En el castillo
Entrevista Por Jose Cabello
No descubro nada al lector diciendo que los puestos de trabajo no abundan en la actualidad. Buscar empleo se ha convertido en un empleo en sí mismo, un empleo en el que tú configuras la totalidad del departamento de marketing y cuya labor radica en la venta expresa de tus servicios, ofrecidos siempre con la mayor de las dedicaciones y exhibidos, sin pestañear, como los de un profesional comprometido a cobrar una basura y adquirir una responsabilidad jamás retribuida, además de consentir un horario fabril de Revolución Industrial eliminando, preferiblemente, cualquier atisbo de personalidad en el quehacer diario. Un chollo. La yincana laboral no discrimina por rango de edad, sexo, raza, titulaciones o cualquier mérito digno de rellenar una hoja en blanco, lo engulle todo lanzando al sujeto hacia una tela de araña invisible e infectada de desesperación.
En el castillo, reproduce un día en la vida de un desempleado cualquiera citado para una entrevista de trabajo.
El encuentro tendrá lugar en un edificio de extraño aspecto, habitado por personajes variopintos que añaden tensión a un ambiente dominado por el mutismo ante el desconcierto del entrevistado. En la inmensidad de los diversos exámenes a los que es sometido el buscador de empleo, la ley del ridículo sustenta cualquier disparate. La empresa requiere constantemente la sumisión del individuo que, bajo su responsabilidad, admite preguntas personales carentes de relación con el puesto, abriendo la puerta a cualquier tipo de práctica y accediendo, incluso, a realizar un análisis médico con la excusa de ser un beneficio para a ambas partes.
Bruno, en Arcadia (Le couperet, 2005), liquidaba a los hipotéticos rivales susceptibles de hacerle sombra; Carlos de Aristegui no conocía límite para conseguir la única posición ofertada por la empresa omnipotente de El Método (El Método, 2005), aunque el precio fuese la traición de una vieja amiga. A años luz de estos comportamientos activos, el protagonista de En el castillo actúa con una brutal pasividad, reo del presente mercado laboral que amenaza con la reinstauración de la Ley Corcuera, en fondo y forma, mediante un puntapié al demandante de empleo si no acepta las condiciones impuestas, pues la larga lista de posibles candidatos engendra un hacinamiento de trinchera que favorece el desprecio por parte de cualquier empresa.
La elección y el tratamiento del blanco y negro, a excepción de objetos u otros elementos que permanecen con su color original, potencian la atmósfera enferma que habita en el búnker y, combinados en la escala de grises, subrayan el cariz tétrico del film. El entrevistado consigue llegar hasta la última fase de este laberinto, y justo en la última prueba, en la que no computa ni el talento, ni currículum, ni ningún logro pasado, el dictamen final de la empresa asestará una puñalada trapera a todo el que pensó que las decisiones tomadas en los procesos de selección poseen alguna fracción de objetividad, o se rigen por la lógica, y no al capricho momentáneo o al azar que realmente las gobierna, alejándolo así de la consistencia del fallo de una sentencia judicial.