El piloto

Distancias cortas Por Lorenzo Ayuso

“Hace años que la serie B ya no existe”, exponía Fausto Fernández al valorar la existencia de Hunter Killer: Caza en las profundidades (Hunter Killer, Donovan Marsh, 2018)1, una de las últimas hazañas desempeñadas por Gerard Butler en la segunda década del siglo XXI. Una década, esa, donde el escocés capitalizó el sustancioso saldo de sus tiempos abanderando a los 300 (ídem, Zack Snyder, 2006) en una prolífica sucesión de económicas heroicidades. La hipermasculinización a la que sometió su imagen para moldear a Leónidas, definiendo el trazo de su musculatura hasta bordear lo eugenésico, lo encumbraba como un símbolo patriarcal perfecto. Incluso ya cuando su físico se liberó de las estrictas dietas que exige el neo-péplum trabajado por Snyder, y fue redondeándose la morfología de su cuerpo, Butler seguía amortizando esa herencia espartana para liderar peripecias fílmicas continuas, producidas con la eficacia mecánica de una fabricación en serie. Y con Esparta, esa revisitada con sensibilidad milleriana, valiendo de marca.

Hace años que la serie B ya no existe, y aun así ahí está Butler, entregado a estas aventuras de (cada vez más) bajo coste. Aventuras que parafrasean otras ya narradas, sin llegar a disimular su nostalgia por aquellas, aun entonces resguardadas por el sistema de estudios hollywoodiense. Hunter Killer: Caza en las profundidades navegaba en las aguas de La caza del octubre rojo (The Hunt for Red October, John McTiernan, 1990) o Marea roja (Crimson Tide, Tony Scott, 1995), como la franquicia iniciada con Objetivo: La Casa Blanca (Olympus Has Fallen, Antoine Fuqua, 2013) recorría los rastros de pisadas descalzas de La jungla de cristal (Die Hard, John McTiernan, 1987). La época de los Bruckheimer y Silver se cerró tiempo ha, dejando el espacio para las nuevas multifranquicias transmedia con desarrollo a largo plazo, y mientras Gerry (así lo llaman sus amigos) se mantiene en pie por puro instinto de supervivencia, defendiendo su terruño con el estoicismo del guerrero que una vez fue. Lo hace con un pie a cada lado del Atlántico, manteniendo un control estrecho de sus avanzadillas a través de G-Base, banderola de producción fundada junto a su mánager Alan Siegel, y sin miedo a marcar la jerarquía de poder. Al menos, eso trasluce del conflicto en torno a Copshop (ídem, 2021), de la que su director, Joe Carnahan, se desentendió al arrebatársele el montaje final, apuntando veladamente a la responsabilidad de su protagonista, el macho alfa2. Sin compasión, Leonidas exigía el sacrificio a sus soldados por la causa.

El piloto 01

El piloto (Plane, Jean-François Richet, 2023) se presenta como la quintaesencia del modelo de producción butleriano: en lo logístico, cuenta con un presupuesto inicial estimado en 35 millones de dólares (luego hinchado a unos 50 millones, por los retrasos en el plan de rodaje provocados por la pandemia), financiado mediante las preventas internacionales y con el amparo crucial de Lionsgate (como ya ocurrió con Hunter Killer y Objetivo: La Casa Blanca y secuelas3[1]); en lo narrativo, coloca al actor-productor como sacrificado héroe en una misión de salvamento en territorio hostil con limitadas opciones de éxito. En esta ocasión, el rescate de un avión comercial que aterriza de emergencia en la isla filipina de Joló (recreada en localizaciones portorriqueñas), bajo el control de salvajes milicias independentistas. La orografía dramática ya ha sido sobrevolada antes, lo que reduce las posibilidades de fallo. Vuela sobre seguro.

