Gloria

Hacerse suya la canción Por Manu Argüelles

Las edades fronterizas siempre son muy apreciadas por el cine narrativo que pone el acento en el costumbrismo de las actitudes humanas y que se orquesta en torno a lo íntimo. Encuentra en esos estados de transición el momento idóneo para dibujar con mayor verosimilitud el momento de crisis que sufrirá el personaje principal, estados emocionales tan caros para el relato cinematográfico convencional necesitado de incidentes sentimentales. Quizás por ello, la pantalla se puebla de adolescentes que toman contacto por primera vez con lo adulto y que deben dejar atrás la infancia. Pero, ¿qué sucede con la vejez? ¿Dónde podemos colocar hoy esa línea? Gloria nos pone esa tesitura. Desde que el Neorrealismo italiano fundó su proyecto humanista centrándose en los más desvalidos de la sociedad, la infancia desasistida y el anciano abandonado a su suerte, el cine se acerca la tercera edad siempre con acento en el patetismo si lo entendemos desde su raíz etimológica (relacionado con la emoción).

Por otra parte, ya no existe razón alguna para adscribir ese terreno a lo que comúnmente se considera ámbito femenino, porque resulta sumamente anticuado y sexista a estas alturas hablar de lo sentimental como coto de la mujer y dejar fuera todo lo relacionado con el hombre. Reticencias y esquemas tradicionales todavía perviven en el imaginario, pero hoy en día lo masculino se conjuga con la misma exteriorización de lo afectivo sin que ello suponga ningún cuestionamiento de lo viril. De eso se quejaba la controvertida Camille Plagia en su ensayo Vamps & Tramps en los años noventa: ya no existían hombres fuertes y machos como los de antes y estábamos gobernados por hombres débiles, melifluos y quebradizos. Y si ella viese Gloria nos diría: ¿Lo veis? Mirad a Rodolfo. Y lo cierto, aunque ustedes se piensen que voy a derivar mi texto por la vía de la lucha encarnizada de sexos donde Gloria supone un ejemplo de cómo la mujer en la actualidad ha conquistado un área de gobierno, consiguiendo una fortaleza que arrincona y debilita al hombre dejándolo hecho un trapo, no voy por aquí, aunque pueda parecer que el film se preste a ello. Que la película de Sebastián Lelio admita esa lectura en el detallista y apegado estudio de su carácter principal, no significa que esa sea la única posible. De hecho, si algo resulta sumamente destacable del film es la forma tan hábil de canalizar lo político a través de la exploración sentimental. En ese sentido, a Gloria, si le aplicamos un prisma feminista abre una vía para que se expandan las reacciones activistas, utilizando una similar estrategia que ya utilizaba Andrew Haigh en Weekend (2011) para el hecho homosexual. Destapa cuánto hay de contenido ideológico en nuestras relaciones humanas más cercanas y próximas. Gloria y el amor o el desamor como fuerzas políticas.

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Sin embargo, sin desdeñar todo este potencial, hay algo a mi parecer más importante puesto en la picota que la fricción entre hombre y mujer en la edad adulta, representados por Gloria y Rodolfo en su turbulenta relación. La visibilidad. ¿Dónde están las mujeres de 58 años en la ficción? No son protagonistas. Hay algo obsesivo en el acercamiento estrecho con la cámara que siempre está buscando la dignidad del personaje sin traicionarle nunca, sin limar sus aspectos más delicados, tanto lo que supone la mostración en pantalla del cuerpo desnudo y maduro, como en sus aspectos más ridículos a ojos del ajeno. Esas secuencias, en apariencia de transición, donde vemos a Gloria en su coche conduciendo mientras canta sus canciones favoritas, un repertorio de clasicazos cursis y oxidados, suponen todo un gesto de reafirmación que planta al espectador una apuesta de legitimidad y vence la posible burla. Porque en ningún momento se está trabajando sobre un barniz de ridiculización sino que se nos está invitando a que la respetemos tal y como es, contribución incalculable de la actriz Paulina García, entregada totalmente a su personaje y que transmite con cristalina elocuencia todos los surcos emocionales por los que transita su personaje. De hecho, estamos accediendo a su soledad más secreta. El cine como rasgadura de lo privado. Porque, quizás, personajes como Gloria, entrados en una edad que la sociedad va a arrinconar en el estante de la vejez (no acertábamos su edad, lo cual es buena señal para el largometraje, porque su victoria es que no nos resulte fácil de encajar), en el momento que Sebastián Lelio la coloca en primera línea y nos la encierra en planos cortos, nos obliga a que tomemos conciencia de su situación en nuestro enclave social. Y todo ello sin énfasis, sin palabras esdrújulas, sin recargar las situaciones, siempre apegado a un verismo del día a día.

