Far East Film Festival
Forget Me Not, The Last Reel y Meeting Dr. Sun Por Carlota Ezquiaga
Una de las mejores cosas del Far East Film Festival de Udine es su selección de películas. Los programadores no eligen los filmes de culto que llegan a otros festivales (o, al menos, ese no es el criterio); hacen hincapié en el cine popular. Así, los espectadores pueden hacerse una idea de lo que la gente ve en los distintos países asiáticos. Por eso hay mucha acción, terror y comedias románticas. Aunque, desde luego, tampoco puede decirse que no haya rarezas. Hemos elegido tres películas de la edición de este año que vienen de tres países muy diferentes (Japón, Camboya y Taiwan) y tratan la adolescencia de maneras muy distintas.
Forget Me Not (Horie Kei, 2015). Japón
«Oribe Azusa, Oribe Azusa, Oribe Azusa»… repite Takashi, en un intento de recordar el nombre de su propia novia. Hay algo extraño en Azusa: nadie es capaz de recordarla. Va borrándose de la memoria de todos los que la conocen: sus compañeros de clase no han oído hablar de ella, a sus profesores no les suena su nombre, ni siquiera su propio padre la conoce.
La japonesa Forget Me Not, entre la fantasía y el drama romántico adolescente, consigue derribar las barreras emocionales del espectador: en el Teatro Novo de Udine los sollozos eran claramente audibles.
Y si eso ocurre es porque, aunque la historia sea fantasía, los sentimientos de sus personajes no lo son. Hay que hacer algunas concesiones (¿cómo se explica que una desconocida vaya a clase todos los días pero a nadie le parezca extraño?), pero no es una cuestión de lógica, sino de emoción. Horie Kei junta en esta película el dolor de los amantes que se olvidan y el de quien tiene un familiar con Alzheimer.
De hecho, Azusa trabaja en un centro para personas con Alzheimer. Ese es, para ella, el entorno más seguro: nadie recuerda su nombre, pero no pasa nada porque nadie recuerda el nombre de nadie.
Forget me not juega con el olvido como ¡Olvídate de mí! (Eternal Sunshine of The Spotless Mind, Michel Gondry, 2004), su protagonista tiene la determinación y constancia de Adam Sandler en 50 primeras citas (50 First Dates, Peter Segal, 2004), y Azusa tiene el mismo miedo a ser olvidada que Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia) – (Birdman: Or (The Unexpected Virtue of Ignorance)-, Alejandro González Iñárritu, 2014).
La historia funciona porque, en el fondo, todos tenemos ese miedo a ser olvidados, y porque nos creemos a Hayami Akari (Azusa) con ese continuo halo de melancolía que resulta irritante hasta que se comprende y, entonces, se vuelve desgarrador.
The Last Reel (Kulikar Sotho, 2014). Camboya.
Los países, como las personas, tienen que hacer las paces con su pasado. El arte en general y el cine en particular son una buena herramienta para ello. En España nos tomamos a broma la cantidad de películas que hay sobre la Guerra Civil, pero es sintomático; Alemania también produce muchas obras sobre la Segunda Guerra Mundial, y Estados Unidos sobre la Guerra de Vietnam.
En Camboya no es tan sencillo: el régimen del Khmer Rouche está tan reciente en las memorias de la gente que se ha convertido en un trauma colectivo. Hay una generación que no es capaz de hablar de ello, y sus hijos están sufriendo las consecuencias: para saber quiénes somos muchas veces necesitamos averiguar de dónde venimos.
Kulikar Sotho decidió hacer algo al respecto. Y fue un gran reto: debía enfrentarse a su propio pasado y al de su país, y debía hacerlo siendo mujer en un país en el que hay que trabajar el doble para ser reconocida. Centrándose en el período anterior a la guerra para encontrar un trozo de historia del que los camboyanos pudiesen sentirse orgullosos, hizo un homenaje a todas las películas que se perdieron durante el Khmer Rouche -que no son pocas.
En The Last Reel, una chica de dieciséis años encuentra una vieja película inacabada en un cine abandonado y descubre que su madre fue una estrella de cine. Para darle una sorpresa y lograr que recuerde quién fue, decide hacer de actriz para filmar el final con el director.
Los personajes son un buen reflejo de la sociedad camboyana de hoy en día, y en la película es evidente la enorme implicación emocional por parte de la directora. La importancia de esta película, pues, trasciende su historia: es un manifiesto para que los camboyanos hagan las paces con su pasado.
Meeting Dr. Sun (Yee Chih-Yen, 2014). Taiwan
Lefty no puede pagar el instituto, pero tiene un plan para conseguir el dinero: robar una estatua de metal del revolucionario chino Sun Yat-sen que ha encontrado en un almacén de su escuela. Traza el plan al milímetro con sus amigos y, cuando lo tiene todo preparado, descubre que un compañero de clase ha tenido la misma idea. Los dos se enzarzan en una discusión de quién de los dos es más pobre y, en consecuencia, quién merece más la estatua.
Con un humor muy especial, la película taiwanesa Meeting Dr. Sun repite los mismos sencillos gags continuamente, alargando cada escena hasta lo inalargable, con un ritmo muy lento.
Pero, de alguna manera, funciona. La historia es entretenida y el absurdo provoca risa.
Lo que a primera vista parece una película muy simple sobre un robo ridículo, esconde algo más. Sun Yat-sen, el hombre de la estatua, es de uno de los padres de la China moderna, y muchos activistas que piden una mayor independencia de China para Taiwan se han dedicado a retirar estas estatuas de colegios y lugares públicos. Esta historia, por tanto, es también una alegoría de lo que esta ocurriendo en Taiwan.
Y resulta una película casi premonitoria: justo antes de su estreno en Taipei, en marzo de 2014, tuvo lugar el Sunflower movement, una protesta en la que los estudiantes condenaban el tratado de libre comercio con China, que creían que iba a hacer que Taiwan tuviera que sucumbir a las presiones de Pekín.
Lúcida en su simpleza, Meeting Dr. Sun esconde muchos subtextos más allá de una historia divertida sobre un robo, un barrio pobre y una amistad adolescente.