Tan seguro, que el expediente de su personaje se mimetiza con el de otros anteriores, propiciando juicios de valor casi idénticos, intercambiables. “Me cae bien este tío”, apunta Scarsdale (Tony Goldwyn), el gestor de crisis contratado por la aerolínea, amén de exoficial de Fuerzas Especiales, tras conocer que el piloto Brodie Torrance redujo de un puñetazo a un pasajero por mal comportamiento, un incidente similar al que figura en el historial del capitán Joe Glass al timón del submarino Hunter Killer que habrá de evitar el estallido de una contienda rusoamericana. “He oído que es un buen tipo”, certifica el jefe de torpedos en aquella, tras insistir los marinos de menor rango en que “es como nosotros”. Los iguales se reconocen, incluso si hay desnivel en el rango de miradas. En ambos casos, Butler representa profesionales de pasado traumático (una catástrofe marítima de la que fue superviviente; el fallecimiento de su mujer), hechos a sí mismos desde abajo (un oficial que no pasó por Annapolis; un piloto que se formó como tal en las fuerzas armadas británicas) y por tanto sin temor a olvidar la ortodoxia, movidos siempre por un inquebrantable sentido del deber. Eso implica desobedecer órdenes si estas resultan injustas o presumiblemente perjudiciales, tanto como abrir su círculo de confianza a potenciales antagonistas, a los que otorga la oportunidad de redimirse a su lado. Ese código de honor se vincula, también, a la fuerte noción de lo familiar transversal: al Glass de Hunter Killer lo conocemos en plena cacería con arco en Escocía, perdonando la vida a un ciervo perdido al observar que lo acompaña su grupo familiar. Que precisamente el Brodie de El piloto sea un hombre viudo, y por tanto alguien que ha experimentado una pérdida en su rebaño, y con una hija que lo espera a varios husos horarios de distancia, reafirma la condición de Butler como modélico paterfamilias, con el objetivo prioritario de regresar al hogar, preservar su calor.

La familiaridad, nunca mejor dicho, del escenario y los elementos que lo componen no solo enlaza con epopeyas previas de Butler, pues también empalma con los fortines defendidos con tesón por el francés Jean-François Richet. Especialmente con el consistente remake carpenteriano con el que se apostó en Hollywood, Asalto al distrito 13 (Assault on Precint 13, 2005), con el que guarda similitudes más o menos evidentes a simple vista, hasta el punto que se diría escogido al director precisamente por esta experiencia en situaciones de asedio y rescate: véanse el contexto compartido por ambos filmes, a las puertas de Año Nuevo; o la alianza obligada con criminales de reputación dudosa, sirviendo el carismático Mike Coulter como homólogo del hampón encarnado por Laurence Fishburne en la anterior. No conviene reducir el historial de méritos de Richet, autor con buena mano para el material pulp, como prueban también su anterior escaramuza en suelo americano, Blood Father (ídem, 2014), o su regreso posterior a aguas territoriales con otra acción enérgica, El emperador de París (L’Empereur de Paris, 2018). En aquellas, como en El piloto, demuestra un nervio de hierro al operar la cámara y un sentido afinado de la aventura para elevar un material esquemático. Esa claridad de ideas se resuelve en un montaje preciso, seco, calibrado en torno a la brújula de su estrella.

El piloto 02

Como en Blood Father con Mel Gibson, al reutilizar su caída en desgracia personal y profesional en beneficio de la composición del personaje, Richet se demuestra consciente de las expectativas, de la importancia del metalenguaje al trabajar con figuras de postín. Incluso con la entrada en escena del escuadrón de mercenarios que acuden en rescate del pasaje, Butler preserva su autoridad y liderazgo frente al caos controlado de la tormenta de balas y hace posible lo imposible. Esto es, restaurar un avión siniestrado y emprender el vuelo in extremis, resistiendo las saetas de metal que atraviesan su cuerpo, como lo hizo en otro tiempo en las Termópilas, mientras el morro del avión sirve como el hoplón con el que protege a su Esparta simbólica. La gesta no deja de remitir a las leyendas del pasado, incluso en el orientalismo del que se impregna la fábula al irrumpir Occidente para resolver conflictos ajenos ante la inoperancia de las autoridades responsables4. Ese orientalismo se disimula con la composición multiétnica de la tripulación, representación de la era global sobre la que El piloto planea. En sus filas destaca el capaz copiloto de Brodie, Samuel (Yoson An), que comparte objetivo con su capitán, el de regresar con su familia. La preocupación es universal, común a cualquier cultura, pero héroe solo hay uno posible en estas coordenadas. Solo hay uno capaz de probar la mortalidad del falso Dios, el tiránico Junmar (Evan Dane Taylor) que mantiene sometidas a sus tropas y a su pueblo. Este no caerá bajo el fuego, sino aplastado bajo las ruedas de la aeronave. No podía ser de otro modo, ni podía ser otro.

