Cobertura Festival Málaga. Día 1

No llores, vuela, Y en el centro de la Tierra había fuego, Cesar’s Grill y Europe in 8 bits Por Jose Cabello

La decimoséptima edición del Festival de Málaga abrió con la última película de la peruana Claudia Llosa, No llores, vuela. La directora, con su tercer largometraje y tras el éxito internacional de La teta asustada (2009), se adentra en el terreno de la culpa y el perdón, una exploración de dos esferas tangentes representadas a través de la figura de una madre y un hijo sin relación desde tiempo atrás, marcados, y a su vez conectados, por un episodio trágico del pasado. No llores, vuela habla de la necesidad intrínseca al ser humano de obtener perdón y redimir el sentimiento de culpa, retratando el proceso de redención como una especie de milagro simbólico. No es de extrañar que Claudia Llosa haya decidido equiparar los conceptos de perdón y milagro en una sociedad que cada día economiza más, evitando pronunciar cualquier palabra que suene a disculpa.

La adhesión a la trama principal del componente “sanador”, pues la madre se gana la vida curando enfermos con sus manos, propone un enfrentamiento entre racionalidad e irracionalidad, una dualidad constante que escolta el curso de la vida y del que nadie puede escapar. Este dilema supeditará el futuro de madre e hijo. Por un lado, la madre abandona la racionalidad como motor de su existencia. Por otro, el hijo se convertirá en un experto en cetrería, profesión cuya elección no es baladí pues el dominio que el hombre ejerce sobre el ave es el mismo que intenta extrapolar a su rutina para mantener todo bajo control, o lo que es lo mismo, adoptar la doctrina racional. La directora decide no marcar una visión como la única válida. Al contrario que en Luces Rojas (Red Lights, 2012), esta vez se ofrece la opción de creer o no.

La aleación entre arte y curación creada en la atmósfera del film es uno de los puntos fuertes ya que declara la opción de entender el arte como vía para la curación, sirviéndose, en este caso, de obras talladas en madera como objetos purificadores. No llores, vuela se arma de contrastes también en la estética: escenarios fríos y luminosos, paisajes oscuros y cálidos, con el fin de acentuar la subjetividad perenne en el camino de la vida. No siempre la solución vendrá por el sendero más notorio, parece repetir una y otra vez un carrusel de imágenes. Y en esa vorágine de contradicción, de recurrir constantemente al encuadre más perfecto, la carga excesiva de poesía circulante por las venas del film, se envenena a sí misma. La belleza se vuelve en contra. Y la búsqueda del estado supremo de la preciosidad impide un encuentro entre película y espectador.

No llores, vuela

No llores, vuela

Extraña coincidencia: la proyección que inaugura la sección documental, Y en el centro de la Tierra había fuego, también aborda la culpa como argumento principal del film. Bernhard Hetzenauer, joven austríaco y director del documental, traza el recorrido que le impulsa a abandonar Austria para trasladarse a Ecuador. Bernhard huye de la culpa heredada, o así lo siente él, cuando conoce que en su árbol genealógico existe un abuelo que participó en la guerra a favor del bando nazi. Vera, una reputada maestra zen, será la psicóloga encargada de tratar al joven. A medida que transcurren las sesiones, el pasado de Vera se enlaza con el presente de Bernhard: ambos comparten un viaje hasta Ecuador para evitar la huella del nazismo.

Bernhard, decide rodar sus sesiones con Vera emulando un diario personal y dejando así testimonio de su particular travesía para alcanzar la auto-exoneración. Aún ignorando si el trauma de Bernhard, por sí mismo, configura sólo un pretexto para la puesta en marcha de la película, resulta retorcido entender la transferencia de culpa por dos motivos concretos. Uno, asociar todos sus males exclusivamente como consecuencia del pasado nazi de su abuelo. Dos, ningunear o rebajar las desavenencias de otras familias que no han sufrido la persecución nazi, empujando al Holocausto, por enésima, a ser visto como el paradigma de los problemas de un viejo continente europeo enfrascado en rencillas prehistóricas que no es capaz de saltar.

