Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine

“Keskelar” Por Paula López Montero

La reflexión sobre el medio audiovisual es algo que sostiene toda la filmografía de Jean-Luc Godard. Sin embargo también es algo muy propio e indisociable de la burguesía francesa del siglo XX que se esforzó por repensar el papel del arte. Francia y burguesía han sido la fórmula clave para dar a luz a la vanguardia, la excentricidad, la rebeldía y la continua persecución del novum, lo nouveau de l’art. Y creo que Godard es indiscernible de su Francia como también lo es del pensamiento burgués. Cineasta controvertido donde los haya, excéntrico sobre todas las cosas y ensimismado en tantas otras, es una figura que suscita de todo menos indiferencia. El pasado Cannes el director de The Artist (2011), Michel Hazanavicius, en Mal genio (Le redoutable, 2017) le parodió en sus años maoístas pre Mayo del 68 en un filme en el que muchos críticos han encontrado consuelo y comprensión hacia la falta de empatía con el cineasta francés por excelencia. A mi también me trae verdaderos quebraderos de cabeza. Le admiro en algunos casos tanto como le detesto. A veces encuentro consuelo en Vivir su vida (Vivre sa vie: Film en douze tableaux, 1962), Pierrot el loco (Pierrot le fou, 1965), Masculino, femenino (Masculin, féminin: 15 faits précis, 1966), Una mujer es una mujer (Une femme est une femme, 1961) y en su clásico Al final de la escapada (À bout de soufflé, 1960), es decir, en los años entre el 60 y si nos apuramos hasta el 67 con Week-end pero me sobran todas las restantes, es decir el periodo posterior a Mayo del 68. Y encuentro a menudo una explicación de todo ello en Adiós al lenguaje (Adieu au langage, 2014).

Creo que toda la filmografía de Godard post Mayo del 68 ha servido como delirio y ensayo de preparación para este último filme (aún queda por desvelar que nos propondrá el año que viene con Le livre d’image). Todo su pensamiento ha querido desmantelar, leyendo a los contemporáneos, todo lenguaje, que es quizá el pretexto de toda la filosofía contemporánea desde que Nietzsche ya anunciara que “No dejaremos de creer en Dios mientras no dejemos de creer en la gramática” y otros tantos filósofos como Wittgenstein, Heidegger, Gadamer, Foucault o Derrida. Pero a menudo tengo la sensación de que Godard no conoció más que la vanguardia, que poco leyó a los clásicos y que el fallo a mi juicio está en el querer precipitarse como ensayista hacia el universo de la Academia y de la Cinematografía con mayúsculas. Empezó la casa por el tejado y subido en las alturas de la supuesta renovación que procuró a la Nouvelle Vague y como todo ser ensimismado no se bajó del carro de sus propias convicciones y modos obviando muchos de los cimientos fundamentales para procurar estabilidad y que el chiringuito no se te derrumbe. El problema es que hoy, a vista de casi 50 años de cinematografía, ya se le empieza a escuchar el temblor. Sus reflexiones en muchos casos son aéreas, superficiales. No obstante su larga carrera cinematográfica, algunos de sus aciertos como las películas mencionadas, parecen avalarle como director de prestigio.

Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine

Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine (1986) es la preparación para Adiós al lenguaje (2014). Este telefilm, y ahora trabajo de restauración supervisado por Caroline Champetier, emitido tan solo en una ocasión en la televisión francesa TF1 en el año 1986, aparece tras 30 años en el olvido. En realidad, me pregunto por qué fue obviado durante tantos años y es que Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine es una película que funciona poco o nada, pero que encuentra su interés hoy, 2017, tras haber estrenado su mejor película tras casi 40 años: Adiós al lenguaje ¿Pero por qué digo esto? El ejercicio que esconde y que se queda vacío en Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine sobre la posibilidad de renovar o no el lenguaje cinematográfico tras años de maduración, se nos aparece mucho más pulido, sin la necesidad de aparecer como una película negra donde no la hay y con un esquema mucho más claro. De hecho, hay planos copiados que sí funcionan en Adiós al lenguaje y que en Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine no se entienden como es el de la mujer tras las rejas como símil de las verjas del lenguaje.

Como su propio nombre indica, Godard nos propone un supuesto análisis de los entresijos de la fábrica cinematográfica. Aunque, bajo mi punto de vista, esa grandeza explícita en el título no aparece por ninguna parte y compone un telefilm que está en lo bajo y en la decadencia constantemente. Me imaginaba algo así como un Truffaut proponiéndonos una reflexión metacinematográfica exquisita con La noche americana (La nuit américaine, 1973), pero desgraciadamente con Godard a veces tengo la sensación de que duda sobre el propio ejercicio cinematográfico. Se expone con frases que enuncian los personajes de este film: “quiero hacer cine en contra de la omnipotencia de la televisión”; “Los parisinos no se lavan las ideas, el cine también va hacia atrás”; “¿qué son los clásicos? (…) Los clásicos y los románticos son lo mismo. Los dos aspectos de lo clásico, los que salen y los que entran. Pero solo hay una señal: in y out, como el vídeo”; “ahora sé por qué las primeras películas eran en blanco y negro, eran un reflejo del duelo de la vida” que nos dicen algo que ya sabemos: Godard es un gran “frasista” y a veces un poco charlatán.

Los personajes interpretados por el asiduo Jean-Pierre Léaud, Jean-Pierre Mocky, Caroline Champetier y Marie Valera parecen estar constantemente en una exterioridad, en una sobreactuación que pone encima de la mesa la impotencia en la brusquedad del trato, del lenguaje oral y gestual característico del cine del director francés. Godard con frases célebres e ingeniosas seduce a un público juvenil, recién salido de clase de historia del cine queriendo ser un rebelde, pero fracasa ante la mayoría de edad.

Creo que en el fondo Godard siente tentación por reencarnar la figura del mesías, del revelador por excelencia. Su cine se compone de frases y ejercicios que quieren arrojar luz sobre el uso gastado del lenguaje. Como cuando propone el paralelismo entre la secretaria y el secreto que pueden cautivar y sacar en ese momento la atención del espectador pero que en el fondo son un no comprender demasiado el lenguaje y quedarse sólo en sus juegos. En este sentido creo que quiere ser un revelador como lo era Nietzsche. No son pocas las películas y similitudes que aparecen en sus filmes como Ecce homo (cortometraje, 2006) o La gaya ciencia (Le gai savoir, 1969). Pero Nietzsche ya hubo uno y toda repetición queda en este tiempo como farsa.

No obstante no es de extrañar para alguien que la construcción narrativa del cine se basa en una mujer y una pistola, que a menudo los argumentos se le queden escasos y repetitivos. Lo mejor, que veo que Adiós al lenguaje es un ejercicio mucho mejor concluido y que espero no fracase con su posterior intento. Keskelar <<que est ce que l’art>> suena tremendamente a esquela.

Share this:
Share this page via Email Share this page via Stumble Upon Share this page via Digg this Share this page via Facebook Share this page via Twitter

Comentarios sobre este artículo

  1. fernanda dice:

    «Pero Nietzsche ya hubo uno y toda repetición queda en este tiempo como farsa» Es esa una declaración atroz, además de profundamente antinietzscheana. El resto de la crítica me parece más insulsa y superficial que fatal.

Comenta este artículo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>