Una constante en la carrera de Butler como action man está en la creación de gabinetes de crisis a su alrededor, a modo de gérontes a menudo equivocados. Mientras actores con galones y reputación ya probada se enmarañan en burocracias interminables, Butler se ensucia en la repetición de misiones formularias deslocalizadas, sabedor de que el valor está en las posibilidades de explotar el terreno, con una actitud de working class hero y unos medios que se rozan los de la clase media cinematográfica ya desaparecida del sistema. La nobleza del buen soldado, del buen hombre, se sobrepone al rigor histórico o geopolítico. Todo lo demás, también lo político, es comparsa. Desde 300, Gerry encontró su sitio haciendo exploits de aquel diacra que fue, buscando recuperar aquel estatus icónico. Con Esparta en la memoria. En El piloto, es tan importante la fisicidad de la que hace gala como Brodie, a través de una pelea con un miliciano en plano secuencia, en la que la cámara rodea su cuerpo mientras se brega hasta acabar retratándolo en un primer plano fatigado, una vez vencido el enemigo, para resaltar la ausencia de dobles en la operación; como la emotividad contenida bajo su tez curtida, que restalla en el plano final, cuando logra al fin contactar con su hija, a la que dejó sin respuesta precisamente por enfangarse en esa lucha sin cuartel. Gerard Butler trabaja en distancias cortas, para alcanzar altitudes más altas. En la última toma, cuando despedimos al héroe sentado en las escalerillas del aparato, la cámara asciende y fusiona al actor con el avión, quedando bajo la carrocería sufrida pero resistente de la bestia mecánica. Con ese plano de grúa no solo nos confirma la masculinidad recia que comparte con esa estructura erguida; también se nos revela que, una vez más, se ha ganado el cielo. Hasta la siguiente hombrada. No en vano, Butler se escribe por B.

  1. FERNÁNDEZ, Fausto (2018): “Crítica: Hunter Killer: Caza en las profundidades”. En Fotogramas. 31 de octubre de 2018 (Fecha de consulta: 26.02.2023).
  2. En una franca carta abierta en su perfil de Instagram, el coprotagonista Frank Grillo, a la postre otro estandarte de la vieja escuela de la masculinidad cinematográfica, aseguró que el corte original de Carnahan había sido rechazado por los productores, siendo la película remontada y quedando su interpretación “castrada”. Ni el actor ni el director participaron de forma activa en la promoción de Copshop, y el segundo eludió de forma significativa toda mención a Butler al agradecer el trabajo del equipo. MARC, Christopher (2021): “Frank Grillo Says Joe Carnahan’s Cut Of ‘Copshop’ Was Rejected For A “Castrated” Version Of His Performance”. En The Playlist. 17 de septiembre de 2021 (Fecha de consulta: 26.02.2023).
  3. El estudio se encargó de distribuir en Reino Unido los dos primeros filmes de la franquicia auspiciada por Millennium, para ampliar el radio a EE.UU. con la tercera, Objetivo: Washington D.C. (Angel Has Fallen, Ric Roman Waugh, 2019). En: THILK, Chris (2019): “Lionsgate Bets on Durability of ‘Angel Has Fallen’ to Keep Franchise Going”. En The Hollywood Reporter. 23 de agosto de 2019 (Fecha de consulta: 28.02.2023).
  4. El Senado de Filipinas manifestó su malestar con El piloto por la imagen negativa que construye del país y específicamente por negar el control del ejecutivo sobre Joló. Uno de los senadores, el exactor Robinhood Padilla, reclamó que se prohibiera la proyección pública del filme y logró que la Movie and Television Review and Classification Board del país aceptase reevaluar el filme a tal efecto. Ante la polémica, la distribuidora local canceló el estreno y, de acuerdo a Padilla, acordó un remontaje específico para limar las aristas de racismo. MANGALUZ, Jean (2023): “Robin Padilla: I will watch, endorse ‘Plane’ after ‘satisfactory’ changes are made to movie”. En Inquirer.net. 25 de febrero de 2023 (Fecha de consulta: 26.02.2023).
Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>