Uno no considera que limpie su mala conciencia burguesa yendo al cine, porque el personaje es acomodado. Tampoco puede sentirse paternalista, porque Lelio se aleja de aquel patetismo humanista que comentábamos de los ancestros neorrealistas. Prefiere que todo sea tratado desde un naturalismo observacional y que nuestra implicación emocional sea construida por nosotros mismos ante lo que vemos.

Porque Gloria es un análisis de cómo el personaje concilia con esa soledad como estado existencial, tornándola en independencia y autonomía.

Ese vecino con desequilibrio mental que le perturba sus noches, ese gato que se le cuela y que le produce tanta repulsa. Son síntomas o analogías de que, dentro del aparente orden de su vida y de ese engañoso estado de que “todo está bien”, en realidad no es así. Es algo que ella se oculta a sí misma y que solo emerge en la noche, en su vivienda, en su intimidad, lugar donde la disfunción se revela.

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 La sutil y certera curva evolutiva nos llevará desde el personaje en su estado más dependiente (la búsqueda del hombre, el querer aferrarse a sus hijos adultos que ya se le escapan) hasta la plenitud y la conquista de ella misma cuando la vemos cantando y bailando su canción (la melodía homónima de Humberto Tozzi es un símbolo de la conquista de su yo). Resulta una travesía dura en la que la relación con Rodolfo supone una experiencia traumática como un trago necesario para alcanzar ese estado madurativo final. Pero más que una lucha de sexos,  el realizador los coloca frente a frente (y no juntos) para mostrarnos como uno sigue patológicamente aferrado a cadenas que le anulan, mientras que Gloria consigue fraguarse su identidad y liberarse de las suyas que ha construido internamente. A tenor de los sutiles apuntes reflejados en las conversaciones de los personajes sobre la realidad social chilena junto a esas instantáneas de descontento social que arropan a Gloria cuando camina por la calle,  ¿hay cierta metonimia sobre la evolución de Chile en el reflejo de la pareja sentimental entre Gloria y Rodolfo? En todo caso, el arnés, a diferencia de Rodolfo, en Gloria no es tan perceptible, el contraste obliga a que el suyo permanezca más oculto, para que el espectador vaya conociendo progresivamente a Gloria a través de la expresividad, comportamiento y reacciones. Pero no se preocupen, las conoceremos todas, gracias a la puesta en escena, a la aproximación calculada y a las tremendas dotes actorales. Y ahora volviendo a lo patético, en su acepción más común, quizás ya no resulte aplicarlo tan fácil a personajes como Gloria y seamos nosotros los ridículos que miramos con tanto desdén a esas mujeres.

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Comentarios sobre este artículo

  1. Excelente análisis, Manu, de una propuesta que a mí también me pareció muy, muy interesante. Ese retrato agridulce de un personaje que opera con idéntica fuerza en su condición de individuo (único y particular) y en la de arquetipo ajustado a un patrón cada vez más extendido como fruto de la concurrencia de una serie de factores económicos y sociales en el mundo (occidental acomodado) en que se desenvuelve la trama, me parece que está muy logrado por parte del autor, y, sobre todo, por parte de la que, al fin y a la postre, termina resultando principal ‘facedora’ de la cinta, en su condición de protagonista omnipresente, que es Paulina García, la actriz que da vida a Gloria. Un film estimulante y muy recomendable para todo/a espectador/a con interés en un cine de calado humano y a ras de tierra.

    Felicidades y un abrazo.

    1. cinedivergente dice:

      Hola tocayo. Muchas gracias por tus palabras. Nada que añadir a lo que tú comentas, lo suscribo, y agradecerte, de nuevo, tu feedback. Un abrazo

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