Entrega peligrosa

Prototipos Por Lorenzo Ayuso

Entrega peligrosa 1

BAUTISMOS

Los nombres nos definen, nos presentan al mundo y, en última instancia, determinan nuestro lugar. Cuando el guion de John Wick (Otro día para matar) (John Wick, Chad Stahelski, 2014) fue adquirido por Thunder Road Pictures, el enunciado que encabezaba su primera página no era el del asesino legendario, sino un funcional, aunque simbólico, Scorn. Es decir, “desprecio” o “escarnio”. El sustantivo se ajusta a la actitud de Iosef Tarasov (Alfie Allen) hacia ese mito viviente casi atemporal, a juzgar por la lozanía en las facciones que le presta Keanu Reeves, cuya reputación desconoce cuando allana su casa y aniquila a su perro. Antes de la entrada providencial de “El Elegido” para garantizar la viabilidad del proyecto, un título como aquel lo inclinaba sin protección a los adustos lodazales del direct-to-video, esos que abocan al desdén, al descrédito, de forma casi automática. Scorn carecía de una personalidad que, en cambio, el nombre propio, con apenas dos rotundas palabras monosilábicas, producía al oído. Así le ocurría al renacido actor protagonista, tan maravillado con su sonoridad como para retitular el texto desde la primera reunión. El apellido Wick, “mecha” en idioma cervantino, invitaba a aventurar una explosividad que aquella película apenas comenzaría a detonar, prendiendo el pabilo para atisbar una mitología ampliada en sus continuaciones, de cualidades industriales muy distintas a la original y que gradaban la épica a niveles dionisíacos. Como nombre, John Wick guardaba una filiación especial con su autor, Derek Kolstad, un guionista de carrera hasta entonces tímida. Si hablamos de manuscritos producidos, sus dos únicos esfuerzos habían tenido explotación casi exclusiva en el espectro doméstico: Una bala en la recámara (One in the Chamber, William Kaufman, 2012), donde sus funciones se limitaban a una reescritura práctica para recortar el tratamiento previo de Benjamin Shahrabani, sobre el que también trabajaron Chad y Evan Law, habituales en estas coordenadas B; y Entrega peligrosa (The Package, Jesse V. Johnson, 2012), escrito por encargo para amoldarse a los cuadrilátero fílmico por los que ahora giraba Steve “Stone Cold” Austin. Frente a ellos, el guion de John Wick (Otro día para matar) estaba escrito a riesgo, on spec, sin previo encargo, sobre la esperanza luego cumplida de que un estudio se interesara. Era personal, como diría el propio personaje, el empeño de Kolstad. Era personal, también, porque John Wick era también el nombre de su abuelo materno.

Aquel era un nombre al que rendir tributo, al que asignar una personalidad honorable. Así como los padres legan su nombre a los varones para reafirmar su vínculo, nunca tan profundo como el de la madre, Kolstad buscaba reafirmar la conexión íntima sobre su creación. Proyectar un reflejo de los valores que asimilaba al nombre, pero también de unas expectativas sobre el futuro que este debía asegurar. Revelaba el director Jesse V. Johnson que el alter ego pensado para Austin en Entrega peligrosa, esa que se le encomendó escribir a Kolstad, era ya John Wick; con el rodaje a punto de comenzar, en febrero de 2012, el guionista solicitó rebautizar al personaje principal para poder emplear dicho nombre en Scorn, cuya escritura acababa de iniciar[1]. El rocoso matón con conciencia pasó a llamarse Tommy, un nombre a todas luces menos imponente. De lo contrario, se hubiera desaprovechado un alias poderoso: en resumidas cuentas, Entrega peligrosa se concibió solo un actioner más dentro de la corta pero prolífica andadura de la “serpiente de cascabel de Texas” sobre las pantallas, rodado a la carrera y con unos productores más preocupados por cumplir fechas de expedición que por las calidades del producto. Incluso antes de ser subastado, John Wick permitía al escritor explorar una creatividad con escasa cabida en los trabajos a cuenta. Y aún así, no acarrea esfuerzo encontrar rasgos comunes entre ambos guiones, en su arquitectura, en su composición de personajes e incluso en sus leitmotivs expresivos. Si John Wick (Otro día para matar), concebida como una historia de justicieros talluditos, servía como preludio de una de las sagas capitales del cine de acción hollywoodiense del siglo XXI, tanto por alcance como por una ambición, entonces Entrega peligrosa será a los efectos su equivalente. El John Wick de John Wick.

