Haunt y April Apocalypse

La tercera vía Por Manu Argüelles

Empezar un festival in media res siempre supone arrancar con la marcha cambiada. No sólo dentro de la lógica ordinal de la programación del evento, sino del ritmo interno de la persona que lo cubre. Por ese motivo hemos querido empezar con algo acotado y definido, subgéneros férreamente codificados como son los de las casas encantadas (Haunt) y una variante de la explotación de los zombies, April Apocalypse.

Primero de todo, vamos a dejar aparte la diferencia entre lo que yo entiendo como transgresión y arriesgado y lo que entiende la organización del Nocturna, que ha ubicado Haunt en Dark Visions. Cada uno tiene su punto de vista y todos son respetables. Lo primero que se me ocurre abordar ante un film como Haunt, con unas convenciones muy férreas y una gramática muy impositiva, ya no es tanto lo que la película es en sí sino lo que quiere llegar a ser. Es cierto que entramos en el terreno de las elucubraciones y de las hipótesis, pero siempre existen signos que nos puedan hacer pensar hacia dónde ha querido apuntar el realizador, o en qué margen de acción se ha querido circunscribir. Así, en primera instancia, tal como empieza Haunt a través del enunciado del personaje de Jacki Waver, 1 para un relato de estas características necesitamos una casa y una tragedia. A partir de aquí, simplificando, pienso en 3 posibles vías. Podemos limitarnos a la confección de un producto artesanal, bien confeccionado, pequeño en sus aspiraciones pero que cumple con eficiencia las reglas del subgénero. Un trabajo que explore con habilidad las dinámicas del suspense, la creación de una atmósfera y que trace bien el diseño de personajes. Ese podría ser el caso de The Pact.

Pero también cabe la posibilidad de ser más ambiciosos. Ya no se trata de cumplir con las demandas y las exigencias del subgénero sino plantearse trascenderlas sin salirse ni un milímetro del renglón, algo que parece fácil pero que es sumamente complejo, ya que el espectador hoy en día es muy competente y exigente. Aquí  ya no es tanto querer asumir un respeto y una profesionalidad sino que hay un poco de exhibicionismo. De acuerdo, pero no seremos nosotros los que rechazaremos ejemplos de virtuosismo máximo, de experiencia y de sabiduría tanto en la puesta en escena como en la dosificación del espanto.Y si además se incorporan elementos discursivos y autoreflexivos respecto a lo que se procesa, estamos ya ante una muestra de madurez, de buena salud y de maestría. Producciones mayúsculas que aportan desasosiego, malestar y que magnetizan al espectador. Aquí tendríamos dos ejemplos recientes, uno se vio el año pasado en este mismo marco: Expediente Warren: The Conjuring o Sinister.

Sinister

Sinister

La tercera vía y la más abultada, claro, es la que hace buena a las dos anteriores. Aquí se encuentra Haunt. Casi se podría definir por lo que NO es. No se trata de comparar porque está claro que Mac Carter no oposita para situarse en la primera división. James Wans, Ti Wests o Rob Zombies hay uno por cada mil que se dedican al fantástico. No sólo en la actualidad, siempre ha sido así. Y no hay nada de malo en ello. Es posible que sí quiera participar en los dominios de The Pact pero Haunt acaba en la carretera terciaria, porque no parece demostrar, o a mí no me lo transmite, mucha convicción en lo que hace. Es más, hay cierto desdén cuando aplica las fórmulas y cuando trabaja las convenciones que incluso produce irritación. Por ejemplo, en la posesión demoníaca, que se usa con vagancia. Haunt acaba produciendo hastío porque su organismo ya está oxidado desde la base. No porque el subgénero esté agotado, sino porque Mac Carter no contagia el más mínimo interés por lo que hace ni parece sentirse muy cómodo. Ya no es porque le guste el truco fácil y la retórica híper subrayada, sino porque encima quiere incorporar algún guiño lúdico que acaba desmontando la presunta seriedad/gravedad de lo que está explicando. Sirva como ejemplo la aparición del fantasma que no ve el personaje pero nosotros sí. Hasta ahí, de acuerdo. Pero hacer que el fantasma nos mire a nosotros y nos sonría sarcásticamente como si se jugase a ser Haneke a lo Funny Games acaba rompiendo el tono del film de forma innecesaria. Un gesto así me certifica que Mac Carter encima nos va de resabiado. Pero no se crean, no va más allá. Porque ni desarrolla la mueca.

