Genèse
La mirada encendida Por Javier Acevedo Nieto
Unos acordes comienzan a sonar. Guillaume mira al infinito. La mirada triste, el cabello alborotado. Decide renunciar a Dostoyevski y apuntarse al equipo de hockey. Un plano estático lo envuelve desde una distancia moderada. El sol no permite atisbar las lágrimas que se agolpan en sus ojos. Otra serie de acordes. El reflejo de las ojeras de Charlotte recorriendo los árboles a medida que el tren avanza. Un plano medio estático. Angulación baja. La mano sobre los labios. Charlotte piensa en la idea de infidelidad. En el olor del sudor en las sábanas y el aliento a primera hora de la mañana. Los acordes dejan de sonar. Guillaume duerme en la cama del internado. La disciplina espartana, la camisa siempre dentro del pantalón. Alexis tiene 14 años. Saluda a Guillaume. Guillaume está leyendo El guardián entre el centeno. A nadie le gusta realmente esa novela. Pero todos evocan ese poema donde Daniel Holden describe a ese individuo encargado de coger a los niños que corren el riesgo de precipitarse por el barranco. Guillaume está en ese precipicio. Los compañeros dicen que su ironía e inteligencia le hacen soberbio. Él sabe que esa ironía sostiene su mano para evitar que caiga en el precipicio. Alexis, de 14 años, le recomienda que lea Franny y Zooey. Franny es una joven desencantada y harta del esnobismo, sufre de depresión. Zooey es su hermano. Un joven superdotado y aburrido. Guillaume tiene algunos años más que Alexis. Le mira. La cámara titila levemente. Guillaume reconoce en Alexis esa misma muesca irónica. Alexis no necesita leer a J.D Sallinger. Quizá acabe descubriendo a Sylvia Plath y rompa con la campana de cristal.
Guillaume es hermanastro de Charlotte. Charlotte baila, la cámara no la juzga y se limita a envolver el balanceo de su cuerpo con suaves travellings de seguimiento. Su pareja esta más preocupada por admirarla a través de la lente de una cámara que por tocarla. Por eso Charlotte se fija en Thèo, hombre maduro, barba de tres días, un Peter Pan que no usa desodorante. Genèse (2018) es un cúmulo de experiencias, de miradas, de rutinas. Las dudas de dos adolescentes, ver los errores propios y ajenos. Philippe Lesage regresa tras Les démons (Los demonios, 2016). Su anterior filme mostraba la lucha de Félix contra el mundo de los adultos, la neurosis infantil mirando en el espejo de Lacan. Genèse es otro relato de iniciación, pero se aleja del drama psicológico. La angustia millennial apurando botellines de cerveza, el naturalismo y la observación como medios de expresión. En la sala de cine muchos bostezan. ¿Qué ha hecho Lesage? Dos horas de situaciones cotidianas donde parece que nada sucede, y aún así todo cambia ante los ojos del espectador. The Miseducation of Cameron Post (Desiree Akhavan, 2018) albergaba buenas intenciones, una ingenuidad cándida y un registro indie que relegaba la puesta en escena a un segundo plano. Genèse probablemente sea la propuesta formal más refinada de cuantas han pasado hasta ahora por la SEMINCI. Tiene una habilidad compartida con Call me by your name (Luca Guadagnino, 2017): premia al espectador atento desmontando por completo su cinismo. El filme de Guadagnino se prestaba al puro cinismo. La atmósfera burguesa, los caracteres ideales y el almíbar del relato de un primer amor, pero acababa destruyendo ese cinismo con un ejercicio de estilo y espíritu. Genèse derruye el cinismo de quien escribe. Un drama millennial, escenas en discotecas, jóvenes privilegiados confusos. Un cóctel que se presta al maniqueísmo pero que una vez muestra su maraña discursiva desmonta al espectador por la lucidez con la que captura miradas, gestos y en definitiva, primeras experiencias.
Unos acordes empiezan a sonar. Guillaume corre por la pista en ropa deportiva. La cámara traza círculos a su alrededor. La respiración entrecortada frena sus pasos. La sangre bombea por el cuerpo y por un instante Guillaume olvida qué se siente cuando la ironía te abandona y quedas expuesto a la desnudez de tus sentimientos. Otra serie de acordes. Charlotte en otra fiesta. Ella y sus amigas. Parece que el estilo de Lesage empieza a quemar la pantalla. Acordes de música para marcar ese punto donde la experiencia cotidiana alcanza el valor de lo trascendente. La estética de la rutina desvela algo más. La reiteración de situaciones muestra la crisis de Guillaume, las dudas de Charlotte. Charlotte baila con sus amigas. Vuelven a casa. Lesage solo abandona el plano general estático para subrayar cuándo una rutina secuenciada alcanza el valor trascendental.