Y en el centro de la Tierra había fuego, recargada hasta para el título, es un reflejo del ansia por recopilar una gran cantidad de ideas bajo el prisma de una única cinta, provocando una indigestión que desdibuja la intencionalidad del director. Tampoco resulta efectivo grabar la terapia de Berhard, una terapia basada en la filosofía zen que practica Vera pero que, en vez de mostrarse a través de reflexiones o análisis introspectivos de las vivencias del sujeto, se regodea en técnicas de dibujo para exprimir la voz del subconsciente. Unas terapias alternativas, que sean eficaces o no, imprimen ínfulas de Jodorowsky en la personalidad de Vera, restándole credibilidad.

Una mirada a la inversa entre el planteamiento de Y en el centro de la Tierra había fuego y Cesar’s Grill, el segundo documental de la jornada en Málaga. Si en la primera película la huída se produce de Austria a Ecuador, a la búsqueda de una vida reconfortante, en la segunda Darío viaja de Ecuador a Alemania para poder dedicarse al arte. Darío, también director de la película, debe regresar a Ecuador cuando el negocio de su padre, un asador, no parece levantar cabeza.

La crisis del asador “Los pinchos de César” no solo replantea la mala gestión del padre de Darío, César, en el restaurante familiar, también habla de la distancia entre padres e hijos para abordar otra crisis, la de la relación paterno-filial. César y Darío tienen actitudes antagónicas a la hora de afrontar la vida, y el símil perfecto como prototipo de estas discrepancias lo pone la dieta de cada uno: padre carnívoro, hijo vegetariano.

Por ejemplo, Lili, la chica que regresa a casa en Family Tour (2013), una especie de Darío femenino, evidencia la misma realidad cuando los hijos albergan más inquietudes e intereses que sus progenitores. Sin embargo, Cesar’s Grill a diferencia que el documental español, profundiza en un elemento que interrumpe la comunicación padre e hijo, siendo la presencia inconsciente de la madre un obstáculo para el desarrollo normal de esta relación. Darío consigue robar una toma en el río donde su padre se confiesa justificando su incomunicación, casi innata, al tener la misma relación como referencia con el que fue su padre. A pesar de dar un paso más, Dario no logra sacar el máximo jugo a una situación que aún podría seguir exprimiéndose. En ciertos momentos, sin embargo, logra transferir a la película su singular humor hacia las situaciones más ridículas.

cesars-grill

Cesar’s Grill

Por último, la zona de Sesiones Especiales la abrió Europe in 8 bits, un insólito proyecto que recoge el penúltimo giro de tuerca que está experimentando el universo de la música. Javier Polo, el director, se acerca a una tendencia cada vez más expandida y que nació en Europa: la música en 8 bits. Este nombre proviene de la capacidad soportada por las máquinas con las que elaboran las composiciones. De esta forma, los diferentes músicos que construyen Europe in 8 bits muestran el proceso creativo sobre la transformación de una antigua gameboy, nintendo o una atari, en una compleja mesa de mezclas.

El documental no solo se alimenta de los diferentes puntos de vista de los entrevistados, también dibuja el contorno de una filosofía de vida entre aquellos que sienten la música en 8 bits. La actitud de compartir, el Creative Commons como sello, es la esencia de esta cultura que también se caracteriza por un interés hacia la tecnología, hecho que les facilita la alteración del sentido primigenio de las máquinas que utilizan. El proceso de conversión, al mismo tiempo, es una vía de libertad de expresión que arrincona al sistema capitalista, arrebatándole la capacidad de decidir sobre el uso final de cada pieza. Una muestra del steampunk aplicado a la música.

A pesar de nacer en los márgenes, este movimiento, o forma de entender la música, no cae en el mainstream, pero tiene seguidores por todo el mundo. De hecho, los conciertos que recoge el documental evidencian un público fiel. La película también funciona como plataforma abierta y gratuita para fomentar la difusión, interacción y el apoyo a los 8 bits.

europe in 8 bits

Europe in 8 bits

Por último, este año, como novedad, al final de cada proyección, se ha incluido un pequeño coloquio con los directores que se encuentran en el Festival. En el caso del documental Y en el centro de la Tierra había fuego, participó como moderador el crítico Mirito Torreiro.

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