los espectadores (que no somos más que niños grandes) corremos el riesgo de dejar de creer en el cine infantil y familiar cuando se encuentra con determinados productos. De momento, nuestra bombilla está algo gastado pero todavía no se ha fundido. Como Jamie espera a sus Guardianes, nosotros esperamos futuras (y mejores) propuestas de DreamWorks. El año que viene (esperamos) será mejor.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Elisa dice:

    Por favor hagan la segunda parte de la película de el origen de los guardianes esta película es la mejor de todas

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