El séptimo sello
Por Paula López Montero
El séptimo sello del director sueco Ingmar Bergman es conocido y laureado por ser una de las mejores obras de autor que se han hecho en la historia del cine. No puedo sino compartir esta opinión y argumentar abiertamente el por qué de la importancia de éste film para defender un discurso que aluda a ambos lados de la batalla: el cine de autor y el cine comercial.
Seguramente antes tendré que explicar a qué me agarro como definición de la autoría del film, y propongo un acercamiento a esa postura baziniana en la que se tiene en cuenta el peso del “yo” a lo largo de todo el relato, sin dejar de lado la obra a favor del autor. El séptimo sello me parece una obra profundamente moral y psicológica, que intenta tras una estética y un discurso muy cuidado, responder, o al menos preguntarse, sobre algunas de las cuestiones que engloban el misterio de la vida y la muerte. Este es el primer pilar fundamental sobre el que se construye este film de autor, porque sin las preguntas existenciales bergmanianas el film no se podría articular, sería una historia sin un por qué, sin una cabeza que piensa detrás de todo ello y nos plantea una situación. Y es que como alegaba Astruc (de los primeros teóricos del cine) mucho después del nacimiento de éste film, es el “yo” de detrás de la cámara quien construye el relato, y nosotros como espectadores miramos a través de ésa mirada.
El séptimo sello ambientada en la edad media refleja esa angustia que había entre el campesinado por la llegada del año mil, o la idea de Parusía (el segundo advenimiento de Cristo al final de los tiempos, reflejado en el Apocalipsis, y que significa que después de los mil años el mal invadirá el mundo), además de las pestes que asolaban a Europa. Con esta idea o ambiente sobre la que trabaja el film entendemos a los personajes, a sus acciones, a los miedos y la angustia, a la presencia de la muerte en casi todo el diálogo, la profunda religiosidad, el miedo a la nada. Pero ya que trabajamos en clave de autor, ¿de dónde viene toda esta reflexión? Se dice que a Bergman de niño le impresionaron profundamente las representaciones de las “danzas de la muerte” en las ermitas y pequeñas iglesias medievales. Representaciones cuyo sentido alude al terror que inspiraba a las gentes lo inexorable de la muerte, lo que da origen a esas escenas populares como son las procesiones y caravanas de juglares y penitentes que recorrían las comarcas implorando piedad para sus almas.
1. Kierkegaard y Bergman
Se sabe, por otra lado, que Bergman conocía la obra de Kierkegaard, la que dejó una profunda huella del nihilismo existencial, sobre la nada y la búsqueda del sentido en el propio autor. En la obra de Kierkegaard Las obras del amor se cita:
“Así la muerte es el arquetipo más conciso de la vida, o bien la vida es restituida a su más concisa figura en la muerte. Por eso ha sido siempre tan importante para aquellos que piensan de verdad sobre la vida humana, contrastar muchísimas veces, recurriendo a este conciso arquetipo, lo que han comprendido acerca de la vida. Porque ningún pensador puede con la vida tal y como lo hace con la muerte…”
Me parece que este párrafo refleja ese pensamiento propio del autor y que se ve reflejado en su obra. Además esa posición de vacío ante la nada la vemos plasmada en el personaje de Antonius Block, que busca desesperadamente una respuesta ante la no aparición de Dios y ante el vacío.
Es magistral la escena del diálogo con la muerte, en la que se plasma claramente estas inquietudes y esta posición ante la vida que primeramente Kierkegaard plasmó y que Bergman recogió como uno de sus motores de su pensamiento. También habría que hacer alusión al tema de la religiosidad como otra posición frente al vacío de la existencia, ya que Bergman con el discurso del último sello, y en la última escena nos reflejará qué es la fe, la que marca una rayo de esperanza ante la vida, es la fe la que lucha contra la muerte, mientras que los demás personajes son arrastrados por la muerte colina arriba. Además la elección de los nombre de los personajes que reflejan esa fe no es baladí, sino que son María y José y su hijo Miguel, los que la representan.
2. El nihilismo tras la muerte de Dios
Ese dualismo entre el pensamiento de Bergman y el de Kierkegaard encontramos también referencias a Nietzsche, como es el diálogo de Block con la muerte en el confesionario (selección propia del diálogo):
“El vacío es como un espejo puesto delante de mi rostro. Me veo a mí mismo y, al contemplarlo, siento un profundo desprecio de mi ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas me he alejado de la sociedad en que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas. Prisionero de fantasías y ensueños.(…) Llámalo como quieras. ¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos, ¿Cómo vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de nosotros, los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? ¿Por qué sigue siendo a pesar de todo una realidad, que se burla de mí y de la que no me puedo liberar? ¿Me oyes? (…) Que el miedo nos hace crear una imagen salvadora. Y esa imagen es lo que llamamos Dios.”
Creo que no hace falta que alegue más, el diálogo responde por si solo.
3. El culto al autor
Por otra parte y cogiendo la posición baziniana, ¿qué tiene El séptimo sello como obra que haga que sea de autor? Obviamente la respuesta sería rápida: que es de Bergman. Pero no acaba aquí, el film estéticamente guarda muchas claves que dan la importancia merecida a esta obra. Esos pensamientos, dudas, reflexiones, angustias de Bergman quedan capturadas bajo unos personajes, bajo una puesta en escena, y bajo un montaje que de forma magistral nos conducen a todo ello. Las metáforas como la muerte jugando una partida de ajedrez lleva impreso el sello de autor sobre ella, porque hay muchas formas de simular a la muerte, y muchas maneras de reflejar lo inesperado y los infortunios de la vida, pero es Bergman y su firma la que deciden plasmarla así (en otros films la muerte viene reflejada en un presagio, en el fuego, la parca, etc.).
Por otra parte los contrapicados, los ángulos de cámara, y los primeros planos llevan también algunos tintes de Bergman, y con ellos se apoya para retratar psicológicamente a los personajes. También hay que tener en cuenta que Bergman provenía del teatro, por lo que se entiende la puesta en escena y la dramatización de los diálogos.
Me parece también oportuno citar algunas de las tomas del film en el que los personajes miran a cámara (recurso casi prohibido en la historia del cine) como perdiéndose en el infinito, como llamando la atención del espectador, que nos posiciona desde la misma mirada de Bergman. Esos personajes miraban detrás de la cámara, es decir al director, les hacía frente con sus dudas, al igual que sus preguntas existenciales que no podía dejar de lado y que reflejó a la perfección en varias de sus películas.
Y ya para finalizar y poniendo en relación este film con otros del mismo autor (Persona y Fresas salvajes), observamos que son constantes en su filmografía el tema de la muerte y la pregunta por el sentido de la vida, pero el mapa de reflexiones de Bergman no acaba ahí si no que a medida que fue progresando en el tiempo fue introduciendo más preguntas filosóficas a su filmografía como son la cuestión de la identidad en Persona (1966), o la de los sueños en Fresas Salvajes (Smultronstället, 1957).