Fort Buchanan
Vivir en comunidad Por Jose Cabello
Yo no sé porque se enfada también, si quedo en mi casa a solas con él, solo mi amigo dice que quiere ser, que le tengo en el bote de sed, si no me habla de amor no tiene nada que hacer. Y es lo que yo te digo, los amigos de mis amigas son mis amigos.
La sección de las Nuevas Olas del Festival de Cine Europeo de Sevilla no deja de sorprendernos. Otra pequeña joya más que añadir a la lista: Fort Buchanan. La película coge el nombre de un campamento donde un grupo de personas aguarda a la espera de sus respectivas parejas, procedentes de la guerra. Fort Buchanan, con una duración que ronda los sesenta minutos, consigue aunar temáticas dispares y no se limita únicamente a pasear de manera superflua por estas cuestiones, sino que logra profundizar en cada una de ellas.
Al inicio, la película introduce a una serie de mujeres y hombres que viven en una base militar, en mitad del campo, a la espera de que sus respectivas parejas vuelvan de luchar en el frente. Fort Buchanan despega decidida. En tan solo doce minutos abofetea con la mano abierta cualquier indicio de juicios de valor por parte del espectador, ya que se adentra en un terreno pantanoso, a la vez que complejo y, desgraciadamente, poco recurrente, casi tabú. Una proeza que denota la valentía del joven director Benjamin Crotty, para hacer frente a un aluvión de posibles críticas por hablar de la homosexualidad dentro del microcosmos militar. Fort Buchanan, bebe de las series americanas de los años noventa, quizás en particular tire mucho de la puesta en escena y el medio natural que también posee Doctor en Alaska (Northern Exposure, Joshua Brand, John Falsey, 1990). En más de una ocasión hace alusión a la visión característica del entorno familiar y a la comicidad propia del norteamericano Wes Anderson, mezclada con el toque de teatralidad y el entendimiento de la sexualidad sello de François Ozon. Aunque la esencia, lejos de los anteriores, recuerda más a lo extravagante de otro joven realizador francés, Yann Gonzalez, con la idea esbozada y el clima bizarro de Les recontrés d’après minuit (2013).
Pero lejos de toda comparación, Benjamin Crotty abre una parcela en la cinematografía actual, y lo hace para quedarse, regocijándose así en la maestría que posee para articular roles y alterarlos, como así plasma el interior de los personajes de Fort Buchanan. En esta misión, el director emplea tópicos, o recurre a modelos convencionales, como padres e hijos con mala relación, maltratos o parejas de distinta raza. Pero lejos de caer en los lugares comunes de los que parte, gira la intencionalidad y crea unos personajes mucho más ricos en cuanto a pliegues y capas de análisis.
A través del transcurso de las estaciones del año, de primavera a invierno, la película abre camino para plasmar sobre la pantalla la soledad de un grupo de mujeres, a excepción de un hombre, abandonadas por sus maridos mientras desarrollan sus trabajos en el frente. Para sobrellevarlo, han forjado una especie de comuna donde colaboran unos con otros ante cualquier encrucijada. El aislamiento, en mitad de ninguna parte, y la incomunicación, por lo lejano del emplazamiento, preparan el terreno para exponer el problema inmediatamente contiguo al sentimiento de abandono que todos los personajes, en mayor o menor intensidad, experimentan.
Fort Buchanan habla, sin rodeos, sobre el grado de eficiencia real en el aspecto de la fidelidad convencional en las relaciones de pareja. Y aquí, también da respuesta la comunidad, calmándose la libido unos a otros. El deseo sexual, enemigo de las relaciones a distancia, se ve saciado cuando el grado de represión adquiere una consideración tal que el conjunto debe actuar desahogándose, sin ningún tipo de consecuencias, más allá del puro sexo. Una vez retratados los dilemas anteriores, el tercero a colación, hijo natural de los dos anteriores: la monotonía en una relación. La rutina que impacta sobre la pareja cuando ésta empieza a cumplir años. La apertura mental, unida a la facilidad con la que ningún protagonista de la película oculta sus preocupaciones, vacila con la idealización de que una vida más común podría mitigar ciertos aspectos de inseguridad personal, además de, en este caso, permitir seguir adelante y mantener un día más la espera a sus familiares. La ausencia de tabúes podría reforzar una afirmación tanto individual como colectiva.
El escaso metraje actúa como cuchillo de doble filo. Por un lado, la recta final de Fort Buchanan divaga en exceso, no logra caminar hacia ningún lugar; por otro, la sensación de un trabajo bien hecho insta a saber más de los personajes y sus vidas. La película concluye con una excusa más para hablar del gasto militar, simulando un supuesto repliegue militar de Francia cuando la crisis económica provoca el desmantelamiento de varias bases militares y, como consecuencia, la separación definitiva del espacio común y la vida en comuna de Fort Buchanan.