François Ozon
El cine de las afueras Por Manu Argüelles
Una casa aislada junto al mar preferiblemente, pero en todo caso debe ser una vivienda apartada. No hará falta en muchas ocasiones ni que veamos el exterior para que sepamos que el lugar funciona como un encierro asocial (involuntario o no) y lejos de las normas que rigen el exterior. Un personaje que actúa como un anacoreta contemporáneo, sea su penitencia voluntaria o forzada. Un cierto orden fijado por unas reglas que devienen codificadas, al derivarse de prácticas repetitivas que conforman la cotidianeidad. Dicho sistema acaba roto por la llegada de un extraño, que actúa como una presencia misteriosa y ambivalente. La proximidad lanzará las redes de un influjo hechicero de aquel que llega. Primero el residente se mostrará reacio y enojado, obligado a salir de sí mismo. Después acabará fuertemente atraído por la fuerza de lo oscuro y de lo ambiguo. Se reconfigurarán los roles prefijados y se producirá un proceso de vampirización, que en ocasiones traerá consecuencias negativas. Porque la supresión de la distancia que trae consigo la intersubjetividad puede servir para destapar las represiones (sexuales) y deseos inconfesables, pero no necesariamente debe ser algo positivo. Si bien, hablamos de una relación que parte asimétrica, la cual va borrando las diferencias para crear un espacio moral turbio, que en muchos casos lleva al desequilibrio. Ese sería el sustento explícito para su mediometraje Mirando al mar y para dos de sus mejores films, Swimming pool y Mi refugio, desde un perfil más oblicuo en la primera y desde una óptica más positiva en la segunda. Lo mismo podríamos argüir que sucede a través de un plano mental en Bajo la arena.
Mirando al mar
No obstante, lo expuesto hasta aquí sería el patrón de toda la filmografía de François Ozon con sus lógicas variaciones y su constante reinvención para camuflar las huellas de una autoría que se niega a ser previsible, en cuanto sus películas abordan una gran variedad de registros, géneros y tonalidades emocionales. Pero todo ello forma un espacio diegético consistente que no se mantiene fijo y estanco, sino que va aderezándose por motivaciones que van evolucionando a medida que Ozon va sumando films. El desenmascaramiento de la hipocresía burguesa va apareciendo, de forma intermitente pero siempre constante, de la misma manera que la transgresión de los tabús y la desarticulación de la moral heterónoma y conservadora -normalmente vehiculada a través de personajes gays o de chicas jóvenes sensuales-, va filtrándose a lo largo de toda su trayectoria.
El tiempo que queda
Espacios únicos que sirven como pauta ambiental para conformar las relaciones de aquellos que (con)viven bajo ese techo están presentes desde la casa cerca de la playa donde vive Sasha (Sasha Hails) en Mirando al mar, el caserón de la familia burguesa de Sitcom, la celda mugrienta donde acaban apresados los jóvenes de Amantes criminales, el apartamento de Léopold (Bernard Giraudeau) en Gotas de agua sobre piedras calientes, la casa de veraneo de Marie Drillon (Charlotte Rampling) en Bajo la arena, la mansión aislada por la nieve de 8 mujeres, la casona en el sur de Francia donde quiere escribir su última novela la escritora de Swimming pool, el palacio Paradise donde vive su etéreo sueño de hadas la protagonista de Angel, el apartamento de Katie en Ricky, y qué duda cabe, la casita en el País Vasco francés de Mi refugio, y por supuesto, la vivienda de los Pujol en Potiche.
Mi refugio
En un momento de Sitcom se comenta que la juventud debe sembrar sus semillas salvajes. Algo que podría aplicarse perfectamente a las primeras películas de Ozon, especialmente hasta Bajo la arena, film de madurez, con una depuración minimalista que hace virar su estilismo hacia dos bifurcaciones principales que se van alternando, previamente ensayadas en sus tres primeras películas. Por un lado, tomando el patrón de Mirando al mar, Ozon trabaja una puesta en escena austera que trata de reducir al mínimo los elementos compositivos, para dar primacía a los símbolos visuales por encima de la información que se pueden extraer de las conversaciones, limitadas en unas narraciones con notorias elipsis, mínimas y concentradas. Bajo esta línea se conciben Bajo la arena, Swimming pool, 5×2, El tiempo que queda, Mi refugio y Ricky. Por otro lado, el gusto por el artificio, los colores limpios y saturados, la formalización exacerbada, el artefacto socarrón, metalingüístico y posmoderno potenciado a partir de Gotas de agua sobre piedras calientes, mismo año de realización de Bajo la arena, y seguido por 8 mujeres, Angel y Potiche. Unas obras que demuestran el gusto de Ozon por lo teatralizado, que en su traslación cinematográfica encuentra una estilización que potencia el semblante de disfraz antinaturalista. Unos trabajos que vienen pautados por una óptica decididamente camp que ridiculiza y convierte en caricaturas a los personajes que van saltando a escena. Todas ellas traen consigo un sustrato irreverente, enfatizado en sus primeras películas, en las que barrena de forma estentórea los prejuicios sociales y acentúa el gusto por lo enfermizo, mostrando su querencia por las tensiones psicológicas y las atmósferas enrarecidas (Mirando al mar, en su puesta en largo, es una génesis de todo ello). El gusto por lo grotesco y lo pronunciado se plasma en Sitcom y Los amantes criminales, recordando en ocasiones a Buñuel, para poco a poco ir liberándose de esos lastres epatantes, y un tanto diletantes, para establecer un juego constante en el tratamiento de los géneros. La utilización de diversos marcos (el thriller, la comedia musical, el whodunit, el drama social, el melodrama, etc.), siempre filtrándolos bajo una visión poco convencional, le atribuye un cariz de heterogeneidad a su carrera. Por ejemplo, su deconstrucción del thriller y el cine negro en Mirando al mar, Amantes criminales y Swiming pool desnuda de clichés y zonas comunes al contexto que enmarca su film, en su peculiar manera de manejar el suspense y la tensión psicológica, para realizar un cierto quebrantamiento de los referentes y establecer una atmósfera húmeda y enfermiza. De esta manera, inserta los números musicales en Gotas de agua sobre piedras calientes y en 8 mujeres, estableciendo una violación que denota el artificio, saltándose las directrices convencionales (las pantallas croma para los exteriores de Angel tienen la misma finalidad).
Las relaciones de dominación, la descendencia, la familia, la muerte, el erotismo, son temas que en Ozon nunca encuentran un tratamiento solemne. Su dispersión lúdica y su voluntad indagadora sobre las convenciones sociales son filtradas por una homosexualidad de la que no hace bandera, sino que rige la óptica para el manejo de los materiales, además de ser un vehículo para caracterizar de forma naturalista, plenamente insertada en el modus vivendi cotidiano, a personajes libertinos (reemplazados en ocasiones por chicas pícaras) que cuestionan el orden y los roles asignados. Es un cine de las afueras, que sirviéndose de un manierismo que utiliza con frecuencia en sus filmes, el personaje frente a un cristal para verse o mirar más allá, nos permite mirar a través del espejo y devolvernos un reflejo dual, como muchos de sus finales, en ocasiones milimétrico y en otras estridentes, pero siempre apegado a los trasiegos vitales en las interacciones humanas.
Swiming pool