Entrega peligrosa

IDENTIDADES

La sinopsis de Entrega peligrosa nos introduce al susodicho Tommy, el esbirro de un capo mafioso en conflicto por dedicarse a impartir violencia, que encuentra la posibilidad de abandonar esa vida en un encargo en apariencia sencillo: entregar un fardo misterioso a otro criminal, El Alemán (Dolph Lundgren). Cumpliendo con ello, solventará la deuda que asume con la organización, a su vez heredada de su hermano encarcelado, Eddie (Lochlyn Munro). Como ocurre con el relato del sicario mítico, estamos ante una narrativa levantada sobre cargos y consecuencias, organizada en torno a las reglas de un microcosmos adyacente a la ley y las leyes cotidianas, por más que convivan en un mismo plano. Un mundo aquí solo ligeramente hiperreal, donde la fantasía se enhebra con lo mundano: véase al protagonista sometiéndose a reconocimientos médicos sufragados por su pagador, cual empresario con sus trabajadores; por supuesto, la función del examen se retuerce, pues pretende certificar que el grupo sanguíneo de Wick es el que precisa El Alemán, aquejado de un cáncer hematológico. Al aceptar la misión, Tommy se entrega a sí mismo sin saberlo, habiendo de enfrentarse a peligros continuos en el empeño. Para él, esta sería la impossible task que Viggo Tarasov (Mikael Nyqvist) le encomendara a John, también, como prueba de fuego para pagar su peaje al mundo cotidiano. Un mundo donde, por otro lado, Tommy tiene serias dudas de encajar, pues solo permanece ligado por el amor de Darla (Kristen Kerr), su Helen particular. Como John, no ha nacido para convivir como uno más fuera de ese escenario o ring más grande que la vida, al que por otro lado está tan habituado Austin. De modo análogo, la trama avanza mediante operadores codificados (el paquete), partiendo de caracterizaciones morosas (se precisa, eso sí, el bagaje de Tommy como modélico héroe de guerra americano) y una exposición restringida de sus intríngulis. Esos tachones premeditados en el texto disimulan las carencias, o debiéramos decir limitaciones, del argumento de un filme que, sin medios para proyectar una escala apropiada a esa escena oculta, se beneficia del estatus mítico amasado por sus estrellas en el tiempo.

Austin y Lundgren son la medida de todo en Entrega peligrosa. También lo son a un nivel físico, con sus anatomías hiperbólicas sirviendo como pilastras sobre las que descansa la moldura de cada plano: 1,88m de altura y 114 kilos para el americano, según los pesajes de su carrera en el pro-wrestling; frente al 1,94m en que suele tallarse al sueco. La cámara, casi por necesidad, los fotografía por debajo del nivel de los ojos, en contrapicados especialmente acusados cuando toca cuadrarse ante potenciales adversarios, con enfáticos travellings que agrandan su imagen. Más allá de esa altitud colosal, el esquema de iluminación por el que opta Johnson en conjunción con su director de fotografía, C. Kim Miles, procura realzarlos tirando puntos de luz a sus espaldas y los flancos, para que sus siluetas irradien el aura que se les presupone.

Entrega peligrosa 2

Ante todo, Entrega peligrosa demuestra plena consciencia de las capacidades de los tipos que dan razón a su existencia. Eso también da juego para variaciones significativas: Austin termina de romper con su Attitude característica al formalizar su presentación encorbatado, con un tres piezas oscuro bajo una gabardina; luego, por supuesto, optará por un atuendo más dinámico y operativo, en cuanto sea el momento de pasar a fracturar calaveras, e incluso cambiará uno de esos exquisitos deportivos de alta gama por una camioneta más adecuada para trotar por los terruños que rodean su rancho de Nevada. En la transición del cuadrilátero al cuadro, se pierde algo de lo que “Stunning” Steve encarna como personaje: un ácrata provocador, renuente a toda categoría, ni face ni heel, cuyo humor venenoso suplementaba la rotundidad de su técnica. Siguiendo ese patrón del sportainment, su carrera cinematográfica se traza desligada de la patronal, la WWE, una vez salió de La isla de los condenados (The Condemned, Scott Wiper, 2007), desde la independencia. Esto es, desde el DTV. Exprimiendo su contrato de representación con Caliber Media, la firma de Dallas Sonnier tiempo antes de que este enarbolase la bandera del entretenimiento proderechista con Bonfire Legend, y asociado al oportunista productor Joseph Nasser, diestro al amortizar tendencias de mercado más o menos efímeras como el biopic sensacionalista o el nuevo cine cristiano, Austin también desarrolla una storyline a largo plazo en torno a un alter ego adicional en su trayectoria. Desde Damage (ídem, Jeff King, 2009) hasta la presente, la que cierra el ciclo, modula leves cambios en un perfil de masculinidad estoica, de talante taciturno, y arraigada al suelo, puenteando la frontera entre dos realidades (la acción que advierte su envergadura y la vida doméstica, que no domesticada). Su practicidad y discurso monosilábico lo emparentan, como a tantos otros antes, con el modelo McQueen y su maestría del minimalismo. Es decir, “estar” antes que “hacer” como mantra, saber rellenar el plano con su planta. A la vez, esa facilidad para colmar la imagen entraña una contradicción sugerente: la talla y la pose de Austin, el gesto adusto presidiendo un cuello montañoso, prefigura la imagen de un villano antes que la de un héroe; su hermetismo a menudo induce a vacilar cuando lo identificamos como protector y no como destructor. La duda sobrevuela ese ceño, fruncido hasta casi romperse incluso cuando hace el bien, y plantea una intriga sobre la verdadera naturaleza de este Maciste pelado.

