Gummifaust
Superrealismo Por Matias Colantti
“Thompson creo un nuevo género, que solo puede describirse como superrealismo. El artista y su público derramaron sangre literal y metafóricamente. Sangre de verdad. La sangre que tanto le hacía falta las venas del teatro norteamericano…”
Sangre de verdad. En esa línea del dialogo de Birdman, luego de que el protagonista se volara la nariz en plena actuación teatral, podemos encuadrar la estética y la carga temática del cortometraje alemán Gummifaust.
En la categoría de ficción, en la presentación del Festival La Guarimba, había anticipado la recomendación de observar esta entretenida e intrigante obra que narra las circunstancias tragicómicas de un periodista en una pequeña sala teatral alemana, donde artistas aficionados ofrecen la exhibición de una versión moderna de la mítica historia de la Tragedia de Fausto.
En el primer pantallazo del film, nos encontramos con una primera lectura estética y de contenido que el director alemán puntualiza dentro de la narrativa del relato, y que tiene que ver con el contrapunto de tradicionalismo-tecno modernismo. Nuestro protagonista, un crítico teatral de la vieja escuela, ingresa a la sala con una libreta y una lapicera. La mayoría del público de la sala, es juvenil y se encuentran esperando el comienzo de la obra, con la atención dispersa en sus celulares, tecleando sin parar y absortos en la ilumunicación de sus pantallas. A través de esta primera observación, el director alemán reflexiona sobre este aspecto marcando también un estilo particular sobre los créditos iniciales donde la visualización se rige por el modelo audiovisual de video juegos y su clásica banda sonora de principios del fenómeno Nintendo. A esta propuesta se le suma el vestuario de los adolescentes que habla de una “cultura teen” de hipsters hasta la médula donde su moda de gorritos, pañuelos y anteojos con marco de colores resaltan sobre la cámara y se contraponen a la polera gris con saco del crítico tradicional. El choque de clases, modas y épocas es perceptible y se profundiza a un mas, cuando el crítico pregunta a uno de los espectadores a que sector de la prensa pertenece y para quien escribe. El joven le contesta: “Escribo para mi blog de teatro”.
Este punto analítico que expresa los avatares contradictorios entre fragmentos de una cultura postmoderna que aun resiste desde veredas de la “Vieja Escuela”, es tan solo el contexto que va a impulsar un factor desencadenante para la narración y que tiene como referencia a la búsqueda permanente de lo novedoso.
Esta reversión teatral de la Tragedia de Fausto fundada en géneros juveniles, parodias, y un humor grotesco de insinuaciones sexuales entre los personajes, divierte a la mayoría de los adolescentes presentes, pero no le resulta demasiado agradable a nuestro critico enchapado a la antigua. Es aquí donde se produce la grita genérica del relato, y en donde empieza a desplegarse aquel imperioso recorrido de encontrar algo novedoso dentro de la exhibición artística y que el director sabe imprimir a través de un acertado pulso de la comedia negra. Tal cual lo hacía Edward Norton con su personaje en Birdman que buscaba reencontrarse con emociones reales, virales y profundas dentro los formatos ficticios de un escenario, el protagonista del cortometraje experimenta una similar odisea intentando encontrarse con esa sangre de verdad que profesa la cita introductoria de este texto.
Los artilugios del remake, reboot, adaptaciones, re-modernizaciones, relecturas, imitaciones y cultos parecen estar puestos en el ojo crítico de una época en donde pareciera que se han agotado los recursos de la originalidad.Esta perspectiva resaltada en Gummmifaust con el enfrentamiento generacional del crítico y los adolescentes, instalan una plataforma reflexiva sobre esta imperiosa necesidad de “lo nuevo”. Una necesidad que tal vez encuentra su camino en el intento de atravesar los esquemas de la ficción y encontrarse con nuevas sensibilidades que se alejen del artificio técnico o la burda imitación de historias antiguas.
El arte teatral, en su máxima expresión, siempre se ha encontrado con este dilema de las fronteras que supuestamente dividen a la ficción y la realidad. El cruce de estos caminos parece inevitable, sobre todo en la actuación sobre un escenario, y creo que esta es la mirada más acertada que se puede extraer del relato, y que sirva para pensar sobre las dimensiones de aquello que consideramos realismo dentro de las producciones artísticas.
Por último, no puedo dejar pasar el admirable tratamiento visual y sonoro de las escenas de la explosión sanguinaria del personaje central, principalmente en al asentamiento de la música dramática y el entretenido clímax final que terminan de cerrar un cortometraje intenso, desafiante y con los atractivos apropiados de una acertada comedia negra superrealista.
La sangre como el arte, siempre fueron la misma cosa.