Foxfire y Las sesiones

Por Déborah García

Eres de alguna forma como un consolador, me explico:
eres perfecta en la ejecución, pero tremendamente fría en el sentimiento.Risto Mejide

Cuarto día de Festival y me voy dando cuenta de que a veces la perfección nada tiene que ver con lo importante. Las listas, las notas, los posibles premios, las opiniones precipitadas dichas después de las proyecciones, todo importa poco. Hay algunas películas que no han sido redondas pero que poco a poco han ido creciendo dentro de mí. La primera película de hoy es Foxfire de Laurent Cantet, en ella se adapta la novela Puro Fuego: Confesiones de una banda de chicas, del escritor Joyce Carol Oates. Mediante los recuerdos y los escritos del personaje de Maddy (Katie Coseni) se narra la formación de Foxfire. Aquella banda creada durante los años cincuenta por Legs y Maddy, tenía como valores fundacionales la solidaridad y el feminismo, poco a poco se irían uniendo otras chicas del instituto y de la ciudad. Lo cierto es que la película de Laurent Cantet pasa de manera sutil sobre estas cuestiones y se limita a mostrar a los personajes. Su contexto familiar y social aparece bastante desdibujado, pero se puede intuir que todas las chicas provienen de familias desestructuradas, padres alcohólicos, o ausentes. La hermandad entre todas ellas, esa búsqueda de cobijo de la que ya somos testigos en los primeros minutos de la película cuando Legs busca a Maddy, y deciden crear la banda, respondería más a una necesidad afectiva que intelectual.

Laurent Cantet se limita a insinuar la dimensión social y política, da por hecho que la conocemos. El director quiere alejarse en su película de esa imagen triunfante del país. En este sentido, Theriault, el viejo comunista del banco, estaría representando la historia olvidada de los Estados Unidos, de aquellos que se quedaron al margen.

En Foxfire mediante la rebeldía de sus personajes se cuestionan las imágenes de ese llamado “sueño americano”, aquel futuro brillante donde todo era posible, y donde todo termina bien. La película es en ese sentido esquemática, el discurso político se limita al viejo del banco y a una escena en casa de los Kellogg, en la que el padre de la familia relataría como los obreros van exigiendo cada vez más y más derechos. La banda obedece más a impulsos que a razones, no solo se rebela contra el statu quo, tras la compra de la casa, deciden vivir según sus propias reglas. Las chicas de la banda establecen un tipo de convivencia  comunitaria y solidaria en la que cada una aportaría lo que pudiera, sin embargo, llega un momento donde no tienen dinero para sobrevivir y se ven abocadas a extorsionar, a robar, e incluso a raptar a un hombre, hecho que supondrá el final. Como dice Maddy en un momento en el que evoca sus recuerdos: “queríamos tragarnos el cielo y abrir el horizonte”, pero la realidad acaba devorando la utopía.

Foxfire

Foxfire

Las sesiones de Ben Lewin cuenta la historia de Mark O’Brien (John Hawkes) un hombre que desde que sufriera a los seis años una poliomielitis está postrado en una camilla y conectado a un pulmón gigantesco. Mark necesita a alguien para hacer las cosas más básicas, comer, vestirse, ducharse, todo, pero tiene una vida bastante plena, consiguió graduarse en la universidad, escribe artículos y tiene un gran sentido del humor. El problema surge cuando llega a la conclusión de que su vida no es plena, porque no ha tenido relaciones sexuales. Mark que es un hombre muy religioso y acude a misa con regularidad consulta con su sacerdote, el padre Brendan, si Dios aprueba que intente perder la virginidad. El sacerdote interpretado por William H. Macy, considera que sí, que no existe ningún problema espiritual por el cual Mark tenga que renunciar a ello. Tras esto la psicóloga de Mark le recomienda que llame a una terapeuta que se dedica a tener sexo con personas “especiales”. Mediante una serie de sesiones el personaje interpretado por Helen Hunt, ayuda a Mark a tomar conciencia de su cuerpo, a interpretar las sensaciones, a controlar sus erecciones… tras las primeras sesiones por parte de Mark, pero también por parte de Cheryl, surge una especie de atracción que va más allá de la típica transferencia terapeuta-paciente. La película que llegaba desde el Festival de Sundance premiada por el público, destaca sobre todo por algunas de las interpretaciones, aunque todas pueden encasillarse dentro de las arquetípicas formulas de este tipo de comedias, donde el enfermo hace gala de un agudo sentido del humor, y e ironiza sobre su jodida situación. La película está realizada para llegar al corazón del espectador, tiene momentos de humor muy conseguidos y el canto a la vida es evidente, quizá el problema es que estamos más que acostumbrados a ver al personaje de Helen Hunt hacer una y otra vez la misma actuación, y pese al humor ácido del que hace gala la película acaba teniendo el final de siempre, lacrimoso.

Quizá lo más importante de Las sesiones sea su mensaje, que aunque trillado, resulta casi siempre ser verdad: la vida por muy jodida que se presente, a veces solo se puede sobrellevar con la risa. La película se consume y se disfruta a la misma velocidad a la que se olvida, por eso, iniciaba esta cuarta crónica hablando de las películas que tras verlas en el cine, aunque no hayan sido perfectas, seguimos recordando. Eso es lo más reseñable del día de hoy, la manera en la que sigo pensando en Foxfire, fascinada sobre todo por el destino de los personajes, intentando comprender si la realidad siempre acaba imponiéndose a los deseos, si nuestro único destino es acabar desdibujados, recordando de memoria y evocando, intentando construir ya no un futuro mejor, si no un pasado en el que pudimos serlo todo.

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