En contraposición, Lundgren se caracteriza por contraste. El físico hercúleo, como corresponde a un Master del Universo, le impidió desde un comienzo articular una filmografía como actor de rango amplio, pero su nacionalidad y facciones escandinavas le aportaban automáticamente un perfil cosmopolita, y con ello una sofisticación desconocida para símbolos de la American way of life como “Stone Cold”. Por tanto, lo adecuan a la posición del enemigo. Como El Alemán, apodo que remite al iconismo del spaghetti western del que se impregna John Wick, lo demuestra vistiendo elegantes trajes de seda y dialogando en largas peroratas con sus semejantes. Paladea las pausas en cada intervención y las acompaña con un ademán excéntrico, inquietante incluso. Podría establecerse un parecido entre este rol y el de Mikael Nyqvist, suecos ambos acostumbrados a recorrer la estepa en sus aventuras americanas, abordando villanos atípicos, impelidos a defenderse de sus agresores y delimitar su territorio; el de Entrega peligrosa vive acorazado, previniendo ataques para deshacerse de unos enemigos que anuncian el primer paso; el mafioso ruso de John Wick reacciona muy a su pesar ante la amenaza a la vida de su hijo poniendo precio a la cabeza del hombre que otrora fue su aliado. Ambos ofrecen antagonistas divertidos, no necesariamente dinámicos. En el duelo final, Nyqvist delataba una preparación menor para los stunts que las que habrán tenido después quienes tomaron su testigo en las secuelas; Lundgren, aquejado como Austin de problemas en rodillas y tobillos, lo fía todo a la presencia, a la técnica y a la experiencia en la materia para cumplir con eficacia. En todo caso, el conteo ha resultado menos agradecido con el karateca de Estocolmo, cuyos ligamentos interpretativos se han enlongado en productos de saldo, o a la sombra de otras luminarias como Stallone o Van Damme. Codepender de otra estrella, como es el caso de la que nos ocupa, o también de la inferior Una bala en la recámara junto a Cuba Gooding Jr, da más opción a ahormar el proyecto a sus inquietudes personales. Aunque eso signifique, como en la que nos ocupa, un sacrificio que realce al contrario. Eso sí, uno extremo, que resalte su invencibilidad: no solo vale el castigo físico a mano desnuda, sino que habrá de acompañarse de un ensañamiento balístico para poder darlo por muerto.

Entrega peligrosa 3

LEGADO

Como John Wick con el tándem Chad Stahelski/David Leitch, Entrega peligrosa sienta tras la cámara a un especialista encallecido, Jesse V. Johnson, lo que asegura una puesta en escena favorecedora para la acción. Es decir, una geografía clara y una sentido de la utilidad y economía narrativa. La secuencia inaugural, ambientada en una bolera, ofrece un ejemplo perfecto: los créditos se sobreimprimen sobre el circuito mecánico que recorren las bolas desde que derriban los pines hasta retornar al área de juego, donde se pavonea Luis (Patrick Sabongui), un moroso al que Tommy debe amedrentar; tras reducir a sus acompañantes, el (anti)héroe agarra al tipo por la cabeza y la coloca en la boca de la disparadera de bolas; el montaje reproduce el proceso y previene al espectador del inminente impacto, impacto que se evita en el último momento cuando una mano detiene la pelota de poliuretano. Una vez prevenido, y evitado, el peligro, Wick opta por repetir la jugada, y esta segunda vez el montaje pica el corte para incrementar la resonancia del golpe, subrayado en el diseño de sonido por un crujido líquido, el de la napia del desgraciado. Johnson demuestra la paciencia necesaria para alimentar la expectativa y generar tensión. También, para representar la violencia de una forma satisfactoria. Al escenificar luchas, procura habilitar al espectador ángulos de cámara bien abiertos, con profundidad de campo suficiente para delinear la posición de los contendientes y jugar con las distancias. Predomina el plano de tres cuartos, con el escorzo como posición preferente, para exhibir los movimientos del atacante con claridad. La concurrencia de energéticos y acrobáticos pateadores -el malogrado Darren Shahlavi, europeo adiestrado en la industria hongkonita de los noventa; Monica Ganderton, futura doble de Charlize Theron y coordinadora de especialistas para Marvel; Jerry Trimble, el Golden Boy del kickboxing mundial- ayuda a complementar las habilidades de un Austin más estático, muy limitado en el tren inferior a causa de sus maltrechas rodillas, a la par que a “vender”, siguiendo el argot del wrestling, el daño que este es capaz de infligir solo con sus voluminosos puños.