Por ello, al final, Haunt acaba siendo frustrante. Apunta elementos que pueden dar de sí y los olvida a conciencia. Que la estructura familiar que llega a la casa sea idéntica a la familia anterior que la habitó (padre y madre con dos hijas e hijo) puede dar mucho provecho. Se puede establecer una simetría entre vivos y muertos y jugar con las correspondencias e inversiones de roles. Nada, ahí se queda. Que el chico adolescente y su novia en sus vacilaciones jueguen con el espiritismo como si fuese una metáfora del descubrimiento de la sexualidad tiene su partido. Nada, ahí se apunta y fin. Esto es lo triste de Haunt, su desidia con el género, su falta de creencia. Esperemos que Mac Carter consiga en el futuro trabajar en lo que le apetece porque aquí no ha parecido pasarlo muy bien.

Haunt 2

Haunt

 Tampoco se crean que con April Apocalypse la cosa es que mejore mucho. Al menos, Jarret Tarnol sí que parece tenerle cariño a lo que cuenta. De una tacada, mi compañera de butaca listó en un santiamén todas las películas actuales que combinan comedia y zombies. Salen ya bastantes. Dentro de la temática, ahora que es ya totalmente mainstream con sus apariciones tanto en la televisión como en los blockbusters, lo paródico también tiene su abultada explotación. Tarnol se apunta a la moda, tardíamente a estas alturas, pero se siente cómodo en lo híbrido, en lo bastardo, en el twist genérico. Y le pone ganas pero le falta brillo. Empieza como una teen-movie (en realidad nunca deja de serlo) y acaba como una película apocalíptica con los come cerebros por ahí atacando a los humanos. Parece que los personajes no se mueven en 100 metros a la redonda, pero, ¡oh, sopresa!, que resulta que el protagonista en busca de su princesa ha recorrido un largo trecho. La road movie más estática que he visto en tiempo. Pero es involuntario. Porque hacía tiempo que no veía cómo un mismo escenario simula ser varios diferentes y, desgraciadamente para Tarnol, la cosa canta mucho. Ahí tiene su encanto, ya que me recordó al ingenio de Ed Wood. Son las limitaciones de la falta de presupuesto que, dentro de lo que cabe, incluso sabe reírse de su escasez de medios. Cuando nos repite dos veces un mismo plano frontal del protagonista en el carrito de golf con su compañero al lado, como si estuviésemos en el cine clásico cuando se filmaba en exteriores, nos delata el artificio y la falta de recursos con los que cuenta. No seremos despiadados. Porque se esfuerza en combatir esos molinos de viento. Hace lo que puede y no lo tiene fácil con unos actores tan amateurs. Al margen de eso e incluso siendo piadosos, la película no funciona. Se preocupa demasiado en copiar las fórmulas de lo indie, estamos en la misma tercera vía de Haunt dentro de su ámbito, y April Apocalypse acaba siendo una película de manual, voluntariosa, pero poco inspirada. Lo irónico tampoco tiene su punch, salvo en algún gag aislado y puntual, bastante insuficiente para que se sostenga por la vía paródica. Una pequeña cosa, que esto ya es manía mía. Lo último que puedes hacer cuando decides que tu protagonista tome drogas -el loser que se hace héroe con los zombies en acción, lo que conlleva implícito que sea un claro role-model,- es que trates de justificarlo y explicarlo. No pasa nada, no es necesario. Tarnol no te asustes que no lo manchas. Cuidado, que estamos hablando de porros. Espero que la liga de la decencia no se le eche encima. Porque es curioso que no se corte en lanzar puyas a los fanáticos religiosos y luego vaya con tanto miedo cuando se acerca a las drogas (blandas). Lo cierto es que estas reservas y este puritanismo sí que me resultan la mar de divertidas. La película lo intenta.

april apocalypse

April Apocalypse

  1. No quiero hacerle un feo a los fantasmas pero una vez más lo más inquietante de la película es ella. Todavía no nos hemos recuperado desde Animal Kingdom
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