Guillaume era el más popular de la clase. Decide hablar enfrente de la clase. Hasta entonces en Genèse el diálogo se limitaba a intercambios de palabras ordinarias. Ya han sonado varias series de acordes. El rostro de Guillaume no es el mismo. Un breve parlamento de tres minutos. La ironía desparece. Los sentimientos desnudan a Guillaume. La cámara traza un travelling de aproximación hasta enmarcar el rostro en un primer plano. Se suceden cortes entre ese movimiento y el contraplano de la reacción de los compañeros. Hasta ese momento el contraplano no había hecho acto de presencia. Aplausos. Luego el ostracismo. La ironía ha soltado la mano de Guillaume y contempla el vacío del precipicio. Mira a Alexis, a quien le encantaría la vida estuviera sacada de una letra de The Smiths, y los demonios del joven de 14 años se asoman. Charlotte espera a Thèo en el coche. Ha ido a recoger dinero a casa de su ex. Tarda demasiado. Lesange recurre a un recurso poco común como el zoom in para marcar los pequeños giros que sorprenden al personaje. Las sombras de Thèo y su expareja a través de una cortina que les oculta. Charlotte decide no seguir mirando, sale del coche y se acerca a una cancha donde corren algunas personas. Un travelling de aproximación. Las dudas de Charlotte, la sexualidad reafirmándose. Genèse es todo lo que se le puede exigir a un filme en términos de planificación del movimiento de la cámara. Cada desplazamiento connota un movimiento psicológico. Cada primer plano estático, rompiendo con la tónica general de planos generales, anticipa el nacimiento de una emoción trascendente. Cada pieza de la banda sonora subraya esos atisbos de trascendencia escondidos en la crónica de madurez de Guillaume, Charlotte y Félix, un niño que descubre el amor en un campamento de verano.
Parece que este filme sobre millennials confusos, repleto de rutinas intrascendentes, fiestas y mucha confusión esconde la virtud de sugerir y subrayar solo lo estrictamente necesario. Hay dos clímax dramáticos, contundentes y anticipados. El Oscar a Moonlight (Barry Jenkins, 2018) sorprendió a muchos, no a los que supieron apreciar cómo cada movimiento de cámara, cada temblor y travelling organizado por Barry Jenkins tenía una motivación psicológica y expresiva. El arte de la sutileza a veces pasa tan inadvertido que corre el riesgo de diluir su crucial impacto. Genèse es un ejercicio de sensibilidad al servicio de la sutileza. En el arte zen existe la noción del mu, la idea de vacío o ausencia. En un conjunto determinado, como un cuadro, no importa tanto qué está presente sino lo que no está. En una barca deambulando por un río no importa la barca, sino todo lo que la rodea y no está. Alguien como Ozu depuró y eliminó cualquier movimiento de cámara para capturar esa perfección de expresar todo a partir de lo que no está ahí.
Unos acordes empiezan a sonar. Guillaume camina y llora desconsolado. La cámara traza un travelling que retrocede a medida que Guillaume avanza. Lesage nos previene del sufrimiento, es una experiencia ordinaria que contiene el sello de lo trascendente. La mirada de Guillaume apunta hacia la nada. No es tanto su mirada sino cómo mira. Otra serie de acordes. Charlotte está empapada. Recoge sus cosas y se marcha. La cámara repite ese travelling de alejamiento. Casi se puede escuchar la textura de ese camino de vergüenza. Los pasos que resuenan en la calle vacía, los murmullos, las luces de la calle cegando. Además de ese leitmotiv musical que subraya los momentos que queman la rutina y prenden la mirada hacia lo trascendente, existe otro que actúa como signo de puntuación. Outside de TOPS suena en esos momentos donde la continuidad del montaje requiere del encabalgamiento de varias escenas. Añade además un subrayado temático. Charlotte baila, Guillaume sufre en el internado. El Free Cinema resucitado en forma de angry millennials en lugar de esos angry men. La voz canta eso de “thoughts of you running through my mind open door but it doesn’t feel right you look at me as if you know what it’s like in the shadows of the streetlight” Genèse y el valor de las primeras experiencias, Lesage y la técnica al servicio de miradas que tratan de desvelar el misterior del amor.
La historia del amor de Félix en el campamento cierra el filme. Media hora donde Lésage cristaliza todo su estilo. El juego de miradas, el travelling siguiendo la trayectoria de miradas que se cruzan. Los planos generales, la dialéctica un estilo. Probablemente Genèse tenga defectos, problemas de ritmo o situaciones reiterativas. Pero, aunque Lesange aburra a muchos suyo es el mérito de que el cinismo millennial tenga una estética propia. Él recurre a movimientos de cámara para manifestar el desplazamiento emocional y la crisis de la juventud. Mia Hansen-Løve al flashforward y Bertrand Bonello con Nocturama (2016) a la pantalla partida y el montaje paralelo. Sobre todos ellos, pero en particular en el caso de Lesange, el espectro de Rohmer como maestro embalsamador de la realidad y revelador de lo trascendente a través de la sutileza del día a día. Félix, Charlotte y Guillaume miran y miran buscando ese rayo verde con el que Rohmer mostraba el amor de una mirada. Gènese cierra con un último travelling de aproximación donde la imagen se quema por el sol y una joven mira hacia el espectador. Su sonrisa enigmática queda congelada. Es decisión del espectador saber si Lesange se ha paseado por la SEMINCI con un filme contra el cinismo o si los ronquidos que se escuchaban en la sala son sentencia y crítica del filme.