Gangster Squad

La brigada sin sombrero Por Manu Argüelles

La Warner, estudio emblemático cuando el cine negro estaba en su pleno apogeo, nos trae en 2013 una película netamente adscrita dentro de ciclo urbano forjado entre claroscuros, trémula moralidad y laberintos en clave de pesadilla. Pero la aparición de un film como Gangster Squad ¿responde a la tradición de una major que se erigió en la historia como una de las máximas propulsoras del ciclo o más bien se le puede asociar con ciertas modas fílmicas imperantes en la actualidad? Más que un ejercicio de cine retro, aunque la carcasa formal así lo enuncie, como aquel que se realizó en los años 70 y principios de los 80, uno encuentra más similitudes con esa revitalización que se opera desde otros géneros cuando inundan el cine de acción con cuadrillas que dictan justicia fuera de los parámetros institucionales y sociales como única salida viable para vencer el mal. Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012) desde los superhéroes de cómic o Los Mercenarios (The Expendables, Sylvester Stallone, 2010) desde la resurrección del actioner de los 80 que se resiste a momificarse, por mucho que pesen los años. De la primera construye el supervillano, el gangster Mickey Cohen, con un Sean Penn convertido en atroz caricatura de cómic, a través de una caracterización que rivaliza con las desopilantes de Dick Tracy (Warren Beatty, 1990), si bien el modelo del que claramente bebe Sean Penn para construir su personaje recuerda a Robert de Niro/Al Capone de Los intocables de Eliot Ness (The Untouchables, Brian de Palma, 1987). De la reunión de zombies musculosos dispuestos a seguir repartiendo estopa toma su indudable desprejuicio a la hora de plantear los preceptos de la acción sin ninguna problematización moral a la hora de tomarse la justicia por su mano como única herramienta viable para vencer al monstruo. El sargento John O’Mara (Josh Brolin), el líder de la brigada, es un indisimulado Harry el sucio al que se le elimina su individualismo pero no todo lo demás. Si hay que derrumbar el imperio del crimen organizado planteemos el ataque en los mismos términos. Y algo que también comparte con Los Mercenarios es su absoluto aire masculino cargado de testosterona rancia expuesto sin complejos, a pecho descubierto, junto con un alarde de violencia espectacular para que luego se quejen de Tarantino. En consecuencia, ni se despeina a la hora de situar los roles femeninos del film en los enclaves reduccionistas impuestos por los ancestrales patrones patriarcales donde colocaban a las mujeres como complemento del héroe. Y esto duele al aficionado. Ya que un personaje como el de Emma Stone, una pelirroja a lo Gilda, está totalmente desaprovechado, olvidándose voluntariamente del carácter subversivo inherente en toda femme fatale del cine negro clásico.

Las cosas como son. Si Gangster Squad se hubiese realizado en los años 40 o 50, la época dorada, más que un film Warner de cine negro de clase A, aunque cuente con un reparto estelar, tal como está planteado respondería en su día a un film de serie B de la RKO cuando la regentaba John Hughes.

Gangster Squad

Exploitation puro, aunque trate de disfrazarse con una suntuosa puesta en escena y una lujosa escenografía. Y dentro de ese disfrute genérico hay que calibrarla, sabiendo encontrar el placer de la misma manera que los exégetas del noir pueden hallarlo en un film tan surrealista (por su paranoico argumento y descarada apología de la caza de brujas) como Casada con un comunista (The Woman on Pier 13, Robert Stevenson 1949). Enmarcada en estos parámetros, sin querer buscarle más aspiraciones, el film da lo que se propone. Un diseño de producción que nos transporte a la época, pero nada de atmósfera y estilización semántica a lo Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), ni tampoco gestos autoconscientes del cultivo de imágenes espectrales como las contenidas en Adiós, muñeca (Farewell my Lovely, Dick Richards, 1975). Nada de tramas enrevesadas y afilados e ingeniosos diálogos trufados con cortantes réplicas, sino un mínimo y convencional hilado narrativo para justificar una incesante sucesión de secuencias de acción. El movimiento y el dinamismo es lo que importa. No hay mejor prueba que la música no diegética escogida para acompañar las imágenes. Más orquestada como la de un film de acción contemporáneo que compuesta con las típicas tonalidades de romanticismo oscuro y los compases melancólicos de esencias nocturnas como las de Chinatown (Roman Polanski, 1974) o la posterior La brigada del sombrero (Mullholland falls, Lee Tamahori, 1996), film éste último con el que se pueden apreciar evidentes conexiones con Gangster Squad. Ambas están protagonizadas por grupos masculinos con métodos expeditivos que operan al margen de la policía. Las dos arrancan en la colina de Mullholland y las dos se dibujan en la prototípica Los Angeles del cine negro. Ya lo dice Nick Nolte, actor que repite en ambas: Esto no es America, esto es LA. Pero si Tamahori todavía trabaja dentro de un respeto fiel a las constantes y gamas del noir clásico, Fleischer prefiere adoptar el marco como un escenario visual y contextual, que ni lo restituye a lo Drive cuando toma como matriz Driver (1978) de Walter Hill ni lo deconstruye como hacía el impenitente Robert Altman en Un largo adiós (The Long Goodbye, 1973) cuando abordaba la novela de Raymond Chandler.

No esperemos imaginación en un director como Ruben Fleischer, aplicado artesano que sabe manejar con eficiencia el material que le dan, según la coyuntura del momento. Que toca apuntarse a la moda del cine de zombies, te labro una divertida ironía con Bienvenidos a Zombieland (Zombieland, 2009). Que Ben Stiller quiere cruzar la Nueva Comedia Americana con el patetismo negro a lo Fargo (1996) de los Coen te entrego una desangelada 30 minutos o menos (30 Minutes or Less, 2011). Gangster Squad tiene mejor pulso que la anterior y como film de entretenimiento funciona. Es consciente que opera sin voz propia pero sabe sacar partido de ello, dado que se pliega sin tapujos a su funcionalidad como film de género sin veleidades autorales (no escatima en trufar el film de clichés y trabajar con ellos como sino lo fuesen). Alejado de la pericia de un Andrew Dominik que sabe pulsar el noir con el presente más inmediato en Mátalos suavemente (Killing Them Softly, 2012), espero, como aficionado entregado al cine negro, que Gangster Squad tenga éxito dentro de sus propósitos para que así se animen a producir más films dentro de esta corriente, bastante anecdótica en el cine contemporáneo. Y así el espectador afín pueda seguir disfrutando con más asiduidad con un ciclo que, con casos como el del asunto Bárcenas y demás putrefacciones del sistema, viene ni que pintado.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Antonio Beltrán dice:

    Nota mental: no mencionar tantas películas en una misma crítica.

    1. Muchas gracias por el consejo. No suelo hacerlo, pero en esta ocasión me he dejado llevar por mi pasión por el género

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