Incluso ciertas set pieces parecen anticipar futuras expansiones de una misma idea a cargo de Kolstad: la visita fulminante de El Alemán a su rival Nicholas (John Novak) luce como un borrador modesto de la incursión de Keanu Reeves en las dependencias del Círculo Rojo en busca de Iosef; la captura y tortura a Tommy, maniatado en un almacén, se resuelve con similar metodología a la de John un par de años y varios millones dólares después; la relación paternofilial del mafioso Big Doug (Eric Keenleyside) con el protagonista remite a la que une a Wick con Winston (Ian McShane) a lo largo de su saga respectiva. Eso sí, a Entrega peligrosa no la reviste la infranqueable armadura de John Wick. Su uniforme la hace vulnerable.

Entrega peligrosa 4

Rodada en unos exiguos 17 días, adolece de los mismos problemas visibles en el resto de las producciones de Nasser para Austin, empezando por las localizaciones de una Vancouver intercambiable con la del resto de películas de esta breve pero fecunda etapa, lo que limita la personalidad del filme. Esa misma reutilización de recursos se percibe en un reparto, compuesto en buena medida por los mismos actores de repertorio, de interés reducido. Hablando de repertorio, Johnson aún no habrá integrado aún su élite de colaboradores de confianza indispensables para depurar su estilo. Aun faltan años para consolidar la alianza con Jonathan Hall como DP y Matthew Lorentz en la sala de edición, y para consolidarse como autor de referencia del cine de post-videoclub, lo que implica doblegarse ante las necesidades del consumo rápido en el mercado doméstico. El ratio de pantalla, un 1.78:1, advierte la finalidad televisiva de Entrega peligrosa, que no puede aspirar por formato o tiempos a desplegar una representación operística de la violencia, como caracterizará a los sucesivos capítulos de John Wick; las tomas no podrán alargarse, ni las ópticas acortarse en demasía. Ante la opulencia que denotan sus arquitecturas, su uso extremo del color, su antecesora solo puede actuar con eficacia desde la modestia formal, a rostro (es decir, plano) lavado. Esa asepsia en el continente se aprecia en el contenido, al impedirse el derramamiento explícito de sangre en pantalla como acompañamiento a la acción. Para sortear los hándicaps, Johnson debe recurrir al fuera de campo, al contraluz y a angulaciones huidizas. No hay derecho al corte final, solo margen para cortar antes de que te corten.

En submundos donde la vida vale poco, hablemos de universos fantásticos adoctrinados en la violencia como de la ingrata realidad de la producción en serie, resulta imprescindible no hacerse prescindible. Grandes corporaciones frente a pequeñas individualidades, luchando in aeternum en una guerra pírrica. Nunca hay plena libertad. Tampoco la tiene John Wick, obligado como está a huir a perpetuidad, a dedicar su existencia a superar una escalinata sin fin, como representa John Wick 4 (John Wick: Chapter 4, Chad Stahelski, 2023). Un revés mal encajado, y habrá que volver a empezar. Solo queda hacerse un nombre, hacer valerlo antes de ser ajusticiado y volver al primer escalón. Para Johnson, para Kolstad, servirá como antecedente con el que garantizarse una identidad, una zancada aún a tientas. Nacida para usar y tirar escaleras abajo, Entrega peligrosa se sostiene así, como un prototipo, un antecedente al que su contexto le negarán el reconocimiento más allá de lo anecdótico. Esta intentona podría ser incluso el envés, la otra realidad que se esconde tras un éxito extraordinario. Lo que podría haber sido, en otras circunstancias, y no fue. Como pudo ocurrir también con Brawl in Cell Block 99 (ídem, S. Craig Zahler, 2017) de haberse mantenido el propósito inicial, escrito su guion para ajustar el rol de Bradley Thomas a la percha de Steve Austin. Pero esa es otra historia, con otros nombres.

Entrega peligrosa 5

[1]    JOHNSON, Jesse V. [actionjessevjohnson] (17 de octubre de 2022). A fun shoot. Vancouver BC in 2012 with a great bunch of folks. Stonecold’s character was originally called John Wick [Imagen adjunta]. Facebook. https://www.facebook.com/photo/?fbid=711730203897333&set=a.